El País ha publicado en su edición de este sábado un bochornoso artículo sobre el crecimiento de iglesias evangélicas en la zona de Carabanchel.
¿Qué tipo de cristianismo puede volver al mundo hacia Jesús, si no es uno que sea verdaderamente relevante?
El amor sin verdad tampoco es amor, porque sentencia a las personas a perpetuarse en la mentira y no encontrar las soluciones que podrían liberarles.
Muchos de los análisis que se están haciendo son absolutamente superficiales, casi más dignos de un niño que de adultos con capacidad para votar.
Aunque Jesús volviera hoy manifestándose de la forma más evidente posible, eso no haría ninguna diferencia si en nuestro corazón estamos decididos a hacer el mal.
Anunciamos un Cristo que se entregó voluntariamente, que no se prestó a jugar sucio, ni a usar Su poder
Nuestras palabras, nuestros actos, nuestras intervenciones en el día a día… no solo hablan de nosotros. Hablan del Dios al que representamos.
Cuando el cristianismo nos ha tocado la médula, decir “soy cristiano” habla de todo lo que nosotros somos, hacemos, pensamos y sentimos en cualquier ámbito.
Las personas tenemos una tendencia a creer que lo bueno proviene de nosotros y lo malo de los demás.
Una culpa que nos acerque a la gracia, una que nos haga vernos como somos en verdad, esa, no debe ser mala.
De lo que proviene del mal, por muy lógico o agradable que nos parezca, no podemos esperar grandes cosas.
La revolución que supuso para Nabeel encontrarse con el Dios de la Biblia donde esperaba encontrar a Alá, fue absolutamente devastadora y reconstructiva a la vez.
Hemos de reconocer que cuando ya hemos hecho todo lo que podíamos, es donde Dios se extiende y empieza a mostrarnos lo que puede hacer Él.
Dios no ha dejado de amarnos, no ha dejado de querernos, no deja de demostrárnoslo, eso sí, no según nuestros caprichos y deseos.
La suerte, y esto sí es verdaderamente emocionante, aunque sea considerado pasado de moda o medieval, delirante o temerario, también la controla Dios.
Cuando nos tomamos a Cristo en serio, las decisiones se vuelven más fáciles de tomar, aunque el precio a pagar pueda ser mucho más alto.
La palabra dicha sigue siendo nuestro gran veneno: a nivel personal, interpersonal, familiar, social… también en la iglesia.
En vez de dejar que sea el Evangelio el que nos cambie, nosotros amoldamos ese mensaje a nuestra conveniencia.
Si nos planteáramos que, ni somos tan buenos como nos creemos, ni los demás son tan malos como les vemos, otro gallo nos cantaría.
Seguimos llamando a la maldad problema mental y a otras cosas, como el pecado, procuramos evitar llamarlas por su nombre. Pues así nos va.
Para poder adorar hace falta comprender verdaderamente quiénes somos nosotros y quién es el Dios de los siglos, más allá de lo que hace por nosotros.
En los momentos en que nos apetecería pedirle cuentas porque nos sentimos desencantados, el Espíritu habla a nuestra mente, a nuestros oídos, para recordarnos que nadie nos ama más que Él.
La Navidad empieza en Belén, en un recóndito pesebre rodeado de lo peor.
Somos tremendamente atrevidos, sobre todo cuando se trata de otros, cuando las consecuencias de lo que se derive de nuestro consejo no nos tocarán tan de cerca como lo harán con los demás.
No queremos a Dios en nuestra vida cotidiana pero nos preguntamos dónde está en medio de la tragedia.
Vivir un Dios adaptado a nuestro antojo, supone en definitiva no vivir la vida cristiana desde la bendición y la perspectiva que Él quiere para nosotros.
Las opiniones vertidas por nuestros colaboradores se realizan a nivel personal, pudiendo coincidir o no con la postura de la dirección de Protestante Digital.