El vínculo entre el Espíritu Santo y la Iglesia es tan orgánico que para Benedicto, la Escritura, la tradición y el magisterio romano coinciden siempre porque están guiados por el mismo Espíritu.
El Papa Benedicto XVI (Joseph Ratzinger) es una de las figuras más imponentes de la teología católica romana del siglo XX.
Nacido en 1927, su impresionante biografía incluye haber sido experto teológico en el Concilio Vaticano II (1962-1965), haber tenido varias cátedras en Munich, Bonn, Münster y Ratisbona (1957-1977), haber sido arzobispo de Munich (1977-1981) y cardenal, después Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe (1981-2005), hasta llegar a ser Papa (2005-2013), y desde 2013, Papa Emérito.
Su Opera Omnia consta de 16 volúmenes y cubre prácticamente todos los aspectos de la teología y la vida de la iglesia con profundidad académica. No hace falta decir que no se puede pensar en abordar seriamente el catolicismo romano actual sin aceptar su obra.
Su estatura hace que su reputación se extienda desde el mundo católico romano. Así que un libro sobre The Theology of Benedict XVI: A Protestant Appreciation (La teología de Benedicto XVI: Apreciación Protestante), ed. T. Perry (Bellingham, WA: Lexham Press, 2019), no es una sorpresa y es una contribución bienvenida para acercarse a la obra de Joseph Ratzinger desde el exterior.
El volumen contiene 15 artículos escritos por autores protestantes que cubren varios aspectos de su trabajo, especialmente en las áreas de la teología dogmática y litúrgica, ofreciendo un punto de entrada a su visión teológica. El tono general de los artículos es generalmente informativo y comprensiblemente apreciativo, como indica el subtítulo.
Tim Perry, el editor del libro, no es nuevo en las iniciativas dirigidas a construir un puente ecuménico entre evangélicos y católicos.
Se puede pensar en su edición de The Legacy of John Paul II: An Evangelical Assessment El Legado de Juan Pablo II: Una evaluación Evangélica (2007), en la cual el Papa Wojtyla fue evaluado en términos extremadamente generosos, tanto que el análisis pareció ser selectivo y olvidadizo de los principales puntos críticos de su legado (p.ej., ver mi reseña haciendo preguntas sobre el supuesto pero idiosincrático "legado centrado en Cristo" de Juan Pablo II”).
Otros volúmenes de Perry (p.ej. Mary for Evangelicals María para los Evangélicos, (2006), y con D. Kendall, The Blessed Virgin Mary La Bienaventurada Virgen María, (2013) también muestran su deseo de alimentar la apetencia evangélica por la doctrina y la espiritualidad católica romana (p.ej., la mariología), aunque no siempre indican lo que está en juego bíblicamente en ellos.
Su capítulo sobre María en el libro (pp. 118-135) confirma su deseo de encontrar maneras de "redimir" los dogmas y las prácticas católico marianos para los lectores evangélicos, incluso cuando deberían ser simplemente rechazados desde el punto de vista bíblico.
En su introducción, Perry mira al futuro (¿ecuménico?) y señala cuatro formas en las que la sabiduría teológica de Ratzinger puede ser útil para la iglesia de mañana. Aprendiendo de Benedicto, la iglesia:
Todos estos son puntos importantes. Sin embargo, a ambos lados del Tíber (protestante o católico romano), ¿quién puede estar en contra de ellos? Son tan genéricos que incluso a lo largo de la línea divisoria liberal-conservadora dentro de varios grupos cristianos, ¿quién podría decir algo en contra?
El problema es: ¿representa esta lista de manera justa y precisa, si no la totalidad, al menos el corazón de la teología de Ratzinger? ¿Resumiría el mismo Benedicto su trabajo en estos puntos?
¿Estamos seguros de que su mensaje a las iglesias puede separarse de la naturaleza sacramental, jerárquica e institucional del evangelio romano y de las "gruesas" afirmaciones de Roma sobre la eclesiología, la soteriología, el papado, la mariología, etc.?
