Refranes y amigos

Los refranes representan de forma magistral valores del pueblo e ilustran una charla haciendo que conceptos un tanto difíciles de explicar queden zanjados con un par de frases escuetas y claras.  

Mi madre es muy refranera, siempre tiene a mano, o mejor dicho a boca, un refrán que utilizar para resumir de manera escueta lo que quiere decir. Coincido con todos los que ella utiliza, pero en el día de hoy, en el ahora de este presente admito mi firme desacuerdo con uno de ellos, no sé si es propiamente un refrán o una conocida frase esa que dice: “Nadie sabe lo que tiene hasta que lo pierde”. 

Discrepo con rotundidad de un dicho que no comparto. No siempre necesitamos perder algo, alguien, para darnos cuenta de cuánto lo estimamos. 

Hace días que un Amigo -lo escribo con mayúscula porque es un amigo mayúsculo, especial- sufrió un envite inesperado y tuvo que ser operado de urgencias, pasar unos días en cuidados intensivos a esperas de una nueva intervención. 

Recibí la noticia y un nudo se me agarró en el estómago, experimentando como todo a mi alrededor pasaba demasiado deprisa.  

Emití una oración, otra, una más. Quería saber qué estaba pasando, cómo se encontraba, cuándo lo iban a intervenir… demasiadas preguntas. 

Noté que el corazón se me salía de su hueco buscando una respuesta, una frase que calmara mi angustia respondiéndome: todo está bien, no hay por qué preocuparse.  

En ese estado de alteración fui consciente de cuánto lo quiero, de cómo se quiere a un amigo-hermano. Comprendí que no tengo necesidad de perderlo para saber lo mucho que lo aprecio. 

Pienso en todo lo que me aporta, en las charlas que deseo tener con él, en esas pequeñas grandes cosas que nos unen y en las que coincidimos. 

No necesito perderlo para saber que mi mundo es mucho más hermoso porque puedo compartirlo junto a personas como él.  

Pido a Dios que lo cuide, que pronto lo restablezca, pues nos quedan muchas cosas que compartir. Necesito oírle hablar con entusiasmo de lo mucho que ama al Padre. Necesito que me recomiende libros que leer, que me muestre el brillo de su mirada cuando habla de la bahía de Cádiz y del aire que la envuelve. Necesito sus sabios consejos, sus castizos halagos.   

Requiero que su risa repiquetée de nuevo y ser receptora de lo que ella emite; esa risa que circunda el pesar coloreándolo de tonos nuevos, esperanzadores. 

Este mal trago pronto pasará y volverá todo a su lugar, sin embargo, ya no seremos los mismos, seremos más fuertes, tendremos más fe, viviremos seguros porque sabremos con más certeza, si cabe, que Dios sigue eligiendo a los débiles para avergonzar a los fuertes.  

Con todo mi cariño a mi Amigo José Manuel.