El compromiso cristiano debe ir mucho más allá del posicionamiento del líder que busca el poder o la fuerza de los votos.
En una ciudad secular, en un pueblo o país altamente descristianizado y que se rige por normas políticas de espaladas a los valores del Reino, ¿debemos intentar con nuestras quejas o críticas, que los políticos y los gobiernos se rijan por los valores y normas morales en las que creemos y que derivan de los preceptos cristianos? ¿Deben los cristianos estar siempre criticando a los gobiernos laicos y secularizados por no aceptar ni trabajar con los valores cristianos, los valores del Reino que nosotros conocemos y defendemos?
La verdad es que no veo claro el que podamos exigir que un gobierno laico que gobierna para todos, creyentes y ateos, religiosos y los que dan la espalda a este fenómeno, que gobierne aplicando los valores bíblicos que, quizás, ningún gobierno los aplica de forma seria y general. Así, unos, los políticos de derechas, parece que se centran en aplicar políticas contra el aborto, la homosexualidad o similares, pero olvidan muchos otros valores bíblicos que pudiera ser que se estén usando desde la izquierda, como, por ejemplo, la lucha contra el racismo, contra el soberanismo, contra la desigual redistribución de bienes en el planeta tierra, contra el maltrato de inmigrantes y otros.
Esto es hablando en líneas generales, pues puede haber muchas excepciones, aunque no sé si unos y otros lo hacen desde su conversión a los valores evangélicos. Habría muchas dudas, y el exigir que un gobierno secular para apoyarlo aplique todos los valores bíblicos en los que creemos, es tarea inútil en el mundo secular en el que nos desenvolvemos.
Lo que sí es cierto es que los cristianos no deben arrinconar loa valores del Reino y los valores bíblicos en general en la privacidad de un baúl privado de recuerdos. Hay que salir constantemente a la palestra pública con ellos, de forma evangelizadora, y seguro que podremos ir alcanzando pequeñas parcelas de justicia social, de defensa de los que se quedan tirados y en desventaja económica, ejerciendo cierta denuncia al estilo de los profetas, clamando por los valores justos y ejerciendo la crítica de las políticas que pueden crear desigualdades, olvidos y marginaciones. Más aún, deberíamos ir trabajando todos estos valores con el ejemplo. Eso es evangelizar.
Lo que no debemos nunca es confundir al líder político con el representante de los valores bíblicos en la tierra. Ni Trump ni nadie merece esa atención y respeto religioso. Deberíamos reflexionar sobre esto porque, entre otras cosas, afecta a nuestro prójimo que, muchas veces, es víctima de políticas sociales injustas, económicas desequilibradas o de otro tipo, castigando especialmente a los más débiles, mientras se dice que se defienden otros valores bíblicos más importantes.
Si no denunciamos, criticamos y buscamos justicia en el mundo en general, independientemente de las ideologías de los partidos políticos, habría, entonces, que encontrar otras vías de promoción de los valores evangélicos y del Reino, para cambiar aquellos valores sociopolíticos que estén en contracultura con los bíblicos. Quizás con la acción comprometida, con el compromiso social, con el cambio de estilos de vida y prioridades. Es lícito que queramos extender por el mundo los valores del Reino en un mundo que necesita un cambio de valores.
Algunas preguntas más: ¿Existen en el mundo dos esferas de valores y pensamientos, una la secular y otra la religiosa, una sacra y otra profana, que tengan que ser autónomas e independientes? ¿Se ven desde un lado y otro los diferentes valores de una forma peyorativa u opuesta, en posicionamientos imposibles de reconciliar? ¿Son ámbitos distintos, el religioso y el profano, a los que hay que respetar su independencia?
Para los filósofos de la antigüedad el mundo estaba lleno de dioses. No se daba esa separación tan fuerte entre lo sagrado y lo profano que, quizás, no sean términos asimilables totalmente a lo secular y lo religioso de hoy. Es posible que, en los tiempos premodernos de nuestra historia, la sociedad no fuera totalmente profana en muchas materias, consideraciones y trabajos que hoy las podríamos entenderlos como secularizados. Hoy sí piden independencia las distintas ciencias sociales y políticas. Muchas veces, los que intentan gobernar mostrando públicamente la Biblia —que quizás no conocen bien—, o mostrando su presencia en la puerta de una iglesia a la que solo asisten ceremonialmente, suelen fracasar. El compromiso cristiano debe ir mucho más allá del posicionamiento del líder que busca el poder o la fuerza de los votos.
Podrían surgir infinitos cuestionamientos acerca de si el cristiano o la iglesia debe entrar a cuestionar, desde los valores bíblicos, la política, la economía, la sociología y las ciencias secularizadas, porque la realidad es que, a veces, parece que, en nuestra sociedad, hay muchos que quieren recluir a los cristianos en sus templos, y que no salgan a la palestra pública a denunciar, a anunciar nuevos valores o hacer críticas y cuestionamientos a la política o a las ciencias sociales desde las creencias.
Una cosa esencial es que no aceptemos que quieran recluir a los cristianos en sus templos o en la privacidad de sus casas. La razón de que los creyentes puedan incidir en la denuncia, la búsqueda de justicia y la difusión de los valores bíblicos, tanto en la política como en el ámbito de todas las ciencias económicas, sociales, culturales, etc., es que todo esto afecta a nuestro prójimo, perjudicando, en muchos casos a los más débiles del mundo. No obstante, hay que actuar con inteligencia y siempre siguiendo al Maestro. También conociendo bien la sociedad en la que nos movemos.
Yo creo que, si seguimos las líneas proféticas y de Jesús mismo, no nos quedará otro remedio que incidir con la denuncia y con los valores de justicia en todo aquello que crea estructuras injustas de poder, estructuras de pecado que humillan, despojan, marginan o empobrecen a muchos de nuestros prójimos. También, debemos defender la vida y los valores de una ética cristiana que afecte a las vidas de las personas, pero cuidado con identificar nuestros valores con los del líder político o, en su caso, con el partido político de turno.
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