Algunos solo están preocupados por el número de comensales que se han de sentar a la mesa, de qué manera se van a realizar las compras, si vamos a tener libertad de horarios y de movilidad.
Comienza la cuenta atrás. Pocos días restan para finalizar el año, un año que los presentes jamás olvidaremos. Un año brutal que nos ha embestido con crudeza dejándonos una herida que aún supura dolor.
El aislamiento, la incertidumbre, las escalofriantes cifras de fallecidos, siguen haciéndonos ver que la realidad es abrumadora y que ese mal bicho no tiene los días contados; queda mucha guerra por batallar.
En este año, todos hemos perdido, algunos más que otros, pero la pérdida a mi parecer ha sido generalizada.
Sin embargo no todos hemos aprendido o estamos aprendiendo a leer entre líneas. No estamos sacando algo positivo de todo este infortunio. Es difícil recomponer aquello que se nos ha derrumbado y sin miedo, pero sí con mucha precaución, centrarnos en hacer que nuestras vidas y las vidas de quienes nos rodean salgan a flote. No hablo de dulcificar el drama, ni ponerles paños caliente a una realidad como la que estamos viviendo, hablo de ser mejores personas, seres más cercanos a pesar de las distancias, más atentos y considerados con quienes sufren otorgando estrategias de juego para poder lidiar con este caos en el que actualmente nos movemos.
Debemos mantener una actitud positiva, esperanzadora, siendo ejemplos vivos de aquello que expresamos.
La Navidad se nos echa encima y con ella la preocupación de cómo se van a celebrar este año. Algunos están preocupados por el número de comensales que se han de sentar a la mesa, de qué manera se van a realizar las compras, si vamos a tener libertad de horarios y de movilidad. Parece que lo importante sea eso y poco más. Este año zarandeados por la Covid-19 y otros años por el acelerado deseo de consumir, la Navidad sigue siendo una mera reseña para hacer que estos días sean felicísimos y dulcísimos cueste lo que cueste.
La verdadera esencia no importa mucho, se pasa de puntillas sobre el hecho en sí olvidando al homenajeado y centrandotoda la atención en los protagonistas secundarios.
Para mí y me consta que para mucho de quienes leéis estas líneas, estas fechas tienen un sentido totalmente opuesto al que nos marca esta sociedad tan contradictoria y ambigua.
Mi familia y yo volveremos a vivir un año más, si Dios así lo permite, una Navidad sin demasiados adornos, sin tanta parafernalia ni protocolo. La viviremos con mesura recordando al Mesías, a ese niño que naciendo de forma humilde nos hizo un regalo de valor inefable.
Recordaremos a aquellos que no están y que han dejado un hueco insustituible en nuestros corazones. Acunaremos el deseo de seguir creciendo en pos de la verdad y sintiéndonos bienaventurados por tener un techo bajo el que refugiarnos.
Lo significativo no es la cantidad de aquello que se tiene ni la cantidad de personas que rodean tu mesa, lo realmente importante es la calidad de tus momentos, los abrazos que atesoras y que sabes que pronto podrás dar, la calidez de un beso de tu hija recordándote que la vida sigue y que aún estamos en ella. Oír, sentir, poder expresar lo que bulle en tu interior y saber que pase lo que pase Dios sigue siendo fiel.
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