El País ha publicado en su edición de este sábado un bochornoso artículo sobre el crecimiento de iglesias evangélicas en la zona de Carabanchel.
Nos da miedo enfrentarnos cara a cara a nuestros gigantes, a esas sangrantes llagas que preferimos tapar para así, evitándolas, pensar que no están, que nunca han existido.
A sus casi 86 años, Rosa Gubianas sigue colaborando con este medio en la traducción de artículos del inglés al castellano, una de las pasiones de su vida. Aquí se recoge una tarde de conversación en su piso.
Leo en las manos de Cristo lo que soy, una marca de dolor que él lleva muy cerca y a la cual no mira con desaprobación.
Anhelo ver con claridad lo que a menudo permanece entre brumas, una visión que solo se adquiere cuando uno es tratado de forma personal en el taller de Dios.
En esa pausa silenciosa Dios se toma su tiempo y trabaja en el interior, ajusta aquello que por el uso comienza a tener holgura.
En tus heridas están impresas mis culpas, los errores de mi condición inmunda, esa carga de pecado que has tenido a bien portar para librarme de tan pesado lastre.
Sé que llevas el control, que todo cuanto haces o eludes es producto de tu santa voluntad.
La compasión duele, estrecha lazos, abriga, abraza. La compasión te acerca al prójimo cuando existe una fuerza que se empeña en separar.
Alzamos nuestras voces al unísono para interceder por quienes sufren. Pedimos al Padre que doblegue los corazones duros y los vuelva sensibles.
¿Y si simplemente deslizara las correas que ciñen mis hombro y dejara caer el peso tras de mí?
No permitamos que se eleven muros a nuestro alrededor, pues ellos nos harán menos cercanos, más propensos al aislamiento hostil.
Lograr una vida basada en la voluntad de Dios requiere esfuerzo. Inclinemos nuestros oídos a los consejos de Dios.
A pesar de su longevidad, ese santo Libro sigue siendo contemporáneo y verdadero.
Estoy aprendiendo; un poco más si cabe, a esperar. Que no hay tanta urgencia y sí mucha gente con prisa.
Quiero enarbolar mi vida con palabras que agraden al Padre. Aprender a oír en silencio aquello que Dios me dice.
Todos tenemos cabida junto al pesebre, todos debemos estar allí para adorar al recién nacido, irrumpir radiantes de gozo ante su llegada.
Soy frágil, pero su poder se perfecciona en mi debilidad y eso me hace fuerte.
Es necesario detenerse en el sendero, interrumpir el ritmo frenético que la vida nos marca y aprender a escuchar lo que el bullicio silencia.
Tú, conquistador de almas, nunca subestimaste a quienes carentes de todo necesitaban un poco; un poco de ti es demasiado.
¿Cuánto necesitamos romper techos que nos impiden llegar a Dios?
Quisiera que mi paso por este mundo aportara briznas de esperanza.
Dios utiliza elementos espontáneos, sencillos, naturales, para ofrecernos la oportunidad de detener nuestro apresurado caminar y así descubrir belleza en parajes cotidianos.
Cuando llevas demasiado tiempo utilizando diferentes caretas, descubres que en realidad no sabes quién eres.
Dejo en sus sabias manos todo lo que me estorba, inquieta y preocupa. Soy suya, descanso en Él.
Rota, con el alma herida, se postra abatida. ¡Señor, socórreme!
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