En estos días de paz y libertad, cuando se cumplen 500 años del nacimiento de Casiodoro de Reina, es necesario reivindicar un monumento literario de primera magnitud como es esta extraordinaria traducción de la Biblia.
Un fragmento de “La Biblia del Siglo de Oro español”, de José Moreno Berrocal (Andamio Editorial, 2020). Puede saber más sobre el libro aquí.
Es complicado enmarcar en unas fechas concretas el período histórico que se conoce como el Siglo de Oro español de las letras. Aún así, se suele considerar que comenzó en 1492, con la publicación de la Gramática castellana de Antonio de Nebrija, y terminó en 1681, con la muerte de Pedro Calderón de la Barca. Es decir, ese Siglo de Oro de las Letras englobaría el Renacimiento, la Reforma y el Barroco.
Es a mediados del siglo XVI, cuando, según nuestro gran filólogo y miembro de la generación del 98, Ramón Menéndez y Pidal: “el idioma alcanza su edad adulta como lengua española de todo el país; la lengua hablada adquiere los caracteres fonéticos que hoy la distinguen; la lengua escrita produce, sin duda, la modalidad más hermosa que jamás se escribió en España”. Y, aunque España tiene notables escritores antes de este comienzo, y posteriormente, aquellos que llegaron a ser maestros y modelos de nuestra lengua castellana, pertenecen a este momento histórico excepcional.
Entre los autores que se pueden destacar estarían Fernando de Rojas, Miguel de Cervantes, los hermanos Alfonso y Juan de Valdés, Garcilaso de la Vega, Lope de Vega, Baltasar Gracián, Luis de León, Bartolomé de las Casas, Juan de la Cruz, Teresa de Ávila, Luis de Góngora, Luis de Granada, el Inca Garcilaso, y Francisco de Quevedo y Villegas, entre otros. Sus obras abarcan diversos géneros literarios como la crónica, la poesía, el teatro y la novela.
A este ilustre elenco de nombres, es de justicia que se añada el de Casiodoro de Reina. Suya es la primera traducción completa de la Biblia al castellano desde los originales hebreo y griego. Obra impresa en Basilea en 1569. Es decir, Casiodoro de Reina legó a la inmensa comunidad castellanohablante, una Biblia, una Biblia que solo podemos calificar como la Biblia del Siglo de Oro español. España tampoco fue diferente a otras grandes naciones europeas en este sentido: nosotros también tuvimos nuestra Biblia en nuestro propio idioma, tal y como la tuvieron los alemanes, los franceses, los ingleses o los italianos, por citar a algunos.
Y esto, a pesar de que todo el aparato represor de la Monarquía Hispánica se volcó en cuerpo y alma en su supresión. En estos días de paz y libertad, cuando se han cumplido 450 años de la publicación de la Biblia, y se cumplen 500 años del nacimiento de Casiodoro de Reina, es necesario reivindicar un monumento literario de primera magnitud como es esta extraordinaria traducción de la Biblia. Un libro que, aunque fue duramente perseguido y silenciado, no ha dejado de leerse durante siglos y que, de una manera exponencial en pleno siglo xxi, sigue creciendo su número de lectores en ambas orillas del Atlántico.
Algunos podrían argumentar que no se puede poner al mismo nivel la obra creativa de un Miguel de Cervantes, o de un Lope de Vega, por poner algunos ejemplos, con una mera traducción. Pero razonar de este modo es desconocer completamente lo que implica traducir bien una obra literaria. En este sentido, es interesante hacerse eco de lo que comentaba recientemente el crítico literario Amador Palacios en el suplemento cultural Artes y Letras del ABC citando a uno de nuestros grandes autores, el poeta y caballero Garcilaso. Este sostenía que “es tan dificultoso traducir bien un libro como hacerlo de nuevo”. Y es que solamente aquel que ha traducido conoce la enorme dificultad que representa el hacerlo adecuadamente. Amador Palacios, que, además de crítico literario es él mismo destacado poeta y excelente traductor del portugués, añade que Ángel Crespo, otro insigne traductor manchego, afirma que: “el ideal de la auténtica traducción literaria es la incorporación a la literatura de la lengua de llegada de la imitación de las obras de partida, lo que supone, caso de conseguirlo, un enriquecimiento de la primera de ellas”. Esto implica, necesariamente, un conocimiento excepcional de ambas lenguas.
Como nos recuerda María Josefa de Azcárraga, del Instituto de Filología del CSIC, haciéndose eco del tenor general de lo que siempre se ha sostenido sobre el arte de traducir, y citando a otro de los más grandes traductores modernos: “Desde la Antigüedad hasta nuestros días, las teorías sobre la traducción insisten en que hay que conocer perfectamente las dos lenguas, la original y la del traductor, para plasmar el sentido exacto de lo que se traduce, sin detrimento de los valores estéticos de las dos lenguas. Decía Lutero que el texto es el rey y la traducción un siervo humilde y fiel dispuesto a servir al maestro, pero siempre en su propia lengua”. Y es aquí donde justamente reside el valor de la traducción de Reina, la Biblia del Siglo de Oro español. Y es que esta obra, resplandece con una luz propia, casi como si la Biblia hubiera sido escrita directamente en castellano, como ocurre, por otro lado, con la King James inglesa.
El valor de la empresa de Reina consiste precisamente en su capacidad para hacer que nuestra preciosa lengua castellana pueda alojar al hebreo y al griego de la Biblia, pero el hebreo de Job o de Cantares, el de Isaías, o el griego de Juan o de Pablo. Aquí es donde reside el gran mérito de su traducción. Lo que el gran teólogo Samuel Escobar, refiriéndose a ese creciente número de hispanohablantes que emplean esta Biblia, denominó con afortunada expresión que: “los mudos hablan y en buen castellano”. Por ello, no es exagerado colocar a Reina al lado de los otros grandes escritores españoles del siglo xvi. Es el lugar que le corresponde en justicia, con una obra que no deja de leerse en pleno siglo xxi.
Es necesario, pues, ahondar en la traducción de Reina para que podamos apreciar sus enormes méritos gramaticales y literarios, su gran fidelidad a los originales de la Biblia y, sobre todo, cómo Reina procura mostrarnos la gloria de la Persona y la Obra de nuestro Señor Jesucristo tal y como aparece en todas las Escritura. No solo, como se puede pensar en el Nuevo Testamento, sino también en el Antiguo.
La reflexión de Reina sobre cómo el Señor Jesucristo aparece, de una manera anticipada, en los escritos veterotestamentarios es, posiblemente, el mayor valor que tiene la Biblia del Oso. Pero la Biblia del Siglo de Oro español no es únicamente una gran desconocida entre amplios sectores de la población hispanohablante actual. También lo es la figura de su traductor, Casiodoro de Reina. Por ello, antes de profundizar en la Biblia misma, será necesario que echemos un vistazo, aunque sea muy brevemente, a la vida de Casiodoro de Reina.
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