El País ha publicado en su edición de este sábado un bochornoso artículo sobre el crecimiento de iglesias evangélicas en la zona de Carabanchel.
Las cosas invisibles de Dios continúan haciéndose claramente visibles, mediante la observación detallada de las cosas creadas por Él.
Desde la creencia en un Dios que hizo todas las cosas con sabiduría, se puede llegar a la conclusión de que la abundancia de minerales de nuestro planeta es única en el cosmos.
Es evidente que hay cambio y adaptación en la naturaleza, pero el puro azar es incapaz de crear tanta información sofisticada.
Según el darwinismo social, el éxito de las sociedades se debería a la supervivencia de los más fuertes. Y tal supervivencia estaría siempre moralmente justificada, independientemente de los medios que se usaran para lograrla.
La deprimente visión de la raza humana como una especie a la deriva en un universo indiferente es la que viene caracterizando a muchos pensadores y científicos hasta el día de hoy.
¿Es capaz la biología evolutiva del desarrollo de explicar satisfactoriamente la macroevolución? No, tampoco lo es y por una razón bastante simple: jamás se ha observado en la naturaleza.
En base a la distribución geográfica de las especies, la teoría de la evolución afirma que aquellos animales que viven juntos en un área determinada evolucionan de forma similar.
La teoría de la deriva continental no empezó a tomarse en serio hasta que, en el año 1912, el geofísico y meteorólogo alemán Alfred Wegener publicó su famoso artículo.
Primero se supone que la evolución de las especies se ha producido por mutaciones a un ritmo constante y después se afirma que el reloj molecular demuestra la evolución de las especies en el tiempo.
Diferentes líderes evangélicos en España han reflexionado sobre el carácter de la apologética, la renovación del culto y la relación con el evolucionismo en unas jornadas organizadas por IBSTE.
No se trata ya de un solo tronco ancestral del que surgieron todas las ramas de los seres vivos, sino que las principales categorías de organismos estaban ya presentes en el comienzo de los tiempos. Esto es precisamente lo que predice el Diseño inteligente.
No es capaz de explicar los hechos comprobados por la embriología, ni constituye tampoco un argumento sólido en favor del darwinismo.
Las ideas de Weismann dividieron a la comunidad científica en facciones hostiles. La teoría del plasma germinal o germoplasma polarizó las opiniones debilitando al darwinismo.
El mendelismo implicaba una definición estática de las especies cuyos factores hereditarios eran constantes de generación en generación.
Lo que tantos fósiles demuestran es que en el pasado existieron muchos más tipos básicos de organismos que en la actualidad.
Desde principios del otoño de 1838, Darwin dedicó el resto de su vida a demostrar que la selección natural era el motor de la teoría de la evolución de las especies.
La misión de la ciencia es reflejar lo más fielmente posible la realidad natural, sin distorsionarla o entrar en especulaciones indemostrables.
Darwin manifestó sus prejuicios sin ningún tipo de escrúpulos. Compara los indígenas primitivos con los hombres civilizados y llega a la conclusión de que los primeros no son seres del todo humanos.
Hasta ahora, los argumentos darwinistas imperaban sobre los lamarkistas. Sin embargo, la epigenética vuelve a darle parcialmente la razón al señor Lamark.
Las ideas lamarckistas acerca de la influencia del ambiente sobre las especies vuelven a estar de moda, gracias a los últimos descubrimientos de la epigenética.
El propio abuelo de Darwin ya tenía también ideas transformistas. Escribió un libro sobre ciertos problemas relacionados con la evolución, declarándose partidario de la herencia de los caracteres adquiridos.
La creencia en que los organismos originalmente creados pudieran cambiar de manera natural a través del tiempo no fue desarrollada por el cristianismo medieval.
No cabe duda de que la teoría darwinista del siglo XIX hunde sus raíces en este antiguo suelo naturalista del mundo clásico.
No todos los cristianos han interpretado del mismo modo las palabras de Pablo sobre Adán. Ni mucho menos.
He querido manifestar en esta obra mi punto de vista favorable a la descendencia de una sola pareja.
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