Imaginar la teología de hoy y de mañana sigue siendo un reto arduo para los teólogos católicos. La simple reiteración de los relatos y las respuestas tradicionales no encajan.
“Hoy y mañana: Imaginar la teología” fue el título de una conferencia organizada por el Instituto Teológico Pontificio Juan Pablo II, el 5 de mayo de 2021, en la que participaron tres pesos pesados de la teología católica romana europea: Christoph Theobald (jesuita, profesor del Centro Sèvres de París), Elmar Salmann (benedictino, profesor de la Universidad Pontificia S. Anselmo) y Pierangelo Sequeri (decano del Instituto Teológico JPII). Fue una buena oportunidad para escuchar lo que se está gestando en la reflexión teológica católica romana ante la crisis actual. Es imposible dar cuenta de todas las ideas recogidas y las vías evocadas. No es casualidad que se trate de autores profundos cuyo pensamiento no puede reducirse a unas pocas líneas. Unas rápidas pinceladas impresionistas bastarán para una reflexión final.
Theobald partió de la intuición de Juan XXIII, hecha suya por el Concilio Vaticano II, de redefinir el magisterio de la iglesia romana en un ‘magisterio pastoral’. Según Theobald, la iglesia se retira de su papel de liderazgo absoluto y jerárquico y opta por uno de acompañamiento, con otros sujetos y junto a la humanidad. Su enseñanza ya no es dogmática, sino la voz de una tradición hecha de tradiciones y articulada a través de múltiples voces (el magisterio oficial, los teólogos y el pueblo).
Theobald ve en la figura del Papa Francisco, que habla de una iglesia multifacética y de un hospital de campaña, de una ecología integral, de todos los seres humanos como ‘hermanos y hermanas’, etc., una utopía generadora de futuro. El lenguaje escatológico es lo que se necesita para hablar al mundo contemporáneo. Este ideal debe traducirse en la hospitalidad eucarística (es decir, la Eucaristía entregada a todos los que la piden), el ministerio compartido (¿sacerdotes casados? ¿mujeres sacerdotes?), el acompañamiento de toda situación humana (más allá de la distinción entre estilos de vida ‘regulares’ e ‘irregulares’) sin cuestionar las opciones de vida de las personas. Es evidente que la de Theobald es una teología que estira al máximo la ‘catolicidad’ católica romana, es decir, su tensión hacia la universalidad acaparadora, y deja en segundo plano su romanocentrismo, o sea, su arraigo en una estructura ideológica imperial-sacramental.
Salmann se preguntó por los retos que debe afrontar la teología ante la actual transformación cultural. La teología tiene que hacer frente a tres cambios que se han producido y que todavía están en curso.
1. La emergencia del hombre democrático. En el giro antropológico de la modernidad, han aparecido otras ciencias que se han convertido en las que hablan al hombre contemporáneo (sociología, economía, psicología profunda, estética). La teología ya no dice nada. Ya no es la salvación lo que angustia al hombre, sino la salud, el bienestar y la prosperidad. Se exige la libertad extrema junto con la igualdad extrema, la seguridad extrema, el control extremo, etc. No se pueden tener las dos cosas, pero el mundo las quiere todas a la vez. La religiosidad actual es agnóstica y crédula, experimental y con un toque de misticismo, siempre reclamando la libertad desde la ‘religión’ institucionalizada.
[destacate]La teología católica actual no es el refugio de los que buscan la fidelidad “romana”, sino el taller que intenta poner en práctica la “catolicidad” del Vaticano II.[/destacate]2. La aparición de otra forma de cristianismo. El cristianismo se percibe hoy como un fermento y no una doctrina, una huella y no un camino, un consuelo y no una dirección. La imagen de Dios que tiene la mayoría de la gente ha pasado del Padre Eterno, Creador Omnipotente y Señor, a Jesús el Hermano y Amigo a mi lado. Luego llegó la era del Espíritu (los movimientos carismáticos) seguida del Dios con rasgos femeninos. La Carta Magna del cristianismo actual ya no es Pablo (como era el caso del protestantismo), ni Juan (preferido por la ortodoxia oriental), ni mucho menos Mateo (apreciado por el catolicismo romano), sino Lucas 10 (la parábola del buen samaritano), Lucas 15 (el hijo pródigo), Lucas 24 (el viaje de los discípulos confundidos). Es Lucas, el evangelio de los pobres y de las mujeres, el que tiene más sentido hoy en día. Los temas percibidos como importantes ya no son la ‘sangre’, la salvación y la verdad, sino la libertad, la terapia y la inmediatez.
