En base a la distribución geográfica de las especies, la teoría de la evolución afirma que aquellos animales que viven juntos en un área determinada evolucionan de forma similar.
Los estudios acerca de la distribución de plantas y animales a lo largo de la geografía terrestre experimentaron también un cambio importante con la aceptación de la teoría de la tectónica de placas. Por ejemplo, al asumirse que Sudamérica estuvo unida a África durante mucho tiempo y que la India no siempre perteneció a Asia, el origen de la flora y fauna de tales regiones se empezó a entender de otra manera. Antes de conocerse el movimiento de los continentes, Darwin ya se dio cuenta de que la distribución de ciertos fósiles y animales vivos sugería la posibilidad de que hubieran evolucionado a partir de antepasados comunes. La distribución geográfica discontinua de formas emparentadas requería que hubieran emigrado a donde se hallan en la actualidad y, a la vez, se hubieran extinguido en las regiones intermedias. La alternativa de la creación especial de cada especie en varios sitios distintos separados geográficamente parecía menos razonable.
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En este sentido, Darwin escribió: “Entonces, ¿aceptaremos que las distintas especies de rinocerontes que habitan en Java, Sumatra y las regiones vecinas de Malaca fueron creadas, macho y hembra, a partir de las sustancias inorgánicas de estos lugares? (…) ¿Diremos que sin ninguna causa aparente fueron creadas según el mismo tipo genérico que el antiguo rinoceronte peludo de Siberia…? (…) ¿O proceden, como nuestras razas domésticas, del mismo grupo paterno?”[3] En base a la distribución geográfica de las especies, la teoría de la evolución afirma que aquellos animales que viven juntos en un área determinada evolucionan de forma similar, mientras que cuando una población queda aislada, tiende a evolucionar hacia formas diferentes. Este sería el caso, por ejemplo, de tres especies de monos cercopitecos: la mona de Gibraltar (Macaca sylvana) que fue introducida por el ser humano en el Peñón de Gibraltar, pero cuya área de distribución natural comprende el norte de Marruecos y de Argelia; el macaco japonés (Macaca fuscata), típico de las islas niponas; y el cercopiteco verde (Cercopithecus aethiops) del África subsahariana. Tales especies se habrían ido modificado y extendiendo lentamente a partir de un antepasado común desaparecido. Y, en el presente, sólo se encuentran en estas regiones separadas porque supuestamente en las zonas intermedias ya se habrían extinguido.
No obstante, la biogeografía no siempre respalda el concepto darwinista del antepasado común. Existen numerosos ejemplos de distribución disyuntiva de especies que lo contradicen. Se dice que la distribución disyunta o disyuntiva se da cuando una especie o género tiene dos o más poblaciones ampliamente separadas geográficamente una de la otra. Sin embargo, a veces, hay organismos en determinadas regiones que no están representados en las regiones adyacentes, o en aquellas que se supone que se han separado por deriva continental. Un ejemplo paradigmático es el de las singulares aves ratites (Ratitae), que son propias del hemisferio sur y se cree que se originaron en el antiguo continente Gondwana, hace más de 90 millones de años. Se conocen más de 50 especies de ratites y la mayoría no son voladoras, tales como avestruces (África), emús (Australia), casuarios (Nueva Guinea y Australasia), ñandúes (Sudamérica), kiwis (Nueva Zelanda), tinamúes capaces de volar (Centro y Sudamérica), las desaparecidas moas (Nueva Zelanda) y los enormes epiornítidos o aves elefante endémicas de Madagascar.
