El País ha publicado en su edición de este sábado un bochornoso artículo sobre el crecimiento de iglesias evangélicas en la zona de Carabanchel.
Contra todo pronóstico, David escogió ser fiel a sus principios, dejando que fuera Dios directamente quien se las entendiera con su enemigo.
Fue el caso de Daniel, que se convierte en destinatario y prototipo de la gracia preservadora de Dios que aguarda a otros.
Lo que hay verdaderamente en el corazón de las personas no se conoce mientras las cosas van bien; es solamente cuando las cosas van mal que se manifiesta lo que hay en el interior.
Uno de los mayores peligros que puede haber no es morder el polvo en la derrota, sino confiarse en la sucesión de victorias.
La necedad de nuestra sociedad es incurable, porque aunque hay señales evidentes del desastre que se aproxima, ni siquiera así se humilla ante Dios.
La verdad es una de esas nociones fundamentales de las que no se puede prescindir, por un lado, pero, por otro, con las que es muy difícil convivir.
Si la justicia emana del pueblo, será variable como el pueblo lo es; y si el pueblo cambia, la justicia también cambiará.
Necesitamos depender de su Palabra. Ella es y será siempre esa “punta de estrella” de oro de “curso legal divino”, con la cual se contrastará aquello que parece que es sano, correcto y bueno.
El temor de Dios es terapéutico, porque su efecto es sanador interiormente, con repercusiones que trascienden los límites de esta vida.
El oído es el órgano de la obediencia, si está abierto, o de la desobediencia, si se cierra, lo cual nos lleva a un terreno en el que está implicada la voluntad de la persona.
El bien podría sufrir y hasta estar a punto de ser aniquilado a manos del mal, pero, a la postre, jamás resultaría vencido.
La humillación es producto de la soberbia, su resultado natural, siendo una la causa y la otra el efecto.
Ya sea a través del amigo, que conscientemente nos aguza, o sea a través del prójimo, que inconscientemente lo hace, necesitamos dar con la horma de nuestro zapato.
Hay pocas cosas más preciosas que una buena conciencia, dado que no teme ser puesta en evidencia, porque nada tiene que esconder, nada que ocultar.
Verdaderamente andar según lo que se nos quiera vender en cada momento es cosa de locos.
La paz de saber que el mal no tiene la hegemonía debe ser en los tiempos actuales, como lo fue en los anteriores, fuente de fortaleza para el cristiano.
Velar a las puertas, es sinónimo de estar alerta, vigilante y preparado, con el ansia de recibir la verdad.
Se hace preciso que los padres cristianos tengan claro qué es lo que van a hacer con sus hijos, para que, hasta donde llega su responsabilidad, puedan tener la conciencia tranquila de que hicieron lo que debían.
Tener autoridad va ligado al honor y el honor tiene que ver con la distinción que alguien merece, a causa de su limpio proceder.
Hay una generación de fatuos que tienen mucho poder y sus demenciales decisiones pueden salirnos muy caras a todos.
Los traidores no escaparán de las consecuencias de su traición. Por contra, es la justicia, el recto proceder, lo que les libra a los que se mantienen firmes en ella.
Las ventajas y beneficios que se obtienen por medio de la mentira, a la corta, hacen que sea un recurso bien extendido en este mundo.
Lo poco, con justicia es mucho, por el valor de la justicia. Lo mucho, sin justicia es nada, por la falta de justicia.
Sí, el abatimiento y el desánimo son compañeros frecuentes de viaje del cristiano porque en el mundo va a tener una determinada clase de aflicción que el que no es cristiano nunca conocerá.
El pecado inevitablemente va a hacer acto de presencia en el discurso, estando la proporción numérica del pecado en relación directa al número de palabras dichas.
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