El tweet de Dios sobre el leal y el mentiroso

Cuando los dos espías que mandó Josué a Jericó llegaron a la casa de aquella mujer, ésta los ocultó y no los denunció ante su propio pueblo. Fue una acción singular, porque suponía proteger a unos extranjeros que eran enemigos de los de su propia nación. Pero aquella mujer sabía, por el conocimiento que otorga la fe, que Jericó estaba perdida, aunque tuviera un muro imponente. Y así fue como hizo jurar a los espías que, así como ella los había librado, ellos la librarían a ella y a su casa cuando Israel conquistara la ciudad. Se trataba de una apelación para que le respondieran con lealtad, ante el bien que ella les había hecho.

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Al llegar el momento, Josué mandó a los dos espías que entraron en su casa que le preservaran la vida y a su familia, tal como le habían prometido, siendo este hombre leal a la palabra empeñada y así fue como Rahab se salvó. En el instante del fragor y del estruendo, podría haber sido fácil que la promesa quedara en el olvido. Todavía con más motivo, cuando en ese momento los vencedores estaban viendo cómo la que parecía inexpugnable ciudad caía, con la euforia que desata un acontecimiento de esa magnitud. Es fácil hacer promesas en momentos de necesidad y es fácil olvidarlas en momentos de prosperidad. Pero Josué era un hombre de lealtad, de palabra.

Entre Siba y Mefi-boset había una relación de siervo a amo respectivamente, que no tuvo que ser aceptada de muy buena gana por el primero, quien había sido siervo del rey Saúl, abuelo de Mefi-boset. Porque una cosa es ser siervo de un rey y otra es serlo de alguien venido a menos, como era Mefi-boset, quien además de pertenecer a una dinastía caída, era impedido de los pies. Mas la orden del rey David fue tajante y a Siba no le quedó más remedio que aceptar la nueva situación, trabajando a partir de entonces para su nuevo amo (2 Samuel 9:9-10).

Pero pasó el tiempo, que trajo acontecimientos que nadie imaginaba, como fue el de la rebelión de Absalón, que puso a David en la coyuntura de perder el trono y a un paso de perder la vida. En la angustiosa huida de Jerusalén, Siba le salió al paso a David, con abundantes provisiones, y cuando el rey le preguntó dónde estaba Mefi-boset, le contestó que se había quedado en la ciudad, esperando que, dadas las circunstancias, ahora sería la ocasión en la que él, descendiente de Saúl, recibiría el reino. Esas fueron las palabras de Siba a David, que éste creyó. De ese modo, Siba se presentó como un fiel seguidor de David y exhibió a Mefi-boset como un traidor (2 Samuel 16:3).

Poco después, tras el fracaso de la intentona de Absalón y su muerte, cuando David regresaba a Jerusalén, uno de los que salieron a recibir al rey fue Mefi-boset, quien al ser interpelado por David sobre su ausencia en el momento de mayor angustia, contestó que Siba le había engañado, impidiendo que montara en la cabalgadura por su cojera y evitando que fuera a encontrarse con David. Fue la manera en la que un mentiroso procuró dañar y calumniar a su prójimo, para beneficio propio (2 Samuel 19:26).

Hay un tweet de Dios que dice lo siguiente: ‘Contentamiento es a los hombres hacer misericordia; pero mejor es el pobre que el mentiroso.’ (Proverbios 19:22). Hay dos partes que tiene este pasaje, siendo la primera la que contiene la palabra lealtad, que se ha traducido como misericordia. Dice el texto que hay quien encuentra su deleite o su contentamiento en practicarla, tal como hizo Josué con Rahab. Y ciertamente es un valor precioso, que enaltece a quien lo posee, sirviendo además de bendición para los que se benefician del mismo.

Y si una de las peores cosas que podían, y pueden, sucederle a alguien es la pobreza, en cualquiera de sus formas, con todo es preferible a la condición del mentiroso. El pobre es el que está despojado de fuerza, recursos, influencia, dinero, etc., pero el mentiroso es el que está despojado de honestidad y verdad. Al primero le faltan realidades externas, pero al segundo una realidad interna, que es esencial. Por eso Mefi-boset, el pobre, supera a Siba, el mentiroso.

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En un mundo donde la deslealtad es corriente, qué vital es que ocupe un lugar central en el corazón, de modo que sea una inclinación gozosa. Y en un mundo donde la mentira es lo normal, qué importante es tener presente que es lo peor que puede haber en el interior de alguien, no importa cuánto exterior posea. Por eso hace falta Josué y sobra Siba.