La mayoría de los ornitólogos evolucionistas suponía que este grupo de aves era monofilético. Es decir, que todas las especies actuales descenderían de un ancestro común incapaz de volar y que su actual distribución disyunta podría explicarse como consecuencia de la fragmentación del antiguo continente Gondwana. Sin embargo, cuando se examinan los trabajos científicos que se refieren a este tema surgen varios inconvenientes para semejante teoría. Resulta que las moas gigantes del género Dinornis propias de Nueva Zelanda, que se extinguieron alrededor del 1500 d.C. por la acción humana, no están genéticamente relacionadas con las cinco especies de kiwis del género Apteryx, propias también de esta misma isla.[4] El estudio del genoma mitocondrial de tales aves así lo pone de manifiesto.[5] Por el contrario, se afirma que los epiornítidos o aves elefantes de Madagascar serían los parientes más próximos de los kiwis de Nueva Zelanda.[6] Pero la isla de Madagascar está situada a 11.480 kilómetros de la isla de Nueva Zelanda. Además, la ruptura del continente Gondwana es demasiado antigua (en el Cretácico, hace unos 150 millones de años) para explicar la distribución de las aves ratites por deriva continental ya que estas aves no pueden haberse originado antes del Paleógeno o Terciario temprano de la era Cenozoica (hace entre 66 y 23 millones de años), según indica el mismo reloj molecular propuesto por el evolucionismo.[7]
[photo_footer]Distribución actual de las aves ratites en el mundo.[/photo_footer]
Ante estos problemas, algunos ornitólogos evolucionistas sugirieron que quizás todas estas aves no voladoras similares a los avestruces habrían evolucionado independientemente por convergencia múltiple de antepasados distintos, que podían haber sido voladores y, por tanto, su actual distribución geográfica se explicaría precisamente porque llegaron volando.[8] El darwinismo supone que la evolución convergente, o convergencia múltiple, se da cuando dos especies distintas adoptan o evolucionan independientemente hacia estructuras o funciones similares. Siempre suele ponerse el ejemplo del vuelo alcanzado por animales tan diferentes como las aves, los murciélagos (mamíferos) y reptiles fósiles como los pterosaurios. No obstante, el principal problema de la convergencia es que si ya resulta estadísticamente difícil o poco probable que un órgano o función compleja aparezca por mutaciones al azar, cuánto más lo será que surja en más de una ocasión.
De manera que, en vez de un origen monofilético a partir de un ancestro común y apoyado en la deriva continental, estos autores proponen todo lo contrario: un origen polifilético para estas aves y aseguran que la teoría de la deriva continental nunca fue completamente consistente ni con ninguna filogenia publicada ni con el estudio de los fósiles. Ahora bien, ¿no se parece algo este planteamiento evolucionista a lo que también propone el Diseño inteligente, acerca de la aparición de varios tipos básicos originales que pudieron variar en el tiempo? En mi opinión, la visión polifilética concuerda mucho mejor con los hechos observados que el monofiletismo darwinista de una descendencia común universal.
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Los mayores problemas biogeográficos que se le plantean al evolucionismo son aquellas distribuciones de especies que no pueden ser explicadas mediante la deriva continental y entonces hay que apelar a la dispersión a través de los océanos, con la indemostrable hipótesis del balsismo. Se supone así que muchos organismos llegaron a islas y continentes en balsas de vegetación flotante, después de navegar a la deriva durante miles de kilómetros atravesando mares impetuosos.[9] El primer naturalista que propuso dicha hipótesis fue Alfred Russell Wallace y, después de él, otros autores la han venido desarrollando.[10] Sin embargo, algunos investigadores evolucionistas siempre se opusieron a ella, como el famoso paleontólogo estadounidense George Gaylord Simpson (1902-1984), quien creía que era una explicación fácil e indemostrable, a la que se echaba mano cuando no se tenía otra mejor.[11]
Uno de esos ejemplos inexplicables lo constituye un pequeña araña trampera (Moggridgea rainbow) presente en la isla Canguro (Kangaroo Island), situada junto a la costa sur de Australia, pero que pertenece a un género de arañas que sólo se encuentra en Sudáfrica.[12] Se trata de un grupo de arácnidos muy sedentarios que no suelen moverse más de un par de metros del lugar donde nacieron. Sin embargo, según la hipótesis del balsismo, se supone que viajaron casi diez mil kilómetros a través del Océano Índico hasta llegar a esta isla australiana. Los estudios genéticos realizados por sus descubridores indican que esta especie debió separarse de sus congéneres africanos hace entre 2 y 16 millones de años. Esto es mucho más tarde que la separación de los continentes africano y australiano, que supuestamente ocurrió hace unos 95 millones de años. ¿Cómo pudo realizar semejante periplo marino una pequeña araña terrestre de dos centímetros y medio de longitud? Se supone que haciendo surfing pero, ¿no es esto demasiado suponer?
