Los cristianos debemos sentirnos interpelados en nuestra responsabilidad ante el prójimo viviendo la tensión a que las injusticias sociales y las estructuras de pecado y económicas de poder someten los valores bíblicos.
Se ha citado mucho en estos días pasados lo publicado por Oxfam poniendo de relieve el hecho escandaloso de que nada menos que el 82% del crecimiento económico en el mundo se lo apropió el 1% de la población. Un hecho trágico y antihumano que hace que todo aquél que lo lee, lo escucha o reflexiona sobre él, se sienta incómodo y con la necesidad de comentar este desfavorable acontecimiento de una forma crítica.
¿Qué pasa en nuestro mundo? ¿A qué se deben esos graves desequilibrios económicos? ¿Por qué la sima que media entre ricos y pobres se agranda cada vez más? ¿Qué significa ese escándalo de que cada día hay ricos muy ricos y pobres muy pobres? ¿Cómo es que en las crisis económicas, en donde tanta gente se derrumba económicamente cayendo en la pobreza y en donde las clases medias sufren hasta desaparecer muchos de sus estratos, hay sectores ya anclados en el capital que se enriquecen más todavía?
Se necesitan urgentemente nuevos valores en el mundo. Es imprescindible un nuevo estilo de relación más solidario entre los hombres que pueblan el planeta tierra. Quizás es necesario un nuevo concepto de la riqueza, una nueva concepción del trabajo y de la producción que nos lleve al hecho de que el hombre sea cada vez más humano. El mundo necesita humanidad para no hundirse en los lodos de la corrupción.
Si no, si seguimos en los parámetros económicos de los datos de Oxfam, el hombre camina, insolidariamente, hacia la deshumanización, hacia el viejo dicho que, a veces, nos parece obsoleto y que dice que “el hombre es un lobo para el hombre”.
Caminamos así hacia el olvido de los valores del Reino en donde la solución a este escandaloso sistema mundo se percibe en el poner a muchos de estos últimos como los primeros. Un trastoque de valores sin el cual imposibilitamos una reestructuración de la historia económica del mundo. Si no se da este cambio radical, este rescate de los auténticos valores, el hombre se va a convertir, realmente, en el Satán de su prójimo olvidando, egoístamente, que sus recursos pertenecen por igual a todos los habitantes del planeta tierra. Nadie puede acumular sobre el despojo del otro.
Se necesitaría una nueva concepción de la economía que debería ir de mano de la ética, un sistema económico en donde la solidaridad, la projimidad y la justicia fueran el caldo de cultivo donde se desarrollaran la concepción de la economía que necesita un mundo más humano y solidario.
Lo otro, la concepción de una economía que hace ricos más ricos y pobres más pobres, es escandaloso, falso, ejemplo de inhumanidad, de egoísmo y muerte. Muchos quedarán reducidos al no ser de la marginación, al hambre, a la miseria ante la mirada insolidaria del acumulador. El hombre habrá perdido su dignidad. Además, en la mayoría de los contextos sociales y económicos, los valores morales y éticos se habrán tirado al cubo de la basura.
Necesitamos una producción y un desarrollo al servicio del hombre, no de unos pocos acumuladores que, para nuestra vergüenza, los consideramos prestigiosos debido al falso valor, al valor antibíblico, a la consideración falsa y en contracultura con la Biblia que es ese concepto absurdo y antihumano de la “riqueza como prestigio”.
El hombre tiende a humillarse ante el oro o ante quien lo posee. Falso valor impropio de una cultura a la que, a veces, la consideramos como cultura occidental impregnada de los valores del cristianismo. Una gran paradoja que debería escandalizarnos y sonrojarnos haciéndonos pasar a la búsqueda de la justicia y a la denuncia.
Un desarrollo antihumano será aquel que potencia los beneficios y la riqueza de los ya anclados en el capital a costa del despojo de los más débiles, integrados económicos que usan su influencia para enriquecerse más y más. Ricos más ricos, necios más necios —diría el texto bíblico—. La consecuencia es fatal, injusta, malvada: nos conduce a que en el mundo cada día haya pobres más pobres. Más que pobres, empobrecidos por el injusto sistema mundo en donde se premian siempre a los acumuladores y despojadores de los más débiles.
También es cierto que un desarrollo humano no debería replantearse solamente las exigencias económicas junto el mayor equilibrio en el reparto de los bienes del planeta tierra, sino que también debería atender a las exigencias más profundamente humanas como son la dignidad de la persona, que mantenga su estructuración psicológica e intelectual y, lógicamente, todas sus exigencias éticas, morales y religiosas, pero si el hombre es robado, apaleado, excluido de sus bienes económicos y se le deja lanzado a la exclusión y marginación, las otras exigencias humanas no se van a dar tampoco.
Los cristianos debemos sentirnos interpelados en nuestra responsabilidad ante el prójimo viviendo la tensión a que las injusticias sociales y las estructuras de pecado y económicas de poder someten los valores bíblicos por los que hemos de luchar sin avergonzarnos de ir contracorriente pensando también en la ecología, en el futuro de los pueblos y el de las próximas generaciones.
Cristianos: Reflexionemos desde nuestros valores, esos que hemos mamado de las Sagradas Escrituras, desde los valores del Reino que nos dejó Jesús, trabajando todos para acercar el Reino de Dios y para hacer que se integren, a favor del hombre y de lo humano, todos los factores que inciden en su bienestar: Lo económico, lo social, lo psicológico, lo espiritual, lo ético, lo moral y lo ecológico. Trabajar con nuestra voz y nuestro ejemplo un nuevo estilo de vida fundamentado en los auténticos valores, trabajar enseñando nuevas solidaridades que, prioritariamente, debemos vivir los cristianos en coherencia con el Evangelio.
Luego, trabajar por la justicia, valorar la misericordia y el amor y, como es necesario, pasar luego, indefectiblemente, a la denuncia tal y como lo hicieron los profetas a favor de los pobres y de los oprimidos y en contra de los necios acumuladores de nuestra historia.
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