Educar a los hijos en la era digital I, por Lidia Martín

Un fragmento de “Educar hijos en la era digital I, de Lidia Martín (Andamio editorial, 2020). Puede saber más sobre el libro aquí.

Un libro como este puede significar para mucha gente un intento más de ponerle puertas al campo. Y quizá se perciba así por un doble obstáculo, implícito en el propio título y que analizamos a continuación.

Primer escollo, el asunto de educar:

- Por una parte, el asunto relacionado con la educación de los hijos resulta para muchos padres una guerra aparentemente perdida en los tiempos que vivimos. Los que no ven la necesidad de “volverse locos” con el tema de la educación, o piensan que los que insistimos en su trascendencia somos unos exagerados, ni la pelean siquiera. Así que el libro puede aportarles poco o nada, a no ser que haya una reflexión previa en la línea de reconducir su postura. Ese es uno de los objetivos de este libro: recordarnos la importancia de educar y hacerlo bien.

- Los que sí entienden la urgencia de educar e influir positivamente en nuestros hijos, pueden verlo como otro intento inútil, porque parecen tenerlo todo cada vez más en contra, no solo tecnológicamente hablando, que también, sino en otros muchos niveles, como efectos sociales o legales. Así que, con toda la dificultad que hay, y dado que la educación de los hijos no es un tema nuevo, ¿qué podría aportar un libro más a la marabunta de información que ya existe?

El segundo escollo es el asunto tecnológico en sí:

- Nos pesa la propia era digital en que vivimos y la realidad de que ni los propios adultos la manejamos demasiado bien. No creo que a la mayoría nos queden demasiadas dudas de que la cuestión tecnológica nos ha invadido para no retirarse y que se cruzó hace ya mucho una línea de no retorno que nos está complicando la vida en lo que a educar se refiere.

- Pero, quizá, no se trata tanto de claudicar ante la tecnología y sus aportes, que los tiene, sino de aprender a usarla convenientemente, limitando su posible acción obstaculizadora sobre nuestras vidas y la educación en particular, y aumentando las posibilidades que tiene en lo que puede beneficiarnos a través de un buen uso. No podemos rendirnos... porque entonces sí estaremos, nosotros y nuestros hijos, absolutamente vendidos.

Soy consciente de que tampoco ayuda que quien escribe lo haga como si hubiera ya alcanzado la meta. Yo, desde luego, no la he alcanzado y quiero desde el principio compartirlo con el lector, porque es la pura verdad. Este, entonces, no es un libro escrito desde la superioridad, sino desde la lucha misma en la arena, intensa y desesperante a veces, pero que merece la pena siempre, por agotados que nos deje.

Así que este no es un libro de consejos, sino uno en el que se pone en marcha el ejercicio de pensar en voz alta y compartir algunas de las reflexiones que, creo, no se nos deberían escapar. En este momento de mi vida, mi lucha es esta, y hay veces en las que siento que tengo goteras por todas partes y se me cuela el agua. Lo reconozco. Pero en ocasiones consigo contener alguna de ellas y, cuando lo logro, me llena de satisfacción pensar que la lucha ha servido realmente para algo. Eso es lo que quiero compartir ahora desde la honestidad (y, en ocasiones, el desaliento) de quien está aún –y probablemente por mucho tiempo– en pleno intento por educar en la era digital.

Mi deseo en esta reflexión es poder llegar a principios seguros que nos permitan tomar decisiones adecuadas en el día a día. Cambiar algunas incertidumbres por ciertas seguridades, y así hacer el problema algo más manejable, que no sencillo.

Ni la educación de los hijos es sencilla, ni tampoco lo es el manejo serio y proporcionado de las tecnologías. No lo es para los adultos y resulta mucho más complicado y tentador, incluso, para los más pequeños y jóvenes. Así que no parece haber atajos en esto: conocer bien nuestra propia naturaleza y la del medio en que nos movemos, saber qué papel juega en nosotros cada cual, para poder así adelantarnos al máximo y tomar medidas compensatorias.

Ahora bien, no quiero terminar esta primera reflexión acerca del libro que tienes entre manos sin mencionar un concepto que va a ser la médula espinal de todo lo que vendrá después: SOMOS RESPONSABLES. Ese es el verdadero porqué de que realicemos este esfuerzo por acotar lo inacotable. Responsables de educar y hacerlo lo mejor posible, y también de manejar las tecnologías estando profundamente agradecidos por ellas, pero no permitiendo que nos esclavicen, ni a nosotros, ni a nuestros hijos e hijas.

La insistencia en la responsabilidad personal es fundamental por varias razones que iremos desgranando. Pero la principal, también como seguidores de Jesús, es que esa responsabilidad es doble para los que creemos que nuestros hijos son un regalo directo de Dios. Tengo la misma exigencia, en un sentido, que cualquier otro padre o madre, pero además quiero ser responsable frente a un Dios que un día me preguntará acerca de mi labor como madre. Y no solo eso, sino que quiero actuar de manera agradecida, cuidando lo que se me dio como uno de los regalos más preciados que tengo. Las nuevas tecnologías no deberían disponer del poder para arruinar eso, pero lo obtienen cuando se lo concedemos. Y es ahí donde está el gran desafío para mí, para nosotros.

La tecnología no nos pidió permiso como tal para abordarnos. Pero la realidad es que, en algún momento, no solo decidimos dejar entrar lo digital en nuestras vidas, sino que le dimos todas las comodidades y derechos sin aplicar demasiadas condiciones o restricciones a su presencia y acción. Dicho de manera gráfica y directa, hemos admitido y acomodado al “okupa”, que por ser tal no nos pidió permiso para instalarse, pero no sé si alguna vez imaginó que llegaría a estar tan cómodo. Quiero ser, entonces, autocrítica con los límites, o más bien con la ausencia de ellos con que nos manejamos. Porque tenemos que hacer cambios de fondo en ese sentido YA.