El País ha publicado en su edición de este sábado un bochornoso artículo sobre el crecimiento de iglesias evangélicas en la zona de Carabanchel.
¿A pesar de que la vida no consiste en tarjetas de crédito, cuentas bancarias o bienes acumulados, es necesario coger, de vez en cuando, todo lo que tengamos, ponerlo en nuestra bolsa o alforja y salir al mundo dispuestos a usarlas?
Quizás a algunos no les parezca muy serio decir que los que derrochan en vestimentas elegantes, caras y lujosas visten a otros de harapos, pero lo real es que, en general, los acumuladores empobrecen a más de media humanidad.
El Señor nunca nos va a aprobar el no haber hecho nada, sino que nos va a preguntar que qué hemos hecho a favor de la dignidad y de la búsqueda de justicia para con el prójimo.
Eso puede ocurrir cuando la Biblia nos habla de un sinfín de temas con los que convivimos y, en realidad, parece que no nos interpelan para nada.
El desprecio puede ser farisaicamente encubierto hasta con ropajes y semblantes religiosos.
Se necesitarían en el 2019 voces proféticas que clamaran contra los grandes escándalos del mundo porque, a veces, como diría Unamuno, callarse puede ser peor que mentir.
Somos más solidarios con los pobres en Navidad, pero, si lo hacemos sólo de manera coyuntural y puntual, algo hacemos mal.
El panorama podría ser un poco desolador, triste, injusto y con sensaciones de abandono y exclusión de muchos. Quizás por eso es bueno pensar en el tiempo prenavideño, tiempo que puede cambiar nuestras sensaciones, nuestras sensibilidades, nuestras solidaridades.
Aguzad vuestra vista, preparaos también para la escucha. Que las falsas luces y los negros sonidos navideños de una sociedad injusta y, en gran parte, de espaldas a Dios, no nos haga perder esa gran luz auténtica y maravillosa que se acerca.
El reloj prenavideño es signo de esperanza para los humillados y vencidos. El mismo Dios viene a salvarlos, a salvarnos.
No hay quijotes evangelizadores que se vayan voluntariamente a vivir a muchas zonas de los centros urbanos, fundamentalmente los antiguos, con el propósito de crear tejido social evangélico que vaya leudando toda esa masa social.
El seguidor del Maestro, no puede tener un alma sorda, ni unas manos insolidarias, ni unos pies que no estén prestos a acudir allí donde se da ese grito.
Hoy, Dios puede actuar en el mundo de forma directa, como hizo Jesús cuando estuvo entre nosotros haciendo bienes, pero también quiere que sus seguidores se paren y actúen ante estos gritos por misericordia.
Un Evangelio que se despreocupa del destino de los sufrientes, es una evangelización que está cayendo en la tentación.
El voluntario puede cambiar valores, estilos de vida y prioridades. Sin duda están siendo un fermento de transformación social.
La iglesia ha primado sus relaciones de alabanza y sus rituales, a la búsqueda de la justicia y a la práctica de la misericordia. Es por eso que, quizás, en muchos casos y sectores, no está lo suficientemente habilitada para elevar su voz de denuncia a favor del prójimo.
¿Dónde está el mundo cristiano hoy con respecto a los excluidos, a los que no encuentran su lugar en el mundo?
Hoy no hay esperanza en ningún tipo de éxodo que nos lleve a ninguna tierra prometida. Lo que contemplamos son pozos, lagos, negras piscinas con detritos humanos.
¡A cuántos niños habremos librado del aborto con nuestro trabajo, quitado del hambre, de la enfermedad, de la exclusión social!
Un resumen de los símbolos que aparecen en el Cantar de Cantares como imagen y reflejo del amor.
Hay muchos llamados cristianos que son avaros, pero de una espiritualidad falsa e insolidaria para con el prójimo.
Paul Simon, que se retira de los escenarios, no se considera “una persona religiosa”. Sin embargo, “Dios aparece en muchas de mis canciones”, reconoce.
El cielo y el suelo deben estar en conexión en nuestra percepción y vivencia de la espiritualidad cristiana.
Hay que romper los esquemas, hay que trastocar los valores del mundo, debemos prepararnos para ser diferentes, para remar en otra dirección, para escandalizar a un mundo cuyos valores están en contracultura con los valores bíblicos.
No estamos autorizados por la Biblia a vivir nuestra propia identidad de forma excluyente, más aún, cuando estamos excluyendo a personas sufrientes y, en muchos casos, empobrecidas por las ansias consumistas de las que no está ajena nuestra propia patria.
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