El País ha publicado en su edición de este sábado un bochornoso artículo sobre el crecimiento de iglesias evangélicas en la zona de Carabanchel.
El poder no tiene ningún sentido cuando estás destruyéndote a ti mismo.
En nuestro mundo la razón se establece por el número de personas que se adhieren a una idea, sea justa o no.
El Salvador crucificado parecía representar para muchos la derrota más humillante, pero significó para la humanidad una victoria eterna.
Dios nos dejó infinitas maneras de divertirnos y sentirnos aceptados sin tener que caer en la destrucción.
Mucho se ha escrito sobre el poder de las palabras, no sólo de lo que decimos sino también sobre cómo lo decimos.
Las bendiciones dan vida, las maldiciones la quitan.
¿Qué pasaría si todos nos diéramos cuenta de que lo más importante en la vida es ser nosotros mismos, y no tanto llegar a ser el número uno en algo?
La Biblia nos enseña que el mismo pueblo de Dios dejó de creer en Él.
Echamos la culpa a la “sociedad” de muchas cosas, sin pararnos a pensar ni un solo momento en que somos nosotros los que vivimos en ella.
Tomás sabía que Jesús era Dios, y así se lo dijo delante de todos ¡Lo sabía, pero las dudas estaban a punto de hacerle caer!
El maligno busca hacer que todo sean altibajos sin sentido y que dudemos de nosotros mismos.
Lo que es importante en la vida es aquello que nos abre las puertas de la eternidad.
Cuando sabemos que algo no está bien, nos escondemos.
El haber rechazado a Dios nos está llevando a situaciones que muchos ni imaginaban.
Dios puso la naturaleza a nuestro cuidado y estamos demostrando ampliamente las razones por las que no se nos puede dejar solos.
Queremos racionalizarlo todo, pero cuando nos hablan de Dios, ninguna razón sirve.
La Biblia nos enseña que el Espíritu de Dios ilumina nuestra vida, porque él es la luz en su propia esencia.
Si renunciamos a Dios, dejamos de pensar y dejamos de descubrir quienes somos, porque ya nada importa: un día nacimos, y otro moriremos.
Nos entretenemos en comentarios inútiles mientras la vida se nos escapa poco a poco. Queremos ganar discusiones pueriles y nos olvidamos de disfrutar.
La Biblia nos enseña que cuando nos rebelamos contra Dios perdemos la capacidad para relacionarnos de una manera perfecta.
Cuando le damos la espalda a nuestro Creador perdemos la paz interior y la exterior.
Ser Dios es imposible y no tanto porque tengas que hacer milagros y ocuparte de los problemas de todos, sino por lo que es la esencia de su propio carácter.
Dios nos hizo a todos iguales, y nos ama a todos de la misma manera.
Dios también es el Señor de los que pierden; él es también nuestro consuelo cuando todo parece ir mal.
A veces no importa si tenemos mucho o poco: si el dinero es el que nos “obliga” a tomar una decisión es porque nos está dominando.
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