[photo_footer]Araña trampera (Moggridgea rainbow) presente en la isla Canguro (Kangaroo Island), situada junto a la costa sur de Australia, pero que pertenece a un género de arañas que sólo se encuentra en Sudáfrica, a casi diez mil kilómetros de distancia. Se supone que atravesó el Océano Índico en alguna isla flotante de vegetación. / Nick Birks, University of Adelaida[/photo_footer]
Ejemplos como estos de organismos que presentan distribuciones disyuntas, difíciles de explicar mediante la teoría del ancestro común, son numerosos por todo el globo.[13] Hay reptiles de la familia Amphisbaenidae, llamados vulgarmente “lagartos de gusano” porque algunos parecen lombrices de tierra, a la que pertenece la culebrilla ciega (Blanus cinereus) de Europa; las numerosas especies americanas del género Amphisbaena o las africanas y del Medio Oriente. Son reptiles escamosos, sin extremidades y que viven enterrados alimentándose de insectos, moluscos y demás fauna del suelo. Para explicar su distribución actual, los científicos se ven obligados a suponer que tuvieron que atravesar los océanos en varias ocasiones. Esto es algo que nunca se ha observado pero necesario, si se quiere seguir manteniendo la idea del ancestro común.
Otro tanto ocurre con las iguanas y las boas que se encuentran sobre todo en América, pero curiosamente también en la isla de Madagascar, a más de diez mil kilómetros de distancia hacia el este, y en las islas Fiji y Tonga en el Pacífico, también a más de diez mil kilómetros hacia el oeste de América del Sur. ¿Pudieron llegar haciendo balsismo? Es evidente que no. Igualmente pasa con los monos del Nuevo Mundo, llamados platirrinos por tener tabique nasal cartilaginoso, que se supone arribaron de África atravesando el Océano Atlántico; también reptiles como geckos, eslizones o tortugas; aves curiosas como los hoatzines y asimismo roedores caviomorfos. Es curioso que apenas ningún viaje transoceánico similar de ningún animal pueda ser observado o registrado en la actualidad. Sin embargo, el darwinismo asume que a lo largo de millones de años cualquier cosa puede suceder. Lo que está claro es que la biogeografía no respalda, tanto como suele decirse, la tesis del antepasado común universal porque las supuestas vías migratorias no siempre coinciden con la historia evolutiva.
Notas
[1] Ward, P. & Brownlee, D. 2000, Rare Earth: Why Complex Life is Uncommon in the Universe, Copernicus Books.
[2] Snelling, A. A. 2006, “¿Pueden las catástrofes de las placas tectónicas explicar la geología del Diluvio?, en Ham, K. El libro de las respuestas, Patmos, pp. 159-169.
[3] Citado en De Beer, G. 1970, Atlas de Evolución, Omega, Barcelona, pp. 48-49.
[4] Cooper, A. et al. 2001, Complete mitochondrial genome sequences of two extinct moas clarify ratite evolution, Nature, 409, 704-707.
[5] Haddrath, O. & Baker, A. J. 2001. Complete mitochondrial DNA genome sequences of extinct birds: Ratite phylogenetics and the vicariance biogeography hypothesis. Proceedings of the Royal Society, B, 268, 939-945.
[6] Mitchell, K. J. et al. 2014, Ancient DNA reveals elephant birds and kiwi are sister taxa and clarifies ratite bird evolution, Science, 344, 898-900.
[7] Prum, R. O. et al. 2015, A comprehensive phylogeny of birds (Aves) using targeted next-generation DNA sequencing, Nature, 526, 569-573.
[8] Harshman, J. et al. 2008, Phylogenomic evidence for multiple losses of flight in ratite birds, PNAS, 105(36), 13462-13467.
[9] de Queiroz, A. 2005, The resurrection of oceanic dispersal in historical biogeography, Trends in Ecology and Evolution, 20(2), 68–73.
[10] Houle, A. 1998, Floating Islands: A Mode of Long-Distance Dispersal for Small and Medium- Sized Terrestrial Vertebrates, Diversity and Distributions, 4(5/6), 201-216.
[11]Simpson, G. G. 1940, Mammals and Land Bridges, Address delivered before the Washington Academy of Sciences, February 15.
[12] Sophie E. Harrison, Mark S. Harvey, Steve J. B. Cooper, Andrew D. Austin, Michael G. Rix, 2017, Across the Indian Ocean: A remarkable example of trans-oceanic dispersal in an austral mygalomorph spider. PLOS ONE, 12 (8): e0180139 DOI.
[13] Betchly, G. 2018, Entrando en aguas tempestuosas: cuando la biogeografía contradice a Darwin, Diseño Inteligente, Jul 4.
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