La indiferencia, siendo más sutil, es mucho más peligrosa y acaba arrastrando a millones de personas que dan la espalda a todo lo que suena a cristiano.
Se habla y se escribe sobre la cristianofobia en Europa y en el mundo. Es verdad, pero hay otra realidad que le supera con mucho y que no es menos dañina para el cristianismo que la propia fobia a los cristianos: la indiferencia. Cuando contemplamos esas grandes masas de población a las que, simplemente, no les interesa el cristianismo y pasan indiferentes ante todo vestigio del Evangelio, nos podríamos preguntar cuál es la razón y cuál es nuestra responsabilidad en este fenómeno tan extendido: la indiferencia. Un fenómeno mucho más dañino para la extensión del Evangelio que la cristianofobia.
¿Podría ser que la falta de autenticidad con la que se vive el cristianismo en el mundo, la falta de compromiso, el exceso de religiosidad vivido en falsedad e inoperante en el mundo fuera el abono, el terreno apropiado de la fatal indiferencia de las gentes? A Jesús le seguían las masas de poblaciones, le alababan, le perseguían u odiaban porque era imposible pasar ante sus enseñanzas y su vida de forma indiferente.
Quizás la cristianofobia es la imposibilidad de algunos de pasar indiferentes ante el mensaje cristiano y reaccionan con odio y violencia. Es malo, dañino, pernicioso, pero la indiferencia, siendo más sutil, es mucho más peligrosa y acaba arrastrando a millones de personas que dan la espalda a todo lo que suena a cristiano sin que aprueben ni maldigan al cristianismo.
Simple indiferencia y pasividad que acaban anulando las influencias cristianas, múltiples personas que acaban volviendo el rostro a otro lado o, en su caso, ni siquiera eso. Pasan como si el cristianismo no existiera para ellos, como si ya fuera algo obsoleto ante lo que no hay que pararse, como si fuera un fenómeno que se ha desvanecido con el tiempo y se hubiera esfumado en las neblinas de la historia.
Quizás, para eliminar esta indiferencia de muerte, los cristianos deberíamos de volver al cristianismo con esa radicalidad con la que lo vivió y comunicó Jesús, con ese compromiso hasta la muerte, con esa entrega hasta hacer del amor al prójimo algo semejante al amor al mismo Dios.
Si hacemos del cristianismo un fenómeno que nos lleva a la retirada del mundo, al abandono del compromiso con el hombre que sufre y lo presentamos como un listado de cumplimientos religiosos, una ética de cumplimientos que vivimos en una especie de individualismo insolidario, no es extraño que abonemos los campos de la maldita indiferencia. Las gentes pasarán del cristianismo como algo irrelevante. La indiferencia de millones y millones de seres humanos ante el cristianismo estará garantizada.
Es posible que podamos decir que, a veces, sería mejor la cristianofobia como una reacción a la vivencia auténtica de tantas personas comprometidas con el prójimo, con la sociedad, con la cultura, con los abusos económicos, las marginación de los débiles, el desigual reparto de los bienes del planeta tierra y tantas y tantas circunstancias con las que los cristianos deberíamos ser solidarios… aunque generara cristianofobia por parte del algunos. También se generó contra Jesucristo mismo.
Peor, mucho peor, es la indiferencia, el no sentir al cristianismo vivo, el que las gentes se comporten como si los valores cristianos no existieran o, también, como si no hubiera cristianos en el mundo. Muchos en el mundo sólo aprecian el olor a cirio y sacristía, las apariencias de un cristianismo insolidario y no comprometido con el hombre.
La ingente indiferencia ante el cristianismo que habita el mundo también parte de la idea de que es una simple religión dedicada al rito, al cumplimiento de ciertos rituales y ceremonias, prácticas externas que poco tienen que ver con la generalidad de las poblaciones que, muchas veces, caminan sedientas de autenticidad, de coherencia, de compromisos vitales con el mundo y con los sufrientes que en él se dan. Al percibir el cristianismo como prácticas litúrgicas más o menos piadosas que se desenvuelven en la esfera de lo personal sin trascendencia para las problemáticas humanas, caen en la indiferencia olvidándose de todo vestigio de lo que suene a cristiano.
Indiferencia frente a cristianofobia. Mucho más perjudicial y más demoníaca la primera que la segunda. ¿Por qué la búsqueda de la justicia, su práctica y la práctica de la misericordia no están en primera línea de las prácticas y vivencias cristianas cuando están tan claras en la Biblia la importancia y la necesidad de todo esto en la vida cristiana? Muchas veces la búsqueda de la justicia y la denuncia permanecen ajenas a las prácticas del cristianismo. Pasto y abono de la indiferencia.
Se necesita reflexión y compromiso para eliminar esta lacra, esta sombra que tiene el cristianismo como si lo quisieran mandar al reino del no ser, del no vivir, de la indiferencia total que se asimila a la muerte.
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