Argumento del ciego o temeroso y respuesta de la ilusión

El almita clara de Amal, señora, es como el vilano de los campos que se va con todos los aires. Por ejemplo, él quisiera ir volando del otro lado de la montaña que se alza en la lejanía. Su tío le dice: “¡Eres tonto! ¿tú te crees que no hay más que ir y subirse a la punta de la montaña? ¿No comprendes que si esa montaña está ahí en pie, como está, está para algo? Si pudiéramos ir más allá, ¿para qué amontonar tanta piedra?” Pero Amal replica: “¿Tú crees, tío, que la han hecho para que nadie pase? Pues a mí me parece que es que como la piedra no puede hablar, levanta la mano hasta el cielo y nos llama.

El cartero y el Rey, Tagore.

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Este pequeño texto contiene grandes verdades que recuerdan las que nos muestran los evangelios. En ellos, a veces Jesús nos pone como ejemplo a los más pequeños. La niña o el niño que hay en nuestro interior se asoma, de cuando en cuando a la esperanza, si nuestro yo maduro se conforma con las limitaciones de este mundo. Nos fabricamos un sin fin de montañas mentales sin disponer de la fe suficiente para hacerlas desaparecer y esta criaturita que nos habita de por vida no se rinde y nos conduce a cumplir los retos que  nos acobardan a una edad adulta. 

Nos alienta esta historia a escalar más allá de lo que vemos, confiados en que tras los obstáculos hay más vida, más ilusión, más alegría levantando la mano y nos llama a voces para que nos acerquemos sin temor a tropezar con ellas.

No ahoguemos las ganas de vivir de ese infante al que muchas veces asfixiamos. No mal nutramos a ese niño o niña que no deja de revelársenos dentro y que lucha por  salir y cogernos de la mano hasta alcanzar ese reto que se nos ha presentado, ante esa dificultad que vemos ahí, delante de nuestros ojos y jamás nos aproximamos a resolverla porque andamos convencidos de que las cosas son así, sin más.

Actuemos con esa fe sin contaminar, creyendo que todo es posible.

En verdad os digo que cualquiera que diga a este monte: Quítate y arrójate al mar, y no dude en su corazón, sino crea que lo que dice va a suceder, le será concedido. (Marcos 11:23)