El País ha publicado en su edición de este sábado un bochornoso artículo sobre el crecimiento de iglesias evangélicas en la zona de Carabanchel.
Jesús fue el líder más inteligente y más eficaz de toda la historia, y sin embargo no pareció intentar serlo, ni impartió a otros una enseñanza formal sobre el liderazgo.
Contextualización, fidelidad, preparación, o apologética son algunas de las claves que exploramos con Hélder Favarin, que acaba de publicar un libro dedicado a la predicación en nuestro país.
Espero que a través de las historias de este libro te animes a revisar cómo vives para Jesús y cómo hablas de Jesús en el lugar donde estás estudiando.
¿Cómo deberíamos responder ante todo esto los cristianos, no solo en los medios y la sociedad en general, sino de forma más cercana, en nuestros círculos, familias e iglesias?
A menudo tenemos dos problemas. No hemos dedicado el tiempo suficiente a pensar con detalle sobre esta cuestión y segundo: nos resulta difícil debatir sobre un tema tan sensible.
La sencillez de la respuesta de Jesús no debería hacernos olvidar su relevancia.
En este libro quiero mostrar que la conversión y el discipulado, aunque distintos, son en realidad dos caras de la misma moneda. No puede haber uno sin el otro.
La apologética responsable se fundamenta tanto en el conocimiento del evangelio como en el de su público. Las personas tienen diversas razones para no ser cristianas.
Es en los lugares cotidianos donde se desarrolla el drama del reino de Dios y el señorío de Jesús frente a una cultura dominante que ofrece anestésicos a las personas desorientadas para que dejen de pensar en los grandes asuntos de la vida y la fe.
Los cristianos deberíamos ser capaces de pensar y hablar sobre la muerte con esperanza, seguridad, significado y propósito. Presento algunas ideas sobre cómo podemos hacer una contribución positiva no solo al debate ético y político, sino también en nuestras conversaciones con otros sobre el final de la vida.
Ante una jornada marcada por el trágico recuerdo del confinamiento el año pasado, los principales actores de la literatura cristiana evangélica en España reivindican el valor de la lectura.
¿Tiene Dios algo que decir sobre la economía, la pandemia o la sexualidad? ¿Se nos ocurriría pensar que nos hablaría a través de una predicación expositiva de un pasaje de la Biblia?
En estos días de paz y libertad, cuando se cumplen 500 años del nacimiento de Casiodoro de Reina, es necesario reivindicar un monumento literario de primera magnitud como es esta extraordinaria traducción de la Biblia.
La serie de libros que publicaremos se divide en cuatro áreas temáticas: evangelización y misión; Biblia y cultura; pastoral y persona, y teología bíblica.
La cruz produce una ruptura radical en nuestras vidas, entre la posición que ocupábamos antes de confiar en Cristo, y la posición que ocupamos ahora como discípulos suyos.
Testificamos cuando consideramos las cuestiones personales desde una perspectiva bíblica. Testificamos cuando vemos los temas de interés público desde una perspectiva bíblica.
Este libro se centra en solo ocho de las principales luchas de los cristianos.
La realidad es que, en algún momento, no solo decidimos dejar entrar lo digital en nuestras vidas, sino que le dimos todas las comodidades y derechos sin aplicar demasiadas condiciones o restricciones a su presencia y acción.
Cuando el verdadero Dios, no el dios falso de Jonás, aparece una y otra vez, Jonás se pone furioso o se desespera.
La creación no pretende ser un fin en sí misma, sino la forma de orientarnos hacia el Creador, quien nos da vida y amor.
Detrás del escenario humano, se percibe claramente la presencia de Dios. Yahweh estaba con José, guiando todas las etapas y circunstancias de su vida, como el Padre lo estuvo también con Jesús.
A hombres y mujeres con decisión y compromiso para servir a Dios, les es necesario tener el convencimiento de que pueden descansar en sus brazos eternos, en los que hay seguridad y protección.
El duelo es un camino. Únicamente sabemos dos cosas: que no existen atajos y que tiene que andarlo, paso a paso, uno mismo.
No todo el mundo puede ser lo que la gente llama “un buen predicador”, pero nadie tiene por qué ser “un mal predicador”.
Orar es disfrutar del cuidado de un Padre poderoso, lo opuesto a encontrarse en una soledad aterradora donde todo depende de uno mismo.
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