El País ha publicado en su edición de este sábado un bochornoso artículo sobre el crecimiento de iglesias evangélicas en la zona de Carabanchel.
No siempre necesitamos perder algo, alguien, para darnos cuenta de cuánto lo estimamos.
Entonces, te lanzas sin red, das un triple salto al vacío aferrándote a lo que sea con tal de sufragar una vida. Un día oyes hablar de Él y sin pensarlo te acercas.
Cuán valiosas son las palabras de ánimo que vertidas en el presente gris provocan una mejoría instantánea.
Cuesta renunciar a aquello que poseemos y tenemos querencia aun sabiendo que no nos es provechoso.
Si tuviera que destacar algo positivo de este 2020; obviando el amor y a la misericordia de Dios, me quedo con el ejemplo de mis mayores.
Se quiebran los años, pasan veloces las horas y cuestiono si me quedará tiempo para tender mi mano y ayudar a sufragar alguna vida.
Algunos solo están preocupados por el número de comensales que se han de sentar a la mesa, de qué manera se van a realizar las compras, si vamos a tener libertad de horarios y de movilidad.
Pongo voz a todas esas mujeres que sufren calladamente el desagravio y el dolor.
Al alejarnos damos cabida al miedo. Dejamos que el nombre de Dios se pierda entre términos que nos hacen sentir realmente confusos.
Deseo que Dios, en su infinita misericordia, instale en ti ganas por hacer de tu travesía una aventura inolvidable.
La crisis del coronavirus la superaremos mejor si vemos a nuestra generación de mayores como individuos de gran valor para nuestra cultura y para Dios. Un artículo de Louise Morse.
Sonrío ante un espléndido regalo que me envuelve en gozo devolviendo claridad al presente que me acoge.
Brotar, ser flor fresca en pasto seco, lucir el sello de Dios mostrando con orgullo que le pertenecemos.
Dios es un Dios que se inclina, que me muestra una complicidad que no merezco.
Las cosas más simples hacen que, en el transcurso, los días, se tornen entrañables.
Ser humilde hoy es sinónimo de debilidad y lo débil es algo que en este ególatra mundo no tiene cabida.
Arregla tu casa para Dios. No dejes áreas de tu vida en manos que no sean las suyas.
Hoy la marea me ha traído un bello recuerdo, una reminiscencia de mi niñez envuelta de apego.
Hoy es un buen día para comenzar a abrir ventanas y dejar que el aire fresco de su gracia ventile la rancia esencia de lo viciado por el tiempo y la pereza.
Quiero que escribas en mí con palabras indelebles. Quiero que tu impronta quede grabada, que como un sello talle con fiereza todo lo que quieres que sea.
Existen “astrónomos de la gracia” que son capaces de teorizar mucho sobre la gracia de Dios, pero solo la observan desde lejos.
No pasean ni se bañan, tan solo observan la hipnótica pantalla y vuelven una y otra vez a extender el brazo y apretar el botón.
Un contagio que inunde existencias, traspase fronteras. Que no haya nada que nos proteja de este sano amor, que seamos altamente contagiosos.
Me desagrada este nuevo estado que nos mantiene cercanamente alejados.
Cada vez lo saca un poco a flote y parece que va a vivir, vuelve a recaer de nuevo.
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