Jesús, uniendo lo trascendente y el amor al hombre en su aquí y su ahora, nos dice: “Yo he venido para que tengáis vida y para que la tengáis en abundancia”.
Tres conceptos: la vida, el Evangelio y la vida, la vida abundante. Los creyentes deben defender la vida. Yo creo que, cuando el Evangelio habla de la vida abundante, de la vida en abundancia, y de que Jesús había venido al mundo para que tuviéramos vida, no se está refiriendo solamente a la metahistoria, a la vida del más allá. Jesús también vino para que el hombre, en su aquí y su ahora, disfrutara de la vida, tuviera vida abundante.
Todos los conceptos bíblicos, proféticos y del mismo Jesús, en defensa de la justicia, de la misericordia, del servicio y la diaconía, van en la línea de intentar llevar vida abundante a nuestro prójimo que sufre y que, quizás, ha caído en manos de ladrones en nuestro momento histórico, pues, en el fondo, en muchos aspectos, se podría decir que nuestro mundo ha caído en manos de ladrones. Es el gran mandamiento de projimidad que nos ha dejado Jesús, el mandamiento de amar, servir, tener misericordia y hacer justicia para con nuestro prójimo.
Los cristianos sabemos, al igual que las personas del mundo en general, a través de los medios de comunicación, viajes, documentales, etc., que hay muchísimas personas en el mundo que están en la infravida, muy lejos de un mundo de vida abundante que debería ser potenciada por los seguidores de Jesús, que deben ser las manos y los pies del Señor en medio de un mundo de dolor.
Los creyentes, siguiendo al Maestro, deben defender la vida, mancharse sus manos como buenos prójimos, para intentar infundir también algo de vida abundante en este paso por la vida, por este viaje que, para muchos, puede ser un valle de lágrimas. Si los cristianos no podemos dar un impulso de vida al hombre que sufre marginación, exclusión o pobreza, quizás sea que no hemos entendido el mensaje del Evangelio. Los seguidores de Jesús deberían saber que nos equivocaríamos si pensáramos que llevarles la vida abundante es llevarles un mensaje verbal del Evangelio. Por supuesto que es válido, pero transmitir vida en abundancia para los pueblos, es algo más que transmitir mensajes verbales, aunque comporten palabras de vida. La Palabra debe estar regada con el servicio, la búsqueda de justicia, la misericordia y el amor.
Cristianos del mundo: potenciad la vida, llevad algo de vida plena, abundante al prójimo que ha sido despojado, humillado y robado. Los cristianos sabemos que hay muchos niños, hombres y mujeres que, en este mundo, están en la infravida, en el no ser de la exclusión social, en el morirse cada día a causa de que, muchos en el mundo, parecen un sobrante humano, no participan de los bienes de la tierra que deberían ser para todos en igualdad, no participan de la medicina, de la higiene, de la capacitación, educación, cultura. La injusticia y el egoísmo de muchos de sus congéneres, les quitan las posibilidades de vida. No hay vida abundante para ellos.
Las palabras de Jesús, uniendo lo trascendente y el amor al hombre en su aquí y su ahora, nos dice: “Yo he venido para que tengáis vida y para que la tengáis en abundancia”. Siempre tendemos a pensar en el más allá, en la vida eterna, pero todos los ejemplos de Jesús de preocupación por el hombre, el considerar la evangelización como u plus de vida en nuestro momento histórico, la promoción social, la sanidad, la dignificación de niños, mujeres, enfermos y excluidos, nos muestran que Jesús también quiere que intentemos lleva con nuestro sacrificio, servicio y defensa de la justicia, la vida abundante a los hombres que se han quedado tirados a los lados del camino.
Hay un gran riesgo para defender la vida abundante del prójimo en nuestro aquí y nuestro ahora. Hay el riesgo de dar la espalda al grito del que está en la infravida, en el no ser del sufrimiento, de la marginación o exclusión social. Ese riesgo está en que esta vida abundante que anunciamos, la veamos, de forma empecinada, como metahistórica, apocalíptica, perteneciente al más allá, formando parte del mundo de la eternidad, entendiendo por eternidad aquello que esperamos cuando abandonemos esta vida. Así, podemos estar predicando el Evangelio, que también es de la misericordia, mientras damos la espalda al grito del sufriente en un mundo tan desigual e injusto como el que estamos viviendo o, si se quiere para muchos, sufriendo y muriendo.
Tenemos que tener en cuenta que la defensa de un concepto tan amplio como el de la vida, la vida abundante, no es solamente dar mensajes en defensa del aborto, de la eutanasia y similares. Afortunadamente algunos ya se han dado cuenta que también deben introducir en su evangelización mensajes en defensa de la vida de tantos y tantos que, en el momento actual, están en la infravida, en el no ser de la pobreza, del sufrimiento, del abandono.
En España ha habido Marchas por la Vida que, en el fondo, lanzaban mensajes evangelizadores a la sociedad, evangelizando la cultura. Hoy se echan de menos estas marchas, abandonadas, quizás, por miedo a que se radicalicen, como ha ocurrido en otros países que han asumido, incluso, posicionamientos violentos en contra de los médicos y clínicas abortistas, o miedo inconsciente a que la sociedad acabe hablando de los cristianos como involucionistas, retrógrados y alejados de todo proceso de progreso ético…, o, quizás, es que, simplemente, ya no hay cristianos que crea en estas marchas por la vida, pero la idea cristiana a favor de la vida sigue latiendo en estas áreas, al igual que en los temas de la eutanasia y los cristianos han conseguido cierta sensibilización.
Estamos en un mundo en el que, en muchos casos, la vida se asegura económicamente con la muerte o la infravida de los otros por opresión o despojo. Muchos viven en el exceso, el lujo y la superabundancia, a costa de la infravida de otros, de dejarlos tirados en el camino de la vida en el no ser de la marginación social. Eso no puede ser un valor bíblico para un cristiano. Dice la Biblia: “El despojo del pobre, está en vuestras casas” (Isaías 3:14), en las mesas de los ricos. Unos viven en la abundancia a costa de otros que están en la infravida, en el no ser del despojo social.
El Evangelio de la vida abundante también busca la promoción social de la vida de estas personas, de estos niños, como parte fundamental del mensaje cristiano. De ahí el valor bíblico del servicio, de la diaconía, de la búsqueda de la justicia.
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