Se asomaron a la ventana viendo con asombro como el cielo se iluminaba de una forma especial, con un haz de luz extraño como nunca antes habían visto.
Todo por fin quedó dispuesto. Perfectamente ordenado como manda el protocolo.
El mantel inmaculado, los cubiertos bien posicionados, platos y copas en el orden correcto. Los aperitivos serían servidos antes de pasar al salón.
El árbol, iluminado como cada año, presidia la estancia con un glamur recién estrenado.
Angustias, orgullosa, ultimaba los detalles en tanto que los niños corrían al jardín para dar la bienvenida a tío Alberto, que llegaba acompañado de su estirada esposa Clara y los primos Andresito y Clarita.
Un frío saludo y miradas despectivas. Hacía meses que no hablaban, tras la discusión que precedió a la muerta de su madre, Alberto y Angustias seguían manteniendo las distancias.
El ambiente se suavizó ante la llegada de Ana y Juan con los pequeños mellizos Leo y Víctor. Angustias se deshizo en elogios hacia su cuñada que tras el parto seguía manteniendo su estilizada figura. Tales halagos fueron recibidos con complacencia pero sin reciprocidad.
Esperaron como siempre a la impuntual pareja que protagonizaban Guillermo y Marta.
Por fin, tras media hora de retraso, los jóvenes se incorporaron al séquito sin disculparse por la tardanza.
Una vez completa la familia, pasaron al salón para degustar las viandas expuestas en la mesa. Era la primera Navidad sin sus padres y tanto Angustias, Alberto, Juan y Marta sentían ese resquemor que provoca la ausencia de los seres queridos. Pero aquella falta en vez de provocar un acercamiento entre ellos parecía desunirlos más de lo que ya estaban.
Diálogos triviales tras la ingesta de alcohol. Angustias esperaba algún agasajo hacia el menú tan correctamente elaborado. Sin embargo, nadie alrededor de aquella mesa hizo alusión a la comida degustada, al vino bebido, al calor proveniente de la cálida chimenea.
Los niños comenzaron a jugar de forma alocada en el amplio salón. Lanzaron los cojines en una improvisada batalla, riendo ilusionados ante la llegada de un tal papá Noel.
Ana, enfurecida, alzó la voz con estruendo mandando callar a la pequeña y alborotada tropa que estaba molestando a sus retoños.
Tal acción fue reprochada por Clara que con sutileza intervino haciendo ver que su posición de madre experimentada eclipsaba los malos modos de esa histérica madre primeriza.
En un plis plas pasaron a decir cosas improcedentes, frases hirientes que no pudieron ser silenciadas.
Marta con sus buenos modos intentó mediar entre aquellas dos enfurecidas mujeres que habían pasado a palabras mayores en tanto sus respectivos maridos discutían entre sí cada uno intentando defender a su cónyuge.
En medio de aquella tonta discusión Juan con un tono de voz autoritario exhortó a Marta, su hermana pequeña, manifestándole que si ella no tenía hijos no se metiera en asuntos que no le concernían.
La cara de Marta cambió en cuestión de segundos, todos los allí presentes conocían el problema con el que la pareja estaba lidiando desde hacía años, el deseo de ser padres y lo mucho que le estaba costando a Marta quedar embarazada.
Esa frase exclamada con torpeza hizo detonar la caja donde se escondían los rencores, los reproches, las cosas no perdonadas y con un dolor vigente Marta soltó toda su carga de dureza que salpicó a cada individuo sentado alrededor de aquella mesa.
Tras su exposición tomó el abrigo y despidiéndose de los niños abandonó la casa. Poco después lo hicieron Ana y Juan no sin antes soltar sus nocivas opiniones sobre lo allí ocurrido.
Angustias quedó sentada a la mesa mirando con tristeza su hermosa cubertería, su inmaculado mantel blanco, su porcelana inglesa.
- Qué lástima no haber podido estrenar las copas de champán. Exclamó mientras recogía los restos de la cena. Atusó sus cabellos y apenada guardó la botella de caro champán Francés.
Los niños ajenos a aquella surrealista escena se dispusieron a ver una película tras despedirse de sus primos a los que con suerte volverían a ver el próximo año.
Y mientras esperaban a que las palomitas terminasen de hacerse en el microondas se asomaron a la ventana viendo con asombro como el cielo se iluminaba de una forma especial, con un haz de luz extraño como nunca antes habían visto.
Un cielo diferente que con hermosa sencillez homenajeaba a aquel niño nacido en Belén al que en aquella noche nadie había reparado.
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