STOP: Bienestar privado

El egoísmo humano en las sociedades de bienestar, marcan como una gran señal de Stop que lleva a pensar a muchos que el bienestar es algo privado, una señal insolidaria que marca una valla entre los integrados en las sociedades de consumo y aquellos que se han quedado tirados al lado del camino como sobrante humano.

Stop, Alto, Para: Esta señal de Stop es como si indicara el no avanzar hacia lo que considero privado, lo mío. Por tanto, para, detente, que lo mío es mío y a nadie importa mi deseo de vivir lo mejor posible. Así, podemos regodearnos en nuestro bienestar privado y caer en soliloquios similares a los que nos presenta la Biblia en la parábola del rico insensato. Nos volvemos necios insolidarios y egoístas.

Stop. Propiedad privada. Para el rico necio o insensato, su bienestar era un asunto totalmente privado. La acumulación de sus productos hasta ya no poderlos almacenar, era una bendición o problema exclusivamente suyo, privado. Soliloquio loco que hoy puede repetirse entre los integrados en las sociedades de consumo insolidario. Soliloquios sobre un bienestar considerado exclusivo y asumido