El País ha publicado en su edición de este sábado un bochornoso artículo sobre el crecimiento de iglesias evangélicas en la zona de Carabanchel.
El cristianismo es sobrenatural o no es nada. Es sobrenatural o es una mera religión. Es sobrenatural o es una «apariencia de piedad».
Y entonces, ¿yo qué soy? ¿Bueno o malo?
Si queremos hacer la paz, no hablemos nunca mal de nuestros semejantes, aunque tengamos motivos para ello.
No acariciemos ni fomentemos jamás los deseos de venganza, sino seamos pacientes y dejemos lugar a la justicia de Dios.
Las comunidades de fe en general, y los cristianos evangélicos en particular, hicieron conocer su presencia e hicieron oír sus voces en la COP 21.
Las exigencias de las bienaventuranzas sólo parecen imposibles a quienes no han comprobado el atractivo del reino de Dios, ni han nacido de nuevo.
La persecución nos revela dos cosas: lo que somos ya aquí en la tierra y lo que nos espera en el más allá.
El evangelio crea tarde o temprano división acentuada entre los cristianos y aquellos que no lo son.
Donde se hacen realidad las palabras de Jesús es precisamente en los aprietos que los perseguidores deparan a los creyentes.
La actualidad de la obra de Wilde no puede ser más evidente: un nuevo hedonismo, el culto a una eterna juventud, cuando se trata de la vanidad de una belleza temporal.
Para los judíos contemporáneos de Jesús, los abismos del mar representaban muchas cosas negativas, en especial, el paganismo de los pueblos gentiles que les rodeaban.
El hacedor de paz conoce esta situación de caída moral en que se encuentra el ser humano y está dispuesto a hacer lo que sea necesario para promover, a pesar de todo, la gloria de Dios.
La Biblia enseña que el problema está en el corazón del hombre y mientras éste no cambie su manera de ser, no habrá verdadera paz en el mundo.
No nos dejemos llevar por los valores de las sociedades de opulencia en las que vivimos.
Una nueva visión de las bienaventuranzas.
Es posible deducir del sermón del monte que, en la vida del cristiano, es más importante el verbo ser que el hacer.
Los misericordiosos son los que abren su corazón, o sus entrañas, ante el sufrimiento de sus semejantes y procuran ayudarles a disminuir sus males.
El secreto de la mansedumbre es la relación diaria con el Señor a través de la oración franca.
Humor crítico inteligente.
En París se discute el futuro del planeta. Los cristianos tenemos algo que aportar, pero debemos empezar por la autocrítica, explica el experto en desarrollo sostenible Oscar Margenet.
Siete fotos aéreas que muestran la explotación de recursos, la desertización y otros efectos provocados por la acción humana en el medio ambiente.
“Algunos admiten la importancia del tema pero no lo consideran una responsabilidad personal. Quizá esta es la opinión mayoritaria entre los cristianos”. Un fragmento de “Ecología y cambio climático”, de Miguel y Pablo Wickham (Andamio, 2012).
La perspectiva de la finitud de la vida humana es la principal responsable de la angustia vital que caracteriza a toda persona en lo más profundo de su alma.
“Hemos confundido nuestra política con nuestra fe”, piensa la respetada científica atmosférica de fe evangélica Katharine Hayhoe. “Si realmente creyéramos lo que dice la Biblia, estaríamos al frente de este asunto”.
¿Cómo vivimos los cristianos este dolor espiritual por el mundo? ¿Será quizás que no influimos más en la sociedad porque nuestra vida no es como debiera ser?
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