El País ha publicado en su edición de este sábado un bochornoso artículo sobre el crecimiento de iglesias evangélicas en la zona de Carabanchel.
En la Biblia hay historia verdadera que no debe confundirse con ningún mito o leyenda inventada por los hombres.
Dios es un agente cuya actividad es intencional. Esta capacidad intencional es la que trae a la existencia a todos los demás seres.
Cuando se ojea alguno de los textos universitarios de biología con los que se forma hoy a los futuros biólogos, se tiene la sensación de que el enigma del origen de la vida esté perfectamente resuelto.
La cosmología actual no puede confirmar si el cosmos tuvo un principio en el tiempo o es eterno.
Que la ciencia sea incapaz de ofrecer la explicación última del cosmos, no quiere decir que tal explicación no pueda alcanzarse por otro camino.
El concepto de “nada”, que es fundamental en la doctrina de la creación a partir de la nada, es radicalmente diferente de la “nada” de los cosmólogos.
Durante los últimos 25 años, han proliferado las especulaciones cosmológicas y los modelos matemáticos acerca de cómo se podría haber producido la Gran Explosión a partir de una fluctuación de un vacío primordial.
“En el principio creó Dios los cielos y la tierra” significa que hubo un inicio temporal del mundo a partir de la nada.
Según la Biblia, Dios es un agente cuya actividad es intencional. Precisamente esta capacidad intencional es la que trae a la existencia a todos los demás seres.
Teniendo en cuenta lo que se conoce sobre la increíble complejidad celular, no es sorprendente que las investigaciones acerca del supuesto origen químico de la vida estén en un callejón sin salida.
Si al principio se creó la materia, el tiempo y el espacio, la causa originaria debió ser inmaterial, atemporal y no espacial.
La creencia de que la ciencia contradice al teísmo o a la fe cristiana no es cierta y responde más bien a ignorancia o a intereses ideológicos.
Dios no elimina el mal porque para hacerlo debería primero anularnos como personas. Tendría que quitarnos el libre albedrío con el que fuimos creados.
Es lógico que el ser humano se haya venido preguntando desde siempre acerca de la paradoja que supone la creencia en un Dios bondadoso y poderoso, frente a la cruel realidad del mal que evidencia la naturaleza.
Es posible que Dios creara el mundo con la posibilidad de que pudiera existir el mal, pero que fuera la equivocada elección del ser humano, al decantarse hacia lo malo, la que lo hizo realidad.
El ateísmo no ofrece un fundamento sólido para explicar la realidad moral que experimentamos en el mundo.
Si Dios no existiera, ¿dónde se podría fundamentar objetivamente el bien o el mal, lo correcto y lo incorrecto?
La mayoría de las personas, independientemente de sus creencias, toman las mismas decisiones fundamentales cuando se enfrentan a los mismos dilemas éticos.
¿Existe una ley moral universal escrita en toda conciencia humana o se trata sólo de un instinto que depende de cada cultura?
El argumento del diseño pone de manifiesto que no existe ninguna incompatibilidad entre el Dios revelado en la Biblia y el diseñador inteligente que requiere la teoría.
¿Y si la propia evidencia científica mostrara la existencia de órganos o funciones biológicas complejas que no pudieran haberse formado de ninguna manera mediante el tipo de transformaciones que requiere el darwinismo?
El razonamiento lógico nos permite concluir que el universo físico tuvo que ser originado por una mente sobrenatural poderosa y sabia que no formaba parte de la naturaleza, ni estaba sometida al tiempo o al espacio.
Dios, al no ser materia que cambia en el tiempo y el espacio, no es susceptible de verificación por los sentidos humanos
En el siglo XXI la ciencia está cambiando algunas de sus concepciones anteriores, abriendo indirectamente la puerta a la posibilidad de un Dios creador.
En el XIX el ser humano dejó de ser considerado científicamente como el rey de la creación y quedó reducido a un mero accidente cósmico: sin Creador y sin propósito, sin alma, sin Dios y sin esperanza.
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