Rosario, indulgencias y humanismo ¿Cómo se enfrenta el catolicismo romano italiano a la crisis del coronavirus?

Una versión de este artículo en italiano apareció en Ideaitalia (21 de marzo de 2020)

Bajo presión, se exponen los verdaderos y profundos compromisos del corazón. Cuando nos enfrentamos a las dificultades, revelamos lo que es realmente importante para nosotros. En estas semanas de la emergencia del Coronavirus, el mensaje que da el Catolicismo Romano es un desarmante alejamiento de los principios básicos de la fe bíblica. Esto no debería ser una sorpresa. Lo que está sucediendo pertenece al núcleo de las creencias y prácticas católico romanas, tal como se enseñan en el Catecismo de la Iglesia Católica y como se viven en las parroquias católico-romanas. Sin embargo, dado el favor con el que incluso algunos evangélicos ven la autodenominada ‘renovación’ del catolicismo romano y la acción del Papa Francisco, vale la pena mencionar la regresión espiritual que estamos presenciando en medio de la crisis de la pandemia que está golpeando severamente Italia.

¿Quién se preocupa realmente por el país?

Después del brote del coronavirus, en su apogeo, ha habido un florecimiento de las dedicatorias públicas de Italia a la protección de María (Papa Francisco) y de Roma a la Madonna Salus Populi Romani, es decir, el icono de María con el que el Papa está profundamente comprometido. El arzobispo de Milán dedicó la ciudad a la ‘Madonnina’, la estatua de la Virgen en la cima del Duomo de Milán. En Venecia, el obispo local, el Patriarca Moraglia, dedicó su ciudad a Nuestra Señora de la Salud. En Nápoles, su arzobispo, el cardenal Sepe, dedicó la ciudad al cuidado de San Gennaro, el protector y patrón de la misma. Durante el encierro, en una Roma desierta, el Papa caminó por las calles vacías hasta la iglesia de San Marcello para rezar por el fin de la pandemia. Lo hizo frente al ‘crucifijo milagroso’ que se guarda allí en memoria de los milagros pasados que supuestamente ocurrieron a través de él.

Los ejemplos pueden multiplicarse fácilmente. En todo el país, con estas acciones de devoción a María y los santos, el catolicismo romano ha mostrado qué pilares permanecen estables y confiables cuando todo lo demás tiembla: el cuidado maternal de la Virgen y la intercesión de los santos. El mensaje explícito que se ha comunicado es que María y los santos están siempre ‘cerca’ de los que sufren, siempre a mano y listos para intervenir. El clímax de esta explosión de devociones marianas culminó en un rosario transmitido a nivel nacional (o sea, una oración mariana) dirigido por el propio Papa, donde los profundos compromisos no bíblicos del catolicismo romano se mostraron de nuevo.

La pregunta que hay que hacerse es que, si cuando estamos en problemas tenemos que buscar ayuda a través de mediadores humanos, ¿dónde está Jesucristo en todo esto? ¿No está Jesucristo vivo y poderoso para interceder por nosotros (Hebreos 7:25)? ¿No está el Espíritu Santo plenamente activo e interesado en participar en nuestra intercesión (Romanos 8:26)? ¿No está el Padre atento a nuestras oraciones (por ejemplo, 1 Pedro 3:12) y listo para actuar sobre ellas? Con el aluvión de todas estas devociones católico-romanas es como si el Dios Trino estuviera durmiendo y necesitara, como el baal en tiempos de Elías (1 Reyes 18), ser despertado por mediadores humanos.

Entrevistas enigmáticas

La segunda área de perplejidad tiene que ver con dos declaraciones públicas del Papa Francisco. Fue entrevistado por dos periódicos italianos en dos días casi consecutivos. En La Repubblica (18 de marzo), reveló una concentración de humanismo y universalismo. Sin hablar nunca de Cristo, del pecado y la salvación que se recibe al arrepentirse y creer en él, dio voz a algo que ni siquiera se parece al evangelio bíblico. He aquí un ejemplo:

Periodista: ¿Cómo pueden tener esperanza los que no tienen fe en días como estos?

Francisco: “Todos son hijos de Dios y son vistos por Él. Incluso aquellos que aún no han encontrado a Dios, aquellos que no tienen el don de la fe, pueden encontrar su camino a través de las cosas buenas en las que creen: pueden encontrar la fuerza en el amor a sus hijos, a su familia, a sus hermanos y hermanas. Uno puede decir: ‘No puedo rezar porque no creo’. Pero al mismo tiempo, sin embargo, puede creer en el amor de la gente que le rodea, y así encontrar la esperanza”.

“Todos somos hijos de Dios”, “uno puede creer en las cosas buenas en las que cree”, estas cosas son el amor por los propios seres queridos; “uno puede creer en el amor de la gente que le rodea y encontrar esperanza en él”. Estas no son afirmaciones derivadas del evangelio bíblico, sino de un mensaje centrado en el hombre. El Papa tenía millones de lectores y difundió un mensaje que los reforzaba en lo que creían, en lugar de presentar el evangelio.

Luego, en una entrevista con La Stampa (20 de marzo), el Papa reiteró una vez más que “todos somos hijos de Dios” y que, una vez que la crisis haya pasado, tenemos que reiniciar nuestra vida volviendo a apreciar nuestras “raíces, memoria, fraternidad y esperanza”. Este también es un mensaje humanista y universalista desprovisto de cualquier significado evangélico centrado en Jesucristo y la necesidad de arrepentimiento y fe. El lector (millones de ellos) se queda con la convicción de que, crea o no, o crea en cualquier cosa, está bien ante Dios. Nadie es desafiado a enfrentar la crisis del coronavirus arrepintiéndose y confiando sólo en Cristo que salva y sana.

Derramamiento de indulgencias

La guinda del pastel del catolicismo romano en tiempos de pandemia es la concesión de indulgencias plenarias a “los fieles que sufren la enfermedad Covid-19, comúnmente conocida como coronavirus, así como a los trabajadores de la salud, a los familiares y a todos aquellos que, en cualquier condición, incluso a través de la oración, se ocupen de ellos”. Una indulgencia es una remisión del pecado temporal administrada por la Iglesia Católica Romana sobre la base de los méritos de los santos. Prácticamente es un ‘trabajo’ que hay que hacer para recibir un beneficio de la iglesia. Todo el sistema de indulgencias niega que seamos perdonados de nuestros pecados por el mismo Dios a través de la suficiente y completa obra de Cristo. Martín Lutero y toda la Reforma Protestante se opusieron fuertemente a las indulgencias, viendo en ellas, con razón, una negación del evangelio. El Papa ofrece una efusión de esta práctica medieval incluso a aquellos que escucharon una vigilia especial de oración (en directo desde los televisores, Internet, etc.) programada para el 27 de marzo donde impartió una bendición especial. ¿Qué clase de evangelio es este?

¿Qué futuro puede tener Italia con un mensaje así saliendo de Roma? Por esta razón, la necesidad de un testimonio robusto y bíblico es tan relevante como siempre. La ‘renovación’ por la que está pasando el catolicismo romano no hará que cambie según la Palabra de Dios. Le dará poder para inocular palabras que pueden parecer como cercanas a las buenas noticias pero que, en cambio, no se acercan en absoluto al evangelio bíblico. Además de la emergencia sanitaria de la pandemia, estamos viviendo en tiempos de una mayor emergencia espiritual.