Búscalo en el libro

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Sentadas frente al ordenador repasábamos la lección de historia.

Ella permanecía atenta a mis palabras mientras yo hacía un esfuerzo por explicarle, a mi manera, cómo Roma se convirtió en un gran imperio.

Adaptando mi lenguaje buscaba locuciones sencillas que no fueran difíciles de pronunciar y sí fáciles de memorizar.

Comicios, foro, senado...

En un determinado momento mientras le explicaba en que consistía la república cometo un error que ella corrige y me insta a que lo compruebe buscándolo en el libro. Efectivamente cuando busco el párrafo que habla del tema en cuestión veo que me he equivocado y que ella lleva razón.

Ese insignificante detalle me ha hecho reflexionar sobre las muchas veces que me equivoco y para enmendar el equívoco he de ir a consultar el Libro. Ese santo Libro que a pesar de su longevidad sigue siendo contemporáneo y verdadero.

Un libro que me enseña a vivir el día a día, que sabe cómo soy y me da pautas para que pueda moverme en el mundo en el que vivo y que sin pertenecer a él, sepa residir en él siendo obediente.

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Todo está escrito en ese Libro, un santo manual que nos indica cómo guiar nuestras vidas y hacia donde encaminar nuestros pasos.

Cuando era niña recuerdo oír que a los evangélicos nos llamaban “La gente del Libro” y es cierto que llevar la Biblia bajo el brazo era una de nuestras señas de identidad. Evidentemente eso es cosa del pasado, las nuevas tecnologías están propiciando que cada vez más la lectura de la Palabra se realice a través de una pantalla; distintas plataformas digitales que nos acercan a la lectura bíblica pero a las que no les tengo mucha simpatía. Sé que he de ser más transigente con estos medios que facilitan su uso, pero no lo voy a negar, soy una mujer defensora de la antigua usanza y sin rechazar su utilización, prefiero escudriñar las escrituras en el formato clásico de papel, con lápiz en mano y así realizar mis propias anotaciones.

Todo lo que soy, lo que seré, mi problemática actual y mi futuro está registrado en el Libro de los libros. Diariamente he de ir a él para así poder oír lo que Dios tiene que decir, un mensaje con vigencia actual que brota cual fuente de agua viva. Leer la Biblia es una experiencia inefable que te hace vivir confiado en un entorno cada vez más hostil.