Si quieres estar pegadito a Jesús, la práctica de tu espiritualidad no debe ser unidireccional.
¿Quiénes son los que van pegaditos a Jesús, los que miran hacia arriba o los que miran hacia abajo? Pregunta vana. Ni los que sólo miran hacia arriba van pegaditos a Jesús, ni los que sólo miran hacia abajo. Los que van pegaditos al Maestro son aquellos que, habiendo mirado hacia el Señor y habiéndose cogido de su mano, son capaces de mirar hacia abajo, hacia allí donde está el prójimo que nos necesita. Mirar hacia abajo está en relación de semejanza con mirar hacia arriba. Como el amor.
Observa. Tú que dices ser seguidor del Maestro. Él miró mucho hacia abajo, lógicamente sin dejar de mirar hacia el Padre del que venía su fuerza. Se puede decir que Jesús tenía un deseo, una tendencia de mirar hacia abajo. Quizás por eso vino al mundo. Miró a todos, a los pecadores, pero tuvo una sensibilidad especial y una concienciación divina, de mirar a aquellos hombres que más sufren.
¿Hacia dónde miramos nosotros para estar pegaditos a Jesús? Hacia arriba, hacia abajo o, como el Maestro, podemos compaginar ambas cosas en un nivel de semejanza. Para mirar, desde la auténtica vivencia de la espiritualidad cristiana hacia abajo, se necesita la fuerza del que está arriba, del Altísimo. Si quieres mirar hacia los focos de conflicto para ser una mano tendida, si quieres tener un seguimiento de los desclasados y proscritos convertidos en malditos por sus semejantes, si quieres mirar a los pobres y marginados despojados por los que acumulan en grandes almacenes, mira hacia arriba. Verás como el Señor redirige tu mirada.
Imita a Jesús. Estar pegaditos al Dios que descendía, que dejaba tronos y gloria, que dejaba al Padre para venir a morar, de forma humilde, entre los hombres, preocupándose por los tristes, por los tildados de pecadores, por los pobres y marginados, por la situación de la mujer y de los niños, por los despreciados incluso por los prepotentes religiosos de la época.
No. Estar pegadito a Jesús no es sólo mirar hacia arriba. No es sólo pensar estar sentado junto a Jesús en su gloria. Si quieres estar pegadito a Él, debes buscar la mirada integral dirigiéndola hacia aquellos que han quedado tirados al lado del camino. Si no es así, de nada valdrá tu ritual y tus alabanzas nunca traspasarán el techo de la iglesia en la que te congregas. No estarás pegadito al Señor.
Quizás los más pegaditos a Jesús, no son solo los que piensan en estar en la nueva Jerusalén disfrutando de la presencia del Altísimo, sino aquellos que también se han sentido llamados a misericordia para con el prójimo apaleado. Quizás, junto a ellos, experimentes una presencia de Jesús jamás pensada. Él está con los pobres, los necesitados, los que sufren, los oprimidos de la historia.
Dios, Jesús hecho hombre, se identifica de alguna manera con ellos. Por eso pudo decir: “Tuve hambre y me disteis de comer”, aunque nuestra ayuda haya sido para otros, los débiles y marginados de la historia. ¿Será que cuando el creyente no mira hacia abajo tiene una fe muerta? ¿Es posible que si no estamos atentos al grito de los pobres y sufrientes nuestra fe está muriéndose con el riesgo de dejar de ser?
Mira también hacia arriba. Si no, ¿de dónde vas a recibir tus fuerzas? ¿De dónde vas a recibir la gracia que necesitas para ser una mano tendida de ayuda? ¿De dónde vas a recibir la sabiduría necesaria para saber tratar al prójimo dentro de las líneas de misericordia? M ira. No lo dudes. El cristianismo es bidireccional. Cuando eliminamos cualquiera de ambas direcciones, estamos mutilando el cristianismo. Cuando enfatizamos una mucho más que otra, lo estamos desequilibrando. Pasamos a vivir vidas espirituales desequilibradas que nos pueden llevar al desastre espiritual.
Los que son insolidarios no miran hacia abajo. Entonces, es imposible caminar por el mundo pegaditos a Jesús. Separados de él, para nosotros los pobres, los proscritos, los desclasados y los que sufren serán como la nada. Les daremos la espalda y, sin darnos cuenta, estaremos dando la espalda a ese Jesús al que queremos estar pegaditos. Caminaremos por el mundo, quizás haciendo alabanzas y largas oraciones ante las cuales se dará el silencio de Dios. Un Dios sordo a nuestras plegarias porque no buscamos justicia ni practicamos misericordia. Quizás tus oraciones reboten en las paredes de un túnel volviendo hacia ti sin que se eleven hacia lo alto o, quizás, reboten sobre un muro en el que parece que no hay nadie detrás.
Si quieres estar pegadito a Jesús, la práctica de tu espiritualidad no debe ser unidireccional. No sea que te conviertas en un insolidario para con el prójimo y nunca tengas la experiencia de ser movido a misericordia. No te montes nunca un cristianismo sin prójimo. Esto te separará de ese Jesús al que quieres seguir.
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