El País ha publicado en su edición de este sábado un bochornoso artículo sobre el crecimiento de iglesias evangélicas en la zona de Carabanchel.
Tenemos una gran responsabilidad de vida los que estamos lanzando al mundo mensajes evangélicos.
¿Podremos entrenarnos y pedir ayuda al Señor para poder nosotros, como el Maestro, mirar con otros ojos?
El cristiano tiene que actuar, hacer, ejercer la misericordia, decir palabras de denuncia, luchar contra la injusticia y ser una mano tendida de ayuda.
Todo debería formar un conjunto: la vida del creyente, su voz, sus hechos y sus palabras.
La pregunta central y vital va a ser que qué has hecho de tu hermano, cómo has tratado al hombre, a la mujer, al humano, al prójimo.
Hago la llamada a compartir, a comprometerse con el mundo pobre, con los que pasan hambre y escasez en la tierra.
Quizás la celebración del año nuevo sea una mera quimera. Pero incluso el discurso del Eclesiastés que nos lleva a cierto pesimismo, acaba con un mensaje de novedad
La vivencia de lo humano, de la projimidad, de lo que de divino pueda haber en el hombre después de la encarnación de Jesús, se puede dar en cualquier lugar.
Al raso, como los pastores de Belén, helados en medio de la fría noche. Es posible que, también, en la noche navideña nazcan niños en los campos de refugiados.
¿Tenemos miedo, tiene miedo el hombre de hoy a que el resplandor del Señor irrumpa en sus vidas?
Que vuestros corazones vibren. ¿Notáis la emoción del acercamiento? ¿Laten vuestros pechos viendo que vuestra expectación va a tener respuesta?
El cántico de María nos interpela para que nos acordemos de los pobres y de los hambrientos, mientras que clama contra los ricos acumuladores.
La iglesia no ha entendido la radicalidad de los mandamientos bíblicos que nos hacen vivir la vida cristiana en relación con el prójimo, al que siempre debemos tender una mano de ayuda.
Lo espiritual y lo social se unen en el compromiso de muchos de los voluntarios en el mundo hoy.
No se puede orar si no estamos reconciliados con el prójimo. La oración y el menosprecio al otro, son incompatibles.
El dinero tiene muchos adoradores en nuestras sociedades de consumo insolidario.
Si quieres que tu pan sea bendecido, debemos ser conscientes y consecuentes de que, cuando comemos, comemos del pan de todos.
Los cristianos pueden ser un fermento de autocrítica de nuestras sociedades occidentales.
¿Quién mejor que los cristianos puede hacer el aporte ético y moral para que haya mejor gobierno, más justo, con políticas económicas y sociales que aumenten en equilibrio el bienestar del hombre, de los pueblos?
La moral cristiana es la más completa, exigente y comprometida en relación con el hombre, con el prójimo.
Un auténtico discípulo de Jesús no puede alegar nunca, justificando su insolidaridad, que los muchos bienes que tienen los ha ganado honestamente, dentro de la ley y quedarse ahí sumido en su pozo de egoísmo.
Hay muchos que se sienten defraudados por los grupos cristianos, ven falta de coherencia, falta de compromiso, falta de acción y, a veces, falta de misericordia y de búsqueda de la justicia.
No entendamos la omnipotencia de Dios a nuestra manera, bajo nuestros parámetros de poder humano.
Ni el templo, ni las fiestas solemnes, ni los rituales deben estar por encima del hombre, ni por encima del cumplimiento de la misericordia.
Ser cristiano es vivir en compromiso con el hombre, con el prójimo y, fundamentalmente, con aquellos empobrecidos, oprimidos y robados de dignidad.
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