El País ha publicado en su edición de este sábado un bochornoso artículo sobre el crecimiento de iglesias evangélicas en la zona de Carabanchel.
El catolicismo romano tiene tradiciones intelectuales propias pero es también hogar para tradiciones populares, prácticas sincretistas y tendencias místicas contrarias a la imagen de una religión sólidamente intelectual.
Según el Papa Francisco, la misión no espera hacer discípulos, se refrena de proclamar verbalmente las Buenas Noticias y es escéptica sobre la apologética.
Antes de poner al Papa Francisco en la lista de los amigos de la fe evangélica, debemos entender lo que está diciendo en sus propios términos.
Comprometerse a la “mayor unicidad” con los católicos romanos, los ortodoxos orientales y las iglesias liberales es un paso enorme que cambia significativamente las creencias y las prácticas históricas de los evangélicos.
Para la iglesia católica, la gracia no se recibe por la sola fe, sino que es concedida por Dios a través de la iglesia que la administra en el bautismo.
El Espíritu Santo no está presente ni activo en una misión en la cual el pecado y la cruz de Cristo están ausentes.
La estructura teológica tradicional estaba orientada para dar contestaciones de Sí o No. La estructura del post-Vaticano II está más inclinada a recomendar ambos tipos de respuesta en toda clase de cuestiones.
No hay a la vista ni la reforma de la doctrina ni de las devociones. En el relato papal, la reforma significa acelerar el proceso instigado por el Vaticano II.
Con el Papa Francisco la Iglesia Católico Romana simplemente, se está volviendo más “católica”, o sea, lo acepta y lo absorbe todo, sin perder su naturaleza “Romana”.
El documento “¿Ha terminado la Reforma?” busca reafirmar en nuestra época los dos principales compromisos que son parte integral de la fe cristiana.
¿Hacia dónde se dirige la iglesia católica tras el Concilio Vaticano II?. Una entrevista con Leonardo de Chirico.
El sistema católico se abre hasta el punto de integrar el nuevo talante, el nuevo énfasis, el nuevo movimiento, asegurándose de que no perjudique su estabilidad pero que sirva para su expansión.
El libro de Kasper es una tentativa de salvar a Lutero de sí mismo y facilitar su retorno simbólico a la Iglesia Católico Romana, dejando caer sus enseñanzas de la gracia sola, la sola Escritura y sólo Cristo.
Este volumen hace una buena labor destacando lo que es distintivo del catolicismo romano y, por consiguiente, mostrando en qué se diferencia de la fe evangélica.
Los Padres de la Iglesia siempre respaldaron la justificación por la fe. La Reforma no la inventó. Simplemente, la volvieron a exponer en términos más coherentes y bíblicos, en una época en que había sido oscurecida por la opacidad medieval.
Es erróneo tener una opinión estática o aplanada del catolicismo. Con el Vaticano II, empezó un período diferente que precisa ser entendido.
El catolicismo romano ha llevado a cabo un incumplimiento fundamental del límite entre el hápax y el mallon con su entendimiento de la Iglesia como una prolongación de la encarnación.
Una cosa es ocuparse juntos en las áreas de interés común en la comunidad, pero es una cuestión totalmente diferente participar en la misión común y el evangelismo.
La teología de la Palabra de Barth ha debilitado la capacidad evangélica de valorar a Roma teniendo la Biblia como estándar supremo.
La visión ecuménica de la unidad postula su fundamento en el sacramento del bautismo. Pero esta opinión es vacilante y bíblicamente equivocada.
Parece que el Papa piensa que la “letra” es un corsé para la misión de la Iglesia y tiene que ser reemplazada por el “espíritu” de la misma.
La corrección ecuménica impone un código dialogante que exige que sólo se digan cosas “agradables” en las conversaciones interreligiosas.
¿Respalda Mateo 16 la Doctrina del Papado? La interpretación de este pasaje se ha debatido acaloradamente durante siglos.
La concienzuda referencia al rol de la educación para superar la crisis ecológica tiende a ser un espejismo humanístico más que una observación cristiana moderada.
El jubileo vaticano es una parte integrante de un punto de vista teológico por el cual el Purgatorio es un pilar de la vida póstuma.
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