El tweet de Dios sobre la lisonja y su fruto

Uno de los cargos oficiales en el imperio romano era el de gobernador, quien tenía la autoridad, en nombre del emperador, para impartir justicia, ostentar el mando de la fuerza armada y ocuparse de los asuntos públicos de su territorio. Como el imperio era inmenso, estaba dividido en provincias, con lo que se facilitaba su administración, siendo una de ellas Judea.

En el Nuevo Testamento se mencionan a cuatro gobernadores: Cirenio, Poncio Pilato, Félix y Festo. El primero aparece al principio del capítulo 2 del evangelio de Lucas, en una breve referencia, y el segundo en los cuatro evangelios, donde se describe el interrogatorio al que sometió a Jesús y su decisión determinante para que fuera condenado a muerte, habiendo pasado a la historia como ejemplo de juez cautivo de la presión externa y, por tanto, torcedor de la justicia. Los otros dos gobernadores citados aparecen en el libro de los Hechos, siempre en relación con el apóstol Pablo.

Antonio Félix, que era su nombre completo, fue nombrado gobernador o procurador de Judea por Claudio. Las palabras que escribió el historiador romano Tácito acerca del carácter de Félix son muy clarificadoras: “Antonio Félix ejerció el poder real con talante de esclavo, cometiendo toda clase de crueldades y haciendo sus caprichos. Habiendo recibido en matrimonio a Drusila, nieta de Cleopatra y Antonio, se convirtió Félix en yerno segundo de Antonio, del que, a su vez, Claudio era nieto.” (Tácito, Historia, V, 9). De modo que este hombre, por su matrimonio con Drusila, emparentó nada menos que con el emperador y también con el rey Herodes Agripa II, de quien Drusila era hermana.

Cuando el apóstol Pablo, que había sido denunciado por los judíos como instigador de altercados y profanador del templo, fue llevado ante Félix para ser juzgado, éste no emitió una sentencia, que debía haber sido de absolución, porque los cargos presentados no se sostenían, sino que dio largas al veredicto, manteniendo a Pablo preso. Unos días después le llamó, dándole el apóstol testimonio sobre la fe en Jesucristo. Es notable la reacción de espanto que tuvo Félix al oírle hablar de la justicia, el dominio propio y el juicio venidero (Hechos 24:25). Pero no es de extrañar, dado que era un hombre dominado por las más bajas pasiones. ¿Cómo alguien carente de justicia y de dominio propio iba a soportar escuchar acerca del juicio ante Dios, a quien tendría que dar cuenta de sus actos? Despidió a Pablo, pero le volvió a llamar más veces para hablar con él, lo cual podría haber inducido al apóstol a pensar que estaba interesado en la fe cristiana. Pero fue sólo una manera de halagarlo, porque la verdadera intención era que Pablo le diera dinero, dado que el soborno era habitual para comprar la buena voluntad de Félix. 

Pasaron dos años y Félix supo que iba a ser sustituido en el cargo por Porcio Festo, pero lejos de poner en libertad a Pablo lo retuvo preso, siendo la razón querer agradar a los judíos. El hombre que cometió tantas tropelías contra ellos, usó a Pablo como medio de aplacar su enemistad y ganarse su aprobación. Era el acto final de su carrera en Judea, mediante el cual quería quedar bien con ellos. Naturalmente, la justicia estuvo ausente totalmente en esta decisión, de modo que el juez Félix no actuó de manera muy diferente a aquel otro juez que fue Poncio Pilato.

Cuando Festo accedió al puesto de gobernador escuchó a los acusadores del apóstol y al apóstol mismo. Pero como las acusaciones no tenían base, el deber de este juez debía haber sido ponerlo en libertad. Sin embargo, como Festo acababa de recibir el cargo, de haber puesto en libertad a Pablo ello le hubiera acarreado comenzar su mandato teniendo a los judíos en su contra. Y como no le era conveniente tal cosa, a fin de darles agrado, preguntó a Pablo si quería ser juzgado ante él en Jerusalén (Hechos 25:9). Esta propuesta de Festo parecía otorgar favor a Pablo, aunque en realidad era una mera maniobra encubierta para beneficiar a sus enemigos. Pero la adulación al apóstol no surtió el efecto deseado, porque él apeló a César.

En estos tres casos, Poncio Pilato, Félix y Festo, estamos ante tres representantes del derecho romano, que ha pasado a la historia como ejemplo de jurisprudencia. Sin embargo, la arbitrariedad de los tres convirtió la justicia en injusticia, porque tras sus decisiones, que pretendían presentar como rectas, se escondían intereses espurios.

Hay un tweet de Dios que dice lo siguiente: ‘El hombre malo lisonjea a su prójimo y le hace andar por camino no bueno.’ (Proverbios 16:29). La lisonja, que es el halago interesado, procede del hombre malvado, cuya intención termina siendo dañina para aquél hacia quien va dirigida, no importa la afabilidad que la adulación pueda aparentar. Así fue como la reclusión de Pablo se prolongó por espacio de varios años, como resultado de ella.

Hasta el día de hoy la lisonja sigue siendo usada y sus perjuicios no han dejado de ser menos nocivos.

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[title]Por un año más[/title]

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