3. La aparición de una teología de nombres divinos inéditos. En la época premoderna Dios era el criterio para todo (Juez, Santo, Eterno), pero después de Kant hay que esforzarse por encontrar una razón por la que Dios merezca existir para el hombre contemporáneo. Para hacer a Dios apetecible a un mundo con hambre, se buscan otros nombres divinos inauditos: un Dios esférico (no cuadrado), dialogante, hospitalario, un Dios ‘franciscano’, amable. ¿Estará la teología católica romana a la altura de estos desafíos?
Por último, Sequeri subrayó el hecho de que la teología debe aprender a hablar en “parábolas” y no en discursos propositivos. Al contar “parábolas”, la iglesia debe decodificar su teología en términos narrativos y existenciales, permitiendo a los oyentes completar su significado. Con el tomismo, la Iglesia medieval tomó la filosofía de un ateo (Aristóteles) e hizo de ella un sistema cristiano; ¿no puede hacer lo mismo con el agnosticismo del psicoanálisis y la economía de hoy?
En los evangelios hay tres actores: Jesús, los discípulos y la multitud. Por analogía, la iglesia de hoy debe aprender no sólo a hablar a los “vecinos” (los discípulos), sino también a utilizar parábolas para los “lejanos” (la multitud), llegando a los Zaqueo, Centuriones y Samaritanos de nuestros días. Según Sequeri, aunque aparentemente la sociedad ya no necesita a Dios para funcionar, mantiene un vínculo con lo “sagrado” en el sentido de tener una idea de “consagración” y otra de “sacrificio”. Incluso la sociedad laica sabe lo que quiere “consagrar” y lo que quiere “sacrificar”. Consagrar significa proteger, defender para el bien. Sacrificar significa quitar y perder en aras del bien. La sociedad laica también obedece al mandato de lo sagrado: tiene claro quién y qué se puede sacrificar y qué cosas se pueden consagrar. La teología debe presionar a la sociedad desenmascarando lo sagrado malo y contando (en parábolas) lo sagrado: no decir lo que Dios quiere de nosotros, sino lo que quiere para nosotros.
En estos trabajos, especialmente los de Salmann y Sequeri, se percibe la crisis en la que se encuentra la narrativa tradicional y oficial de la teología católica romana. El diagnóstico es alarmante y el pronóstico es reservado. Incluso si la llamada a escuchar la Palabra de Dios está presente en los pliegues de estos discursos, parece conducir a un aumento de la catolicidad más que a una llamada a recuperar el evangelio bíblico. Imaginar la teología de hoy y de mañana sigue siendo un reto arduo para los teólogos católicos. La simple reiteración de los relatos y las respuestas tradicionales no encajan.
Estos tres teólogos católicos romanos no son voces marginales o aisladas en Europa; todos ellos son eruditos católicos romanos de primera línea que enseñan en instituciones pontificias o en centros académicos altamente cualificados. Aquellos que tienen una imagen de la teología católica romana como un discurso basado en una tradición solidificada y rígida o firmemente fundamentada en el Catecismo de la Iglesia Católica pueden encontrar difícil cuadrar su visión con lo que sale de la conferencia con todas sus incertidumbres, dudas y direcciones incómodas. La teología católica actual no es el refugio de los que buscan la fidelidad doctrinal y la estabilidad “romana”, sino el taller que intenta poner en práctica la “catolicidad” del Vaticano II frente a los desafíos de nuestros días.
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