Cuando el cristianismo nos ha tocado la médula, decir “soy cristiano” habla de todo lo que nosotros somos, hacemos, pensamos y sentimos en cualquier ámbito.
Todos en algún momento de la vida nos enfrentamos con una sencilla y complicadísima pregunta a la vez: “¿Quién eres tú?” o “¿Quién soy yo?”, según quién lo pregunte. La misma cuestión, pero planteada desde uno u otro lado, desde fuera o desde dentro, y con respuestas no siempre coincidentes.
Porque una cosa es lo que le responderíamos a alguien, y otra bien diferente lo que, a lo mejor, seríamos capaces de reconocernos a nosotros mismos. Sin embargo, en ninguno de los casos es una pregunta trivial, como tampoco lo es su respuesta.
Cuando es alguien de fuera quien nos pone en la tesitura de tener que buscar respuesta a este dilema, generalmente nos vemos a nosotros mismos buscando la contestación que nos deje en el mejor lugar posible. Al menos, el objetivo es no salir perjudicados, y por ello solemos dar una respuesta que, más que optar por la veracidad total, el equilibrio o el subrayado de los aspectos verdaderamente importantes, transmita una imagen lo más digna posible de nosotros, aunque que “levemente” distorsionada respecto del original.
Queremos impactar en positivo, queremos caer bien o al menos no ser rechazados, procuramos para ello disfrazar nuestros defectos y escogemos, de entre las muchas cosas que somos y que nos identifican, las que puedan proyectar lo mejor en menos tiempo. Pero nuestra elección no siempre es el mejor reflejo ni el más veraz de nosotros mismos.
Escogemos en esa contestación mostrarnos en función de nuestras profesiones, si las tenemos, o quizá mencionando aquel rol del que estamos más orgullosos (padre o madre, por ejemplo). En otras ocasiones, nos basta un calificativo que resalte alguna característica en la que queramos que otros centren su atención (“Soy una persona trabajadora” o “Soy alguien sacrificado”) y en otros se mencionan las dificultades del terreno con las que uno se ha ido encontrando y que, quizá han hecho un aporte más claro a quienes somos a día de hoy (“Soy un superviviente de…”).
Otros casos colocan en el centro de la respuesta algún elemento que consideren más o menos central de su personalidad o de su ideología (por ejemplo, ser de izquierdas o de derechas, o incluso la propia orientación sexual). Y así en un largo etcétera de opciones que transmiten algo, pero solo algo, de lo que somos a quienes nos demandaron saberlo.
Luego está el asunto de cómo nos responderíamos esa pregunta si fuéramos nosotros mismos quienes nos la hiciéramos. Y ahí es justamente donde quiero detenerme. Porque en lo referente a lo anterior, todos sabemos que cuando se trata de transmitir imagen hacia fuera, somos tremendamente cautelosos respecto a nuestras elecciones y la respuesta estará claramente marcada por ello.
Pero, ¿qué nos responderíamos a nosotros mismos, cuando nadie nos ve, cuando nadie más escuchará lo que contestemos, si fuéramos verdaderamente honestos, y si estamos dispuestos a que nuestra propia respuesta nos rete?
Si pensamos en la cuestión detenidamente, una buena respuesta sería aquella que consigue transmitir, de manera sintética pero eficaz la mayor parte de lo que verdaderamente somos. A nadie se le ocurriría contestar “Soy una persona a la que le gusta el azul”, porque este tipo de respuesta es absolutamente irrelevante para el 99% de los aspectos de la vida.
Muchos entonces, escogen la profesión, como comentábamos, porque al ser la actividad laboral y profesional algo que abarca tantos aspectos prácticos de la vida cotidiana, resulta en bastante representativo de nuestra actividad general, del tipo de vida que llevamos… pero tampoco habla del todo personalmente de lo que somos y de quién somos.
Dicho de otra forma, se nos queda un poco “superficial”. No “destapa” nada de lo interior nuestro. No supone ningún nivel de “riesgo” prácticamente. Es una respuesta sencilla. Y es que hay pocas palabras, calificativos o secciones de nuestra vida que verdaderamente puedan hablar alto y claro de lo que somos en todas las áreas de nuestra existencia.
Sin embargo, cuando una persona ha creído en Jesús y la obra que Él ha hecho, y se declara a sí misma como cristiana viviendo verdaderamente como tal, responder a esa pregunta diciendo “Soy cristiano”, hacia fuera y hacia dentro, cuando otros nos lo preguntan y cuando nos lo preguntamos nosotros, marca completamente la diferencia y es probablemente el término más representativo posible a todos los niveles.
Vivir el cristianismo con coherencia marca nuestros pensamientos, nuestros sentimientos, nuestra conducta hacia nosotros mismos y hacia los que nos rodean. También marca nuestro comportamiento con los amigos, en pareja, a nivel sexual, familiar, laboral, respecto a la forma en la que manejamos nuestra economía, en la que enfocamos nuestro tiempo libre o determinando nuestras prioridades.
Cuando el cristianismo nos ha tocado la médula (y si no nos la ha tocado, quizá no es cristianismo), decir “soy cristiano” habla de todo lo que nosotros somos, hacemos, pensamos y sentimos en cualquier ámbito, hasta el punto de que pondrá bien de manifiesto cualquier posible incoherencia que se produzca.
Quizá por esa misma razón muchos no se atreven a decirlo (para evitar el ojo escrutador, o para no tener que verse comprometidos a vivir como lo que decimos ser). En ese sentido, quien no es cristiano, se podría definir completamente por el calificativo “No cristiano” y quedar absolutamente retratado en cuanto a todas las áreas vitales que se han comentado hasta aquí.
Porque lo que creemos lo condiciona todo, incluido lo que somos, mal que nos pese. Y tal y como lo plantea la Biblia, en último extremo, la cosa se debate entre esos dos puntos: ser cristiano, con todo lo que implica, o no serlo.
Si lo pienso detenidamente, siendo cristiana…
La conmemoración de la Reforma, las tensiones en torno a la interpretación bíblica de la sexualidad o el crecimiento de las iglesias en Asia o África son algunos de los temas de la década que analizamos.
Estudiamos el fenómeno de la luz partiendo de varios detalles del milagro de la vista en Marcos 8:24, en el que Jesús nos ayuda a comprender nuestra necesidad de ver la realidad claramente.
Causas del triunfo de Boris Johnson y del Brexit; y sus consecuencias para la Unión Europea y la agenda globalista. Una entrevista a César Vidal.
Analizamos las noticias más relevantes de la semana.
Algunas imágenes del primer congreso protestante sobre ministerios con la infancia y la familia, celebrado en Madrid.
Algunas fotos de la entrega del Premio Jorge Borrow 2019 y de este encuentro de referencia, celebrado el sábado en la Facultad de Filología y en el Ayuntamiento de Salamanca. Fotos de MGala.
Instantáneas del fin de semana de la Alianza Evangélica Española en Murcia, donde se desarrolló el programa con el lema ‘El poder transformador de lo pequeño’.
José era alguien de una gran lealtad, la cual demostró con su actitud y acciones.
Celebración de Navidad evangélica, desde la Iglesia Evangélica Bautista Buen Pastor, en Madrid.
Madrid acoge el min19, donde ministerios evangélicos de toda España conversan sobre los desafíos de la infancia en el mundo actual.
Las opiniones vertidas por nuestros colaboradores se realizan a nivel personal, pudiendo coincidir o no con la postura de la dirección de Protestante Digital.
Si quieres comentar o