El País ha publicado en su edición de este sábado un bochornoso artículo sobre el crecimiento de iglesias evangélicas en la zona de Carabanchel.
La amistad es grandiosa, suele brotar de manera espontánea, quienes la disfrutan lo saben.
Sin ningún esfuerzo, un solo dedo de la MANO puede hacer desaparecer nuestro mundo.
Tenemos la certeza de que mucho más cerca que la parentela de sangre está nuestro Padre celestial.
Son los inocentes los que más ilusiones guardan.
Nos gusta realzar lo positivo, o rebajar los hechos negativos. Los abultamos o adelgazamos a voluntad, y nos convencemos de que no mentimos.
Los ojos de Jesús penetraban hasta lo más profundo del corazón de los hombres y podía enjuiciarlos de forma perfecta y exacta.
Tuyas somos. Líbranos de tanto pensamiento oscuro, de tanta amenaza de inutilidad, de tantos desvaríos, del sudor frío que nos baña de pies a cabeza.
La vida es el regalo de un paisaje ilusionante que se nos entrega. Lo abriremos una vez, no más. Ante su visión saquemos provecho en positivo, para que nos sintamos bien haciendo el bien.
Una interpretación personal de un cuadro de Marina Abramović.
¿Es posible que el prójimo se nos haya vuelto desangelado, etéreo, frío?
Tengo que actuar y comportarme como una persona que es igual a otra. El concepto de igualdad empieza por una misma.
La iglesia puede convertirse en un lugar de paso al que vamos con un sentido estrictamente personal y egoísta.
Me resulta eficaz la amistad que me une a Dios, y no quiero que se entienda que le trato como si fuese un talismán. Hablo de confianza.
Según actúen los que ejercen el poder, así reaccionarán los subordinados. Mejor ser prudentes para lograr armonía. Sobre unos y otros está la autoridad del Señor.
Cuando la necesidad ajena acecha, no hay peor sordo que el que no quiere oír, ni más ciego que el que no quiere ver, ni corazón más duro que el que no quiere amar.
Hemos adiestrado nuestra mente convenciéndola de que lo mejor es recibir y nos hemos acostumbrado a ese sentimiento. Exigir de los otros.
25 de noviembre, Día internacional de eliminación de la violencia contra las mujeres.
¿No somos todos un poco como Felipe y Andrés, según se nos presentan las circunstancias? Vemos la realidad que nos nubla, no el prodigio que puede suceder.
¿Hacemos mal defendiendo lo bueno? No, aunque sí puede dolernos.
Fueron muchos los que, al escucharla, entusiasmados quisieron tomar ejemplo y refinar sus dones para sí y los suyos.
Jesús es bueno, cumple con su misión. Se entrega generosamente por los suyos. No es un pastor asalariado que trabaja para el dueño del rebaño. No abusa. Sí reparte ternura y amor, conoce a cada oveja en lo más íntimo.
Ha dejado una huella imposible de borrar y gratos recuerdos anclados en nuestra memoria.
Es Señor justo, por eso las ofrendas de los poderosos no tienen valor, como tampoco la tienen la de los pobres. Para el Señor somos todos iguales.
Mientras estamos en la iglesia, nos familiarizamos en muchos aspectos: el lenguaje, la estética, los modales. Nos reconocemos. Es en la calle cuando podemos convertirnos en desconocidos.
La vida es muy complicada. Somos amigos de los favores y más cuando nos convencemos de que los necesitamos con urgencia.
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