Cultura y conexión, de Daniel Strange

Un fragmento de "Cultura y conexión", de Daniel Strange (Andamio, 2021). Puede saber más sobre el libro aquí.

Si llevas tiempo siendo cristiano, es probable que hayas escuchado el viejo cliché de que tenemos que estar “en el mundo sin ser del mundo”. Pero ¿qué significa eso? O tal vez has leído el texto donde Pedro nos dice: “Estad siempre preparados para responder a todo el que os pida razón de la esperanza que hay en vosotros” (1 P. 3:15), pero tienes miedo de que alguien te haga una pregunta porque no sabes qué responder. ¿Qué si fuera alguien como Miley?

[ads_google]div-gpt-ad-1623832500134-0[/ads_google]

Entonces ¿qué podemos hacer? Creo que muchos cristianos responden de una de estas tres maneras (y el resto de nosotros reaccionamos con una mezcla de las tres).

Algunos solo queremos escondernos. Nos resguardamos en nuestros caparazones, manteniéndonos en nuestra burbuja cristiana, esperando a que pase el peligro. Nos tapamos las orejas para no escuchar el ruido que hay afuera, y a la vez cantamos a todo volumen que Jesús volverá pronto y todo lo de afuera va a desaparecer. Hasta entonces, nos mantenemos a salvo de las influencias mundanas leyendo novelas románticas de los amish o los libros que publica nuestro pastor famoso favorito. Si estuviéramos recibiendo terapia psicológica, a esta respuesta se le llamaría una “huida” santificada.

Algunos de nosotros atacamos instintivamente. Esta respuesta sería una “lucha” santificada. Nos molestamos hasta que se nos pone la cara roja y acusamos con el dedo a la cultura que nos rodea. O simplemente rechazamos toda película que tenga escenas sexuales o malas palabras. En el peor de los casos, nuestra creencia saludable de que debemos discernir nos lleva a juzgar a otros in- justamente. Nuestra proclamación de las buenas noticias de Jesús suena como un discurso rabioso sobre la moralidad. Y luego nos preguntamos por qué las personas que están “allí afuera” no quieren venir a estar con nosotros “aquí dentro”.

Pero algunos de nosotros terminamos imitando. Sin importar cuál sea la motivación, nuestras vidas —nuestras dietas culturales— son indistinguibles de las de nuestros vecinos, y nuestras iglesias terminan pareciéndose bastante a un club deportivo. Tal vez se trate de un deseo bienintencionado de ser “relevantes”. Tal vez sea una reacción a los juicios injustos de muchos cristianos. Tal vez sea una simple indulgencia de nuestra naturaleza pecaminosa. Sea lo que sea, no solemos ser reconocidos como “linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo que pertenece a Dios” (1 P. 2:9). Nos hemos vuelto expertos en conformarnos a “los patrones de este mundo” a pesar de que se nos ha dado un mandato a que no lo hagamos (Ro. 12:2).

Esconderte, atacar, imitar: ¿cuál es la forma en la que tiendes a responder?

[ads_google]div-gpt-ad-1623832402041-0[/ads_google]

Déjame sugerirte otra manera, pues de eso se trata este libro. Es posible “estar en el mundo” en lugar de escondernos, y esto “sin ser del mundo” e imitarlo.

Ese es el propósito de este libro: equiparte para eso. Te ayudará a procesar las historias culturales que escuchas cada día. Quiero darte la confianza para que evalúes la cultura y hables sobre ella de una manera que apunte a las personas a una realidad superior: la historia del Rey Jesús y su plan cósmico para este mundo. Porque no puedes escapar de la cultura. Pero sí puedes conectar con la cultura.