Sí, ahora somos los malos. Y eso está bien. Experimentar la hostilidad después de un período considerable de tolerancia religiosa y paz para la iglesia en Occidente nos vuelve a poner en el lugar de muchos otros cristianos.
Un fragmento de “Los cristianos, los malos de la historia. Cómo vivir para Jesús en un mundo que te dice que no lo hagas”, de Stephen McAlpine (Andamio Editorial, 2022). Puede saber más sobre el libro aquí.
Estar en el lado equivocado es agotador y desmoralizante. Nos hace sentir derrotados o enfadados. Pero no voy a decirte cómo dejar de ser uno de los malos, porque la única manera de dejar de ser los malos a los ojos del mundo es convertirse en lo que el mundo describe como “los buenos”. Y ahora mismo, eso significa comprometer nuestra fe en muchísimas áreas donde el mundo apunta a un lado y la Biblia a otro. Así que este libro no trata sobre cómo dejar de ser los malos; trata sobre cómo ser los malos. Si vas a ser uno de los malos, hazlo bien: niégate a estar sorprendido, confundido, desesperado y enfadado por ello, y encuentra la manera de vivirlo con serenidad, lucidez, confianza e incluso con alegría.
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Después de todo, esto no es nuevo. Si miramos hacia atrás lo suficiente, veremos que el pueblo de Dios ya había sido “el malo” antes. Las Escrituras lo dan por sentado. Jesús lo predijo. Los apóstoles lo vivieron en sus propias carnes. La iglesia, en la mayoría de las épocas y en la mayoría de lugares, lo ha experimentado. Ahora nosotros recibimos el testigo.
Antes de empezar, vale la pena mencionar dos cosas. La primera, la cultura occidental no siempre está equivocada. Cuando la sociedad secular llama a los cristianos “los malos”, nuestra primera pregunta debería ser: ¿tienen razón? Debemos reconocer que la iglesia tiene una doble historia, y cuando la iglesia gozaba de poder e influencia, con demasiada frecuencia los utilizó de manera totalmente opuesta a su fundador: para servirse a sí misma, para hacer que sus miembros estuvieran cómodos. A menudo hemos sido demasiado poco como Jesús y tenemos que dejar de justificarnos o excusarnos, y levantar las manos, pedir disculpas y hacerlo mejor. Hemos sido culpables de hacer la vida difícil a quienes nosotros etiquetamos como “los malos”. No todas las voces críticas van a por nosotros y algunas de ellas tienen mucho que enseñarnos; hay errores innegables que debemos corregir. Sin embargo, el hecho es que a menudo se nos acusa de ser los malos no porque no vivamos como Jesús, sino porque vivimos como él.
Lo que me lleva a la segunda cosa. En este libro, dedicaremos una gran parte del tiempo a pensar en la forma en que el secularismo occidental y el cristianismo bíblico tienen puntos de vista diametralmente opuestos en muchas áreas de la ética sexual y la identidad de género. Esto se debe a que la cultura occidental del siglo XXI considera que aceptar su opinión sobre estos temas es fundamental para la identidad humana, la libertad y el florecimiento. Por ello, es por excelencia el área donde los cristianos somos los malos, donde la ética bíblica no es simplemente irrisoria, anticuada o reprimida, sino vergonzosa, dañina y represiva. Nuestros puntos de vista no se ven simplemente como erróneos, sino como peligrosos.
A veces se acusa a los cristianos de estar obsesionados con el sexo y supongo que este libro parecería respaldar dicha acusación. Pero la razón por la que hablamos de ello, y por la que en este libro regresaremos una y otra vez a este tema, es porque nuestra cultura habla mucho de ello y no tolera una opinión distinta. Cada vez más, la primera pregunta que nos hacen cuando la gente se da cuenta de que somos cristianos que creemos en la Biblia no es “¿Crees que los dinosaurios existieron?” (una pregunta que se hacía mucho cuando yo era joven), sino “¿Qué opinas de la homosexualidad?” o “¿Qué opinas del matrimonio entre personas del mismo sexo?”. La cuestión es que no creer en los dinosaurios es estúpido, pero no estar de acuerdo con el matrimonio entre personas del mismo sexo es malo.
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Sí, ahora somos los malos. Y eso está bien. Experimentar esta reacción en contra después de un período considerable de tolerancia religiosa y paz para la iglesia en Occidente nos vuelve a poner en el lugar de muchos cristianos a lo largo de la historia y, de hecho, en el lugar de muchos cristianos del mundo actual. Las respuestas a cómo vivir como los malos están ahí, simplemente porque el problema de vernos rechazados por el mundo siempre ha estado ahí. A medida que exploramos el problema y desentrañamos las respuestas que la Biblia ofrece, seremos capaces de hacer lo mismo que muchos cristianos a lo largo de los tiempos: vivir vidas santas, felices, compasivas y gozosas que atraen a tanta gente como a la que repelen. Es decir, si vamos a ser los malos, hagámoslo bien.
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