Los cristianos deberíamos ser capaces de pensar y hablar sobre la muerte con esperanza, seguridad, significado y propósito. Presento algunas ideas sobre cómo podemos hacer una contribución positiva no solo al debate ético y político, sino también en nuestras conversaciones con otros sobre el final de la vida.
Un fragmento de “Suicidio asistido”, de Vaughan Roberts (Andamio Editorial, 2020). Puede saber más sobre el libro aquí.
Más que nadie, los cristianos deberíamos ser capaces de pensar y hablar sobre la muerte con esperanza, seguridad, significado y propósito. Es más, estamos en posición de dar respuesta a los temores que las personas puedan tener sobre su futuro. Aquí presento algunas ideas sobre cómo podemos hacer una contribución positiva no solo al debate ético y político, sino también en nuestras conversaciones con otros sobre el final de la vida.
1. SI TIENES PENSAMIENTOS SUICIDAS
Primero, me quiero dirigir directamente a quien esté leyendo este libro y se sienta muy decaído, tal vez porque está deprimido, enfermo o tiene alguna discapacidad. Cuando tenemos la moral por los suelos, es muy común tener pensamientos suicidas que puedan llegar a convertirse en un patrón de pensamiento. Y los cristianos no somos inmunes a esto. La idea de terminar con tu propia vida puede ser un alivio cuando te sientes abrumado por la soledad, las preocupaciones o el dolor. Pero con demasiada facilidad, estos sentimientos pueden pasar de ser vagos pensamientos a ser un plan, luego un simulacro y por fin un intento de suicidio.
Mi querido hermano, mi querida hermana: por favor, rechaza esos pensamientos suicidas. Tu vida no es tuya; perteneces a Dios. Y estás unido a otros —a tu familia, a tus amigos, a tu congregación— de una forma mucho más profunda de lo que puedes ver en este momento.
Quiero rogarte, y no lo hago a la ligera, que por favor confíes en Dios. Él te ama y su hijo murió por ti. Ahora lo puedes ver todo muy oscuro, pero si confías en él, su Espíritu Santo te ayudará. Ahora mismo estás caminando por “el valle de sombra de muerte”, pero el Señor, tu pastor, está contigo, incluso cuando no puedes verlo o sentirlo.
Y, por favor, busca ayuda donde puedas encontrarla: habla con tu médico, tu pastor, alguien de tu iglesia. Cuando verbalizamos nuestros pensamientos oscuros, con frecuencia acabamos viéndolos desde una nueva perspectiva.
2. CUIDAR DE LOS DEMÁS
Cuidar de las personas y las familias necesitadas siempre ha constituido el centro del llamado cristiano a la compasión y a la misericordia por los desamparados.
Desde sus inicios, la iglesia proveyó para las viudas y los huérfanos (ver Hechos 6:1-6). Ese instinto es una manifestación práctica del evangelio. En Cristo, Dios actuó en nuestro favor cuando éramos débiles y cuando estábamos desamparados e indefensos. Por lo tanto, los discípulos de Cristo deberíamos mostrar la misma compasión por los demás.
Pero esto no solo es competencia exclusiva de la iglesia como organismo. También se espera que cada creyente muestre amor y misericordia de forma práctica.
Debemos resistir la tentación de elegir la opción que nos cause menos problemas. En lugar de eso, preguntémonos qué sería lo mejor para la otra persona.
3. COMPROMETIDOS CON NUESTRA CULTURA
Todos somos ciudadanos y, por lo tanto, nuestras perspectivas y puntos de vista tienen un papel que jugar en el debate nacional. Cuando los problemas son tan complejos, nos sentimos tentados a retirarnos centrándonos en nosotros mismo y quedándonos en la comodidad de nuestra iglesia. Pero es importante que nos involucremos en la sociedad, y ese compromiso debe incluir acción, no solo palabras.
En el mundo antiguo, el infanticidio y el suicidio asistido eran prácticas muy comunes, pero, debido a sus convicciones sobre el valor y la dignidad de la vida humana hecha a imagen de Dios, los cristianos promovieron un enfoque muy diferente. Cuidaron de los enfermos y moribundos y adoptaron a niños abandonados y les dieron un hogar. Y nosotros debemos seguir sus pasos.
4. SÉ REALISTA EN CUANTO AL FIN DE LA VIDA
Esta serie aborda temas que los cristianos deben entender y tener una opinión clara al respecto. Por lo tanto, el primer paso sería hablar entre nosotros sobre la muerte y el suicidio asistido. No somos inmunes a la aversión que hay en nuestra cultura a hablar de estas cosas, pero tenemos una perspectiva valiosa y positiva con la que poder animarnos los unos a los otros, y que compartir con los demás.
Pero, por favor, no pienses que las decisiones sobre el fin de la vida siempre serán sencillas.
5. CREE LAS BUENAS NOTICIAS SOBRE LA VIDA DESPUÉS DE LA MUERTE
Creemos en un Salvador resucitado y en que la muerte no es el final, sino la puerta hacia la eternidad. Debemos estar preparados para enfrentarnos a la muerte de una manera cristiana. No con temor, aferrándonos a cualquier tipo de alivio temporal, sino seguros de nuestra propia salvación.
6. COMPARTE LAS BUENAS NOTICIAS DE LA VIDA DESPUÉS DE LA MUERTE
Relacionarse con personas que están a las puertas de la muerte presentará oportunidades para compartir la esperanza cristiana. No estamos de acuerdo con la triste visión de un mundo sin Dios, que sostiene que cuando morimos, dejamos de existir y ya está. Tampoco escondemos la realidad de la muerte con sentimentalismo. La muerte es real porque el pecado es real, y nos tendremos que enfrentar a un juicio después de ella. Pero también hay una esperanza real. Hay esperanza porque el sufrimiento y la muerte del Señor Jesucristo nos hacen salir airosos de ese juicio. Hay esperanza porque Jesús resucitó de la tumba al tercer día y derrotó a la muerte. Hay esperanza porque Jesús promete una vida llena de gozo durante toda la eternidad a aquellos que confían en Él. La muerte seguirá siendo algo amargo y el dolor de quienes sufren la pérdida es muy real. Pero la muerte ha perdido su aguijón.
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