Despliegue de humildad

A quienes la noche hace entenebrecer con hebras de altanería, no lograrán ver la ventana por la cual se divisa la misericordia, la gracia. 

Caminarán sorteando charcos de lágrimas ajenas, sin compadecerse de los que sufren entre espinas, porque sus ojos están puestos en un lóbrego horizonte donde se esconde un descolorido sol de injusticia. 

La humildad es un valor en desuso, ha quedado un poco decrépito y generalmente lo vemos haciendo cola en la oficina de desempleo. Está pereciendo a causa del hedonismo y cual hierba frágil, es pisoteada por botas de autosuficiencia y altivez. 

Ser humilde hoy es sinónimo de debilidad y lo débil es algo que en este ególatra mundo no tiene cabida. 

Ser humilde es mirar al prójimo sin altivez, sin sentimiento de prepotencia. Es ser simplemente un imitador de Jesús, quien a su paso por la tierra podría haber sometido a muchos bajo el poder de su fuerza y sin embargo, se hizo pobre junto al pobre, se allegó al dolorido derramando sanidad, dio de comer al hambriento, cubrió la vergüenza del desahuciado y con esos gestos plagados de amor nos regaló una generosa valija de dones preciosos que poner en práctica en nuestro andar diario. Siendo Él el mayor, fue como uno más y así nos preparó el camino hacia una vida sobreabundante.  

La humildad es saber que estás siendo juzgado injustamente y depositar en las manos de quien mal te trata, unos gajos de generosa empatía, que a modo de bálsamo, calma toda ira rociando amor allí donde parece no tener sentido mostrarlo. 

Ser humilde es compadecerse, es llorar con el que llora, ofrecer una mano hacia quien sabes no es merecedor de tu ayuda y aun así no sentir resquemor a la hora de extenderla abierta, sin nada que esconder, presta a ser asida o ingratamente rechazada.  

Doy gracias por esas personas que con el deseo de imitar a Jesús, no les importa mostrar esa parte que tachan de anémica. Que hacen caso omiso a tanta palabrería y sin dejarse insuflar por el orgullo ofrecen con agrado la otra mejilla, y aunque les duela sentir el azote de la incomprensión, conocen la obra del Maestro y luchan por seguir su ejemplo.