El País ha publicado en su edición de este sábado un bochornoso artículo sobre el crecimiento de iglesias evangélicas en la zona de Carabanchel.
Cuando el Estado Pontificio estaba a punto de colapsar, el Papa y la Iglesia Católica Romana sintieron la necesidad de proclamar un nuevo dogma, esto es, la infalibilidad del Papa.
El propósito de este artículo es discutir las razones por las que Packer firmó este documento y ofrecer algunas observaciones críticas al considerarlas.
Al no estar comprometido sólo con Cristo, el catolicismo romano está ansioso por extender su catolicidad en todas las direcciones, incluso en aquellas claramente contrarias a los fundamentos de la fe cristiana.
La devoción mariana fue un rasgo característico de la vida de Wojtyla.
Por razones misiológicas, teológicas, evangelísticas y estratégicas, los evangélicos deben contender con el catolicismo romano en el mundo de hoy.
Vale la pena mencionar la regresión espiritual que estamos presenciando en medio de la crisis de la pandemia.
El Papa Francisco tiende a idealizar las culturas nativas, viéndolas como ya infundidas por la gracia de Dios.
La tensión entre el ‘romano’ Benedicto y el ‘católico’ Francisco ayuda a explicar la crisis actual.
El vínculo entre el Espíritu Santo y la Iglesia es tan orgánico que para Benedicto, la Escritura, la tradición y el magisterio romano coinciden siempre porque están guiados por el mismo Espíritu.
Algo falta en las respuestas del Papa. Cristo nunca es mencionado en toda la entrevista.
Al querer ser romana, la Iglesia dejó de ser católica. La marca romana fue una adición espuria que alteró la naturaleza de la catolicidad de la Iglesia.
Según la apropiación católica de la fórmula de Agustín, la relación entre Cristo y la Iglesia es tan orgánica y profunda que la Iglesia se convierte en parte de todo Cristo.
El Mensaje del Papa Francisco para el Día Mundial de las Misiones contiene algunos aspectos importantes de la misionología católica romana que merecen una atención crítica.
Como nos enseñó la Reforma Protestante, uno puede y debe sostener la Palabra de Dios sobre cada elaboración teológica del pasado mientras, al mismo tiempo, atesorar la herencia que generaciones de creyentes han consignado a las siguientes.
No es posible retrasar el reloj como si no hubieran pasado 1.700 años de historia. Es simplista, así como antihistórico, pensar que la profesión común de Nicea puede ser extraída de las importantes adiciones, que se han convertido en las claves interpretativas católico romanas del cristianismo de credo.
A ambos lados del Atlántico, el Papa Francisco está bajo fuego.
El Papa Francisco sigue aferrándose a la idea de que, mientras sus hijos cometen errores, la iglesia es indefectible.
La mariología no está demasiado interesada en la enseñanza bíblica, sino que está envuelta en profundas aspiraciones del corazón que aparentemente no son satisfechas por la persona viva de Cristo.
En esta alta mariología, la cristología también está en juego. Si María es el punto de contacto entre el cielo y la tierra, ¿no está en peligro la singularidad de Jesucristo como Dios-hombre? Si el Evangelio se desencarna sin María, ¿no es borrosa la encarnación del Hijo?
En esta tendencia hay resbalones peligrosos que reflejan una ingenuidad teológica cuando se trata de comprender la realidad del catolicismo romano como un todo.
El proselitismo se convierte en una etiqueta derogatoria para descalificar a los que quieren evangelizar a sus vecinos porque éstos son no creyentes, aunque puedan ser “miembros” de una iglesia, sea lo que ésta sea para ellos.
Jugar con la teología histórica y rediseñar su vocabulario para propósitos actuales nunca es una actividad neutral.
La idea de que toda persona es hija de Dios significa que todas serán al final salvas, emborronando la distinción entre naturaleza y gracia, y entre ser una persona creada y una persona salva.
Su pensamiento surge de las fuentes jesuitas, pasando por las influencias latinoamericanas, hasta la matriz del Vaticano II de la Roma contemporánea, sin que haya sido corregido por la Palabra de Dios.
La mariología tiende a ser una intrusa dentro de la armonía trinitaria y un obstáculo para una apreciación completa de quien es el Dios Trino.
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