El País ha publicado en su edición de este sábado un bochornoso artículo sobre el crecimiento de iglesias evangélicas en la zona de Carabanchel.
Un informe de la consultora Gallup en 2023 apuntaba que hasta el 44% de los trabajadores se sienten estresados. Ante semejante realidad, algunos se preguntan si podemos vivir crónicamente agotados.
Algunos de los últimos datos recopilados hablan de una crisis de la autoestima que afecta a la mitad de la población mundial. “La verdadera autoestima es mucho más profunda que un simple ‘abrazarse’”, dice la psicóloga Lidia Martín.
En distintos lugares se ponen en marcha conferencias y cursos específicos para abordar “uno de los asuntos ideológicos más importantes del presente”, explica Francisco Mira.
El traspiés se produce, casi sin darnos cuenta, cuando empezamos a pensar que nosotros mismos, de ser Dios, haríamos las cosas de otra manera.
En nuestros tiempos de convalecencia Dios hace cosas increíbles. Las hace a nivel personal, pero también de iglesia, cuando nuestras fuerzas están bajo mínimos.
Porque el corazón del hombre y la mujer no ha cambiado, es fácil cruzar la línea entre lo puramente imprescindible para la supervivencia, y convertir en necesidad lo que realmente no lo es.
En este tiempo de crisis se hace, creo, más necesario que nunca establecernos fuertemente en el Dador de las promesas, más que en la bendición misma que nos ofrece, por mucho que la necesitemos.
En la vida nos enfrentamos a muchas y variadas aparentes contradicciones que no son, en realidad, incompatibilidades, sino paradojas.
La línea que separa el deseo legítimo, de la necesidad y la idolatría es tremendamente fina.
Él va delante de nosotros si le tenemos en cuenta en el largo túnel y el camino difícil.
Seguimos esperando mejorías que vengan como por arte de magia y continuamos siendo casi supersticiosos, en estas fechas especialmente.
Envueltos en nuestras propias urgencias, es más que probable que nuestro mundo continúe de espaldas a la realidad, no solo de aquel niño nacido, sino de que se acerca otro día en que ese Deseado retornará.
Creer que conocemos a Dios lo suficiente es, en un sentido práctico, la mayor de nuestras tragedias.
Salir bien parados de todo esto requiere un cambio de corazón, una reconciliación y relación profunda con el Creador a nivel personal.
Se trata de la segunda edición del ‘Manual de supervivencia’ que se publicó en mayo, y responde al impacto de la segunda ola de la epidemia.
Ante una realidad tan contundente, se impone revisar y hacer cambios a algunos de nuestros esquemas habituales, más que nada para seguir viviendo, y no solamente sobreviviendo.
El necio suele creer que sabe lo suficiente, paradójicamente. El sabio solo sabe que lo que conoce es una ínfima parte de lo que debería.
Cuando realmente hemos entendido el evangelio y lo que implica, aceptamos que la salvación viene con servicio, y no la entendemos como una “simple” entrada al cielo.
¡Qué fácil es hacer fiesta de la muerte, como si fuera un pasatiempo, cuando no nos toca de cerca!
Al habernos instalado en esa especie de negación permanente, somos la generación más frágil de todos los tiempos.
La realidad es que, en algún momento, no solo decidimos dejar entrar lo digital en nuestras vidas, sino que le dimos todas las comodidades y derechos sin aplicar demasiadas condiciones o restricciones a su presencia y acción.
¿Es demasiado pedir en tiempos convulsos como los que vivimos que, al menos, haya cierto juego limpio y valores deportivos, no solo en la pista, sino en la cancha de la vida?
Medimos nuestras fuerzas de forma imprecisa, incorrecta y profundamente arriesgada. Lo hacemos, además, de forma frecuente, sistematizada.
Cuando las pequeñas cosas marcan tanto, cuando lo minúsculo repercute y se amplifica de forma titánica, la descompensación es tan enorme entre lo uno y lo otro que verdaderamente aturde.
Igual resulta que nada de esto puede salir bien cuando, en vez de cooperar, a lo que nos dedicamos es a usarnos unos a otros para conseguir cada cual lo que queremos.
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