Si al leer tu Biblia descubres que Dios te está hablando a través de ella, es porque el Espíritu Santo te está dando la oportunidad de solucionar algo que no está bien en tu vida.
La Palabra de Dios tiene poder para dar vida y cambiar la existencia de las personas. La lectura de la Biblia nos permite conocer mejor a Jesús, descubrir nuestros errores, nuestro pecado y obtener fuerzas para no volver a caer y para vencer el mal. De esta manera somos transformados. Si al leer tu Biblia descubres que Dios te está hablando a través de ella, es porque el Espíritu Santo te está dando la oportunidad de solucionar algo que no está bien en tu vida. Es porque aún estás a tiempo de corregirlo, de arrepentirte y entregarte por completo a Cristo.
Desde Génesis hasta Apocalipsis hay un mismo tema: la redención de la humanidad. Jesús es el protagonista de toda la obra. Un mismo asunto recorre toda la Escritura de principio a fin. Como es sabido, la Biblia fue escrita durante un período de 1.600 años, por 40 autores diferentes que generalmente no se conocían entre ellos, en tres continentes distintos (Europa, Asia y África) y en tres idiomas (hebreo, arameo y griego). Es normal que el libro de un solo autor posea unidad temática: el Corán fue escrito por una sola persona; las Analectas de Confucio (que fueron charlas dadas a sus discípulos) reflejan el pensamiento exclusivo de Confucio; los escritos de Buda fueron escritos sólo por Buda. Ahora bien, ¿cómo es posible que 40 personas coincidieran en el tema central de la Biblia? Poetas, profetas, príncipes, reyes, marinos, soldados, abogados, médicos, prisioneros, pescadores, recaudadores de impuestos, hombres de negocios, etc., escribieron en sus casas, pero también en cuevas, barcos, palacios y en cárceles. Sin embargo, lo extraordinario es que todos acertaron con el mismo tema.
En Mateo 5:18, Jesús dijo: “Les aseguro que mientras existan el cielo y la tierra, ni siquiera un punto o una coma se quitará de la ley, hasta que todo se cumpla”. Si el Maestro creía que cada palabra y cada frase de la Ley (Pentateuco) era verdad, ¿quién soy yo para pensar lo contrario? Si creo y confío en Jesús, y él creía en la Biblia, yo también quiero creer en la Biblia porque confío en Él.
Jesús creía en los profetas. Se refirió a ellos como personas reales de carne y hueso. Habló acerca de lo real que fue Daniel. Jesús creyó en Noé y en todo lo que sucedió con la inundación. Él creía en Adán y Eva como personajes históricos. Jesús creía en la tragedia de Sodoma y Gomorra, y en lo que ocurrió allí. Él creyó en Jonás y lo que pasó en Nínive. Estas historias de Adán y Eva, Noé, Sodoma y Gomorra, y Jonás son las más controvertidas de toda la Biblia. Muchos dicen que sólo son un montón de fábulas para ilustrar lecciones de moral, pero que no ocurrieron en realidad. Sin embargo, Jesús creyó que realmente sucedieron. Incluso utiliza algunas de ellas como ejemplo de lo que iba a suceder en su resurrección. Si realmente Jesús creía en Jonás, yo lo creo también. No sé qué clase de pez usó Dios para tragarse a un hombre, pero lo hizo. Respeto a mis hermanos que creen lo contrario, que piensan “bueno esta parte es mítica y no la acepto, pero esta otra se adecúa más a mis sentimientos y es más lógica y, por tanto, sí la acepto”. Pero, lo cierto es que Jesús aceptó toda la Escritura como inspirada por Dios, por eso yo también la acepto.
En relación al Antiguo Testamento, el apóstol Pablo escribió: “Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia” (2 Ti. 3:16). También al Nuevo Testamento se le llama la “Escritura”, por ejemplo el mismo Pablo, en 1 Timoteo 5:18, dice: “Pues la Escritura dice: No pondrás bozal al buey que trilla; y: Digno es el obrero de su salario”. La primera frase es del AT (Dt. 25:4) pero la segunda la pronunció Jesús y está recogida en el evangelio de Mateo (10:10). Luego, el apóstol Pablo consideraba los evangelios también como Escritura inspirada por Dios.
De la misma manera, el apóstol Pedro se refiere a las epístolas escritas por Pablo con las siguientes palabras: “Y tened entendido que la paciencia de nuestro Señor es para salvación; como también nuestro amado hermano Pablo, según la sabiduría que le ha sido dada, os ha escrito, casi en todas sus epístolas, hablando en ellas de estas cosas; entre las cuales hay algunas difíciles de entender, las cuales los indoctos e inconstantes tuercen, como también las otras Escrituras, para su propia perdición” (2 P. 3:15-16). Lo cual significa que también consideraba las epístolas de Pablo como “Escritura”. Por lo tanto, toda la Biblia (Antiguo y Nuevo Testamento) era considerada por la iglesia cristiana primitiva como Escritura divinamente inspirada.
Que la Biblia sea inspirada por Dios, significa que fue escrita por hombres iluminados por el Espíritu Santo. Tal como reconoce el apóstol Pedro: “porque nunca la profecía fue traída por voluntad humana, sino que los santos hombres de Dios hablaron siendo inspirados por el Espíritu Santo” (2 P. 1:21). Esto mismo es lo que admitió también el rey David al decir: “El Espíritu de Jehová ha hablado por mí, y su palabra ha estado en mi lengua” (2 S. 23:2). Por lo tanto, la propia Escritura dice que llegó de parte de Dios pero a través de los escritos de hombres divinamente inspirados. Hombres que, en algunos casos, eran profetas como Moisés, Samuel, Elías o Eliseo, mientras que, en otros, además fueron príncipes (como Daniel), pastores (como David) o reyes (como Salomón). Pero, desde luego, todos llegaron a profetizar y proclamar la Palabra de Dios.
En cuanto a los escritores del Nuevo Testamento, también fueron apóstoles y profetas que constituyeron el fundamento de la Iglesia, tal como afirma Pablo: “edificados sobre el fundamento de los apóstoles y profetas, siendo la principal piedra del ángulo Jesucristo mismo” (Ef. 2:20). Todos los redactores del NT eran conscientes, y así lo manifestaron, de haber recibido su mensaje de parte de Dios (2 P. 3:15-16; Jn. 16:13; 14:26; 1 P. 1:1; 2 P. 1:1, 16; Stg. 1:1, Jud. 1-3). Sin embargo, no fueron como simples máquinas autómatas de escribir (hoy diríamos, computadoras con procesadores de texto), sino que Dios usó sus particularidades personales, su lengua, sus estilos literarios, sus experiencias, su bagaje cultural, etc., para revelarles la Palabra. Por eso la Biblia se escribió en hebreo, en arameo o en griego y contiene diferentes estilos literarios (narrativa, poesía, parábola, metáfora, alegoría, hipérbole, etc.). No obstante, el resultado último es exactamente el que Dios diseñó en su infinita sabiduría porque los profetas tenían absolutamente prohibido alterar el texto bíblico. Nadie podía añadir o quitar nada de la Palabra de Dios (Pr. 30:5-6; Ap. 22:18-19).
La revelación fue transmitida de diversas maneras: por medio de sueños (Gn. 37:1-11), visiones (Dn. 7), voces audibles (1 S. 3), voces interiores (Os. 1; Jl. 1), ángeles (Gn. 19:1-29), milagros (Ex. 3), echando suertes (Pr. 16:33), mediante piedras preciosas (Ex. 28:30) o por medio de la naturaleza (Sal. 8; 19:1-6). Tal como escribe el autor del libro de Hebreos, “Dios, habiendo hablado muchas veces y de muchas maneras en otro tiempo a los padres por los profetas en estos postreros días nos ha hablado por el Hijo, a quien constituyó heredero de todo, y por quien asimismo hizo el universo (He. 1:1-2).
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