La Palabra es para hacerla vida en nosotros, y que esto repercuta en auténticas realizaciones sociales, por amor al prójimo.
Este es un tema muy importante en la Biblia: la Palabra no es solamente para leerla o verbalizarla, no es adecuada estrictamente para predicaciones, alabanzas, oraciones o cualquier tipo de ritual cúltico. La Palabra es para trabajarla, construirla, hacerla, labrarla y, lógicamente, convertirla en acción.
Tenemos que ser los albañiles de la Palabra, los constructores, los hacedores y aquellos que la convierten en acción liberadora del mundo. Por eso la Biblia nos anima a que seamos hacedores de la palabra, peones que construyen con ella. Hay que llevarla mucho más allá de la lectura o de la verbalización, aun siendo éstas dos importante facetas de la Palabra, pero si no construimos con ella una acción misericordiosa y comprometida con el mundo sufriente, nos quedamos cortos. Nunca podremos ser esos albañiles de la Palabra que construyen con ella, la hacen, la realizan y la convierten en acción en medio de un mundo de dolor.
Albañiles de la Palabra. Nuestra mejor profesión, nuestra mejor forma de seguir al Maestro cuya palabra fue Palabra-Acción misericordiosa y justa. La fe que actúa por el amor es la constructora de la Palabra, la que nos convierte en aquellos que edifican el mundo a partir de la Palabra, esa Palabra que nunca vuelve a Dios vacía, sino que transforma y se arraiga en construcciones solidarias que, normalmente, deben estar ahí para la ayuda al prójimo necesitado.
Albañiles de la Palabra que construyen estructuras de justicia y de misericordia. Así, la Palabra es para hacerla vida en nosotros, y que esto repercuta en auténticas realizaciones sociales, por amor al prójimo, dentro de nuestra realidad, de nuestra historia en el aquí y el ahora que nos ha tocado vivir.
Por eso, que nadie se equivoque con la evangelización. Si el que evangeliza es un mero verbalizador de la Palabra, aun con la importancia que esto tiene, se queda corto si, a su vez, no es también un albañil de la Palabra, haciendo que ésta, hecha vida en nosotros, dé lugar a realizaciones concretas en las líneas de la justicia, la misericordia y la fe que, si es una fe viva, debe actuar por el amor. Todo un cuadro, un paisaje de lo que es lo esencial de la mismísima ley de Dios.
Loa hacedores de la Palabra, son auténticos evangelizadores, agentes del Reino de Dios que, de forma práctica, expanden los valores bíblicos por el mundo. La Palabra y la acción comprometida, amorosa y solidaria, deben ir siempre juntas. En todo caso, se podrían separar a efectos didácticos para reflexionar y entender la integralidad del auténtico esfuerzo evangelístico en el mundo en donde, además de la verbalización de la Palabra, se necesita hacerla, construirla con realizaciones concretas a favor de los más débiles.
Si en el mundo fallan los albañiles de la Palabra, los auténticos hacedores de ella, no habrá un entendimiento por parte de nadie para saber en qué consiste la vivencia de la auténtica espiritualidad cristiana, no el seguimiento del Maestro que anduvo por la tierra haciendo bienes. Así, los albañiles de la Palabra, los que la hacen en realizaciones concretas, también están haciendo una auténtica proclamación del Evangelio. No habrá nunca auténtica proclamación, cuando falten los hacedores de la Palabra, sus constructores, esos que estamos llamando los albañiles de la Palabra que actúan en compromiso con Dios y con el mundo, con el prójimo.
Así, cuidado tanto con los que predican la Palabra, como los que la oyen. Cuidado también con los que repiten continuamente las palabras “Señor, Señor”, pero no hacen, no practican la Palabra, no construyen con ella, no son hacedores, no se convierten en los albañiles de la Palabra. Si clamamos el nombre del Señor, pero somos pasivos, no hacemos la Palabra, omitimos la ayuda, la Biblia nos dice que estamos construyendo nuestra casa espiritual sobre una arena que no vale como fundamento. Podemos engañarnos a nosotros mismos, con la consecuencia de que, en el fondo, estamos engañando también a los que nos escuchan, a esos que no ven coherencia entre la Palabra y la Acción que, en el fondo, puede ser acción social evangelizadora.
El que no es un albañil de la Palabra, puede estar engañando a la gente, no hay coherencia entre su palabra y su acción. Ahí no puede darse nunca la auténtica verdad que no es un simple silogismo lógico, sino que tiene y debe estar acompañada de la construcción que se consigue con la acción solidaria a favor del prójimo. Así, si no ven coherencia en nosotros, ni Palabra hecha vida y acción en los que la comunican, vamos a ir creando la secuencia del verbalizador insolidario que, en muchos casos, acaba en el oidor olvidadizo, porque no hay coherencia de vida.
Los no hacedores de la Palabra, los que no se convierten en esos albañiles que construyen con sus acciones, quizás, más o menos conscientemente, están cometiendo un fraude, un engaño. La Biblia les dice: “Engañándoos a vosotros mismos”, porque esta realidad es criticada fuertemente a los no hacedores, a los que no son los albañiles de la Palabra: “¿Por qué me llamáis Señor, Señor y no hacéis lo que yo digo?”. Benditos todos los albañiles de la Palabra de Dios, los hacedores de su Palabra. Jesús nos dio ejemplo.
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