El País ha publicado en su edición de este sábado un bochornoso artículo sobre el crecimiento de iglesias evangélicas en la zona de Carabanchel.
Quiero que descorras el velo de mi mirada para encontrar en mi interior rastros de una vida matizada por ti.
La travesía puede tener oscilaciones, socavones, grietas, pero, mientras camino, descubro que no debo dejarme sabotear por las dificultades.
Únicamente deseo que permanezcas a mi lado. Que dejes fluir mi fe en medio de la desesperación.
El destierro crea distancia, acrecienta el frío, provoca una agria sensación de abandono.
El renuevo hace que lo viejo quede excluido, olvidado en un cajón en el que nunca debemos volver a mirar.
Se asomaron a la ventana viendo con asombro como el cielo se iluminaba de una forma especial, con un haz de luz extraño como nunca antes habían visto.
No desfallezcáis, porque gracias a vuestra generosidad son muchos los favorecidos.
Es innegable que los pensamientos de Dios no son los nuestros. Él va por delante, abriendo sendas donde no parecen existir, allanando el terreno que posteriormente ha de pisar nuestros pies.
Recuerda el calor del hogar, la hogaza de pan tierno sobre la mesa, el olor a familia, a descanso a ropa recién lavada y perfumada con lavanda.
Jesús buscó en la orilla del mar a pescadores de hombres y estos dejaron sus redes y siguieron al maestro con diligencia y sin dudar.
Si nos obligamos a eliminar esa gran roca que estorba podremos abandonar la cueva donde estamos cautivos y así sentir el gozo de la verdadera libertad.
Esta vida es el preámbulo de todo cuanto nos aguarda.
Entre la renovada urgencia se nos irá acoplando octubre con sus matices otoñales, transitando ante nosotros para recordarnos que ya pasó el verano y que ahora irremediablemente reinará él.
El mar, sólido muro recio y gris, atrapa la agonizante esperanza destrozada por la realidad presente.
Inclinemos nuestros oídos a los consejos de Dios, deseemos beber de la fuente de agua viva y doblemos nuestras rodillas en oración.
Hasta aquí tu voz me confortó indicándome el camino a seguir, me mostró una senda diferente.
En cuanto uno de tus pies pise la orilla del río, las aguas serán abiertas. En el instante preciso que decidas cruzarlo, Él separará milagrosamente las aguas.
¿Soy realmente el reflejo de Dios o simplemente un insinuante brillo que se camufla entre los fuegos de artificio de este mundo?
El amor de Dios se muestra a través de nuestra renuncia.
Anhelo hallar en la ternura de tus manos las caricias que han de mermar mi inquietud, el bálsamo preciso para paliar mi dolor.
Existen mujeres que pelean cada mañana contra el cruel adversario de la tristeza y que haciendo de tripas corazón esbozan una sonrisa franca y pura que nos permite seguir creyendo en la humanidad del ser humano.
Y allí vuelvo a encontrarte, sorteando los obstáculos, permitiéndome abrazarte.
Esta humanidad nuestra, esta carne que nos mantiene unidos a la carne hace que seamos presos de sentimientos y lloramos por aquellos que se marchan.
Podía haber decidido alejarse de todo, huir, esconderse y dejar pasar aquella copa. Pero resolvió hacer la voluntad del padre, seguir el camino trazado y derramarse para dar vida.
He mirado con ojos pesarosos el extremo del sendero y conociendo el espacio actual admiro sus vértices, irreconocibles, lejanos, aristas lamidas por el tiempo que me devuelven aromas del pasado.
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