La intención de "apreciar" la teología de Ratzinger es evidente, pero ¿qué pasa con la capacidad de penetrar en la misma? La impresión de una brecha similar se confirma en otros capítulos del libro.
Por ejemplo, Ben Meyers y Katherine Sonderegger discuten amablemente la relación entre la fe y la razón en Ratzinger (11-25 y 28-45).
La racionalidad de la fe es ciertamente un tema muy querido para él, pero como se demostró claramente en su famosa conferencia de Ratisbona de 2006 "la Fe, la Razón y la Universidad", Benedicto construye esta racionalidad sobre la "síntesis entre el espíritu griego y el espíritu cristiano" y rechaza firmemente lo que él identifica como el "programa de deshelenización" de la fe.
Según él, este programa tuvo lugar sobre el principio protestante del siglo XVI "Sólo la Escritura", continuó durante el liberalismo teológico de los siglos XIX y XX, y finalmente dio lugar al multiculturalismo relativista actual.
Se hubiera podido pensar que en un libro que presenta una voz "protestante", alguien discreparía con Benedicto por su valoración totalmente negativa de la Sola Escritura, uno de los pilares del protestantismo clásico, que considera que tiene la principal responsabilidad por la decadencia de la fe cristiana.
En cambio, la "apreciación" general por la defensa de Ratzinger de la racionalidad de la fe por encima y en contra del principio de "sólo la Escritura" tiene prioridad sobre un análisis verdaderamente protestante, saltándose así la oportunidad de entablar un diálogo constructivo (que implica una crítica bíblica hecha de manera amable pero firme).
Otro ejemplo de esta debilidad del libro tiene que ver con la teología trinitaria de Ratzinger. En su capítulo sobre el tema, Fred Sanders elogia su "poderoso conjunto de compromisos trinitarios" (p. 136), un fundamento teológico común que a menudo se alaba en el libro como algo que Ratzinger comparte con los protestantes.
Debido a su trinitarismo, Ratzinger es presentado como un teólogo ecuménico del cual los protestantes deben aprender. Permaneciendo en la superficie de la teología trinitaria, esto podría ser cierto, pero tan pronto como se comienza a cavar más profundo, las cosas cambian significativamente. Al presentar su visión litúrgica, Peter Leithart cita a Ratzinger hablando sobre la Eucaristía:
"La Plegaria Eucarística es como entrar en la oración del mismo Jesucristo, por lo tanto es la entrada de la Iglesia en el Logos, la Palabra del Padre" (p. 197).
¡La Iglesia entra en el Logos! Esta es una visión de la Eucaristía que está fuertemente incrustada en un marco trinitario e implica que hay una "interconexión Cristo-Iglesia" orgánica (una expresión usada por Gregg Allison, p. 63), que es bíblicamente discutible.
La teología trinitaria de Ratzinger exige que la Iglesia entre en el Logos, haciéndose así una con Él y pretendiendo prolongar (por así decirlo) su encarnación en su enseñanza y en sus oficios sacramentales y de gobierno. Este punto de vista se basa en un argumento trinitario, pero va en contra de la visión estándar protestante de la Iglesia y su relación con Cristo.
O nuevamente, al tratar hábilmente la teología de la Palabra de Dios de Ratzinger, Kevin Vanhoozer cita a Benedicto diciendo:
"Como el Verbo de Dios se hace carne por obra del Espíritu Santo en el seno de la Virgen María, así la Sagrada Escritura nace del seno de la Iglesia por obra del Espíritu Santo" (p. 69).
La teología de la Escritura se sitúa en el contexto de la teología trinitaria, y la Iglesia se inscribe en esta dinámica trinitaria como si fuera la madre de la Palabra, porque la presencia del Espíritu está intrínsecamente ligada a ella.
El vínculo entre el Espíritu Santo y la Iglesia es tan orgánico que "para Benedicto, la Escritura, la tradición y el magisterio romano coinciden siempre porque están guiados por el mismo Espíritu" (p. 85).
Su teología trinitaria lleva a Ratzinger a "descartar" (p. 68) y a negar "explícitamente" la Sola Escritura (p. 75), que es uno de los principios de la comprensión evangélica del Evangelio.
La pregunta es: si los católicos y los protestantes tienen el mismo fundamento trinitario (como asumen muchos capítulos del libro), ¿cómo es que llegan a relatos muy diferentes de la Revelación, la Biblia, la Iglesia, los sacramentos, la salvación, ... el Evangelio?
Si tenemos este fundamento común, ¿por qué Ratzinger argumenta en (sus) términos trinitarios que "la Sola Escritura" es, por ejemplo, la causa principal de la desviación de la racionalidad de la fe (verbigracia, en la mencionada Conferencia de Ratisbona) y debe ser rechazada para abrazar una visión adecuada de la Eucaristía y la Revelación?
¿No estamos tratando con temas del evangelio que provienen de diferentes puntos de vista trinitarios, que parecen similares en el lenguaje y en la superficie, pero que están apuntalados por diferentes compromisos centrales y que resultan en relatos finalmente diferentes del evangelio?
El tono "apreciativo" del libro rehúye hacer la pregunta, y mucho menos responder a ella, con excepciones y con algunas pistas interesantes. Los capítulos de Allison y Vanhoozer apuntan a la idea de que en las orientaciones básicas teológicas, católicas y protestantes, hay algo más profundo que el reconocimiento de los puntos comunes genéricos. Como observa acertadamente Carl Trueman en su capítulo "¿Es el Papa (católico romano)?"
"El catolicismo romano no es simplemente protestantismo con un conjunto de doctrinas diferentes. Es una forma diferente de pensar sobre el cristianismo, una forma que establece una conexión muy estrecha entre la Escritura, la tradición y la doctrina de la iglesia de una manera ajena al protestantismo" (p. 153).
"Una forma diferente de pensar". Finalmente, alguien en el libro indica lo que está en juego al tratar con el catolicismo romano en general y con Ratzinger en particular. "Una manera diferente de pensar" que tiene alguna superposición en el uso del lenguaje bíblico y teológico, pero que se construye con un plano diferente y resulta en una respuesta diferente a las preguntas finales sobre Dios, el mundo y la eternidad. "
Una forma diferente de pensar". Esta es una pista que nos ayuda a apreciar la teología de Benedicto mucho más que alabar perezosamente lo que los protestantes tenemos en común con ella. Pienso que Ratzinger estaría más de acuerdo con este tipo de valoración de "forma diferente de pensar" que con palabras de alabanza que no profundizan lo suficiente en el análisis de su teología. Trueman lo cita diciendo:
"El modo en que se vea la estructura del cristianismo afectará necesariamente en alguna medida, grande o pequeña, en la actitud ante las diversas cuestiones particulares contenidas en el conjunto" (n. 26, p. 163).
El libro The Theology of Benedict XVI: A Protestant Appreciation [La teología de Benedicto XVI: Una apreciación protestante] contiene varios "detalles" de la teología de Ratzinger desde el punto de vista protestante, pero la "estructura" de su visión del cristianismo sólo es tocada por unos pocos y queda como una tarea pendiente.
La "apreciación" del libro debería ser escuchada, pero no a expensas de descuidar el hecho de que Benedicto y los protestantes tienen diferentes puntos de vista de la "estructura del cristianismo" que impactan la totalidad de sus respectivas creencias.
P.S. Sobre la teología de Ratzinger también he escrito un artículo "apreciativo" (espero) pero evangélicamente crítico: ¿Progresista, conservador o católico romano? Sobre la teología de Joseph Ratzinger en perspectiva evangélica, "Perichoresis" 6.2 (2008) pp. 201-218.
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