A Dios por el ADN del coronavirus

En este mundo, casi todas las cosas pueden ser usadas para el bien o para el mal. El ADN, por ejemplo, contiene la información para formar un precioso bebé en nueve meses o para dar lugar a una pandemia, como la del actual coronavirus, capaz de matar a miles de personas en pocos días. Vida y muerte coexisten desde la noche de los tiempos, según la Biblia, como consecuencia del orgullo humano. De manera que toda la creación gime a una, esperando su liberación absoluta (Ro. 8:22). Esto no debe sorprender a los creyentes porque ha sido así desde el principio. 

¿Terminará algún día este miedo a la enfermedad y a la muerte? La crucifixión de Cristo y su posterior resurrección nos confirman que la muerte tiene los días contados. Del amor de Dios que llevó a Jesús a la cruz, no podrá separarnos nada. Ni la muerte, ni la vida, ni principios espirituales, ni el presente, ni el futuro, serán capaces de alejarnos de ese inmenso amor divino (Ro. 8:38-39). 

¿Qué debemos hacer mientras tanto? Orar al Señor, rogarle, pedirle que palie las aflicciones de este mundo sometido al mal y que nos use a nosotros para ayudar a los demás. Debemos interceder por quienes sufren las consecuencias de males como el coronavirus. Sacrificarnos por ellos como Cristo hizo por la Iglesia. La actual pandemia es una oportunidad para que las congregaciones cristianas muestren el amor, la solidaridad y la misericordia del Señor. Debemos obedecer las prescripciones de los gobiernos para evitar el contagio. No a las reuniones, no salgamos de nuestros hogares innecesariamente, no airemos teorías conspirativas, no seamos negligentes con la higiene, no ocultemos la enfermedad. Las medidas milenarias de la Biblia, como la cuarentena, la esterilización y el lavado frecuente, siguen siendo las mismas que se requieren hoy a propósito de la actual pandemia.

En definitiva, el coronavirus nos confirma, una vez más, que nuestra poderosa civilización tecnocrática tiene los pies de barro y que somos tan frágiles como una hoja de roble en invierno. Esta pandemia nos convida a la reflexión profunda acerca de nuestra vida. ¿Qué somos en realidad? ¿Cuál es el propósito de nuestra existencia? ¿Debemos poner en orden nuestras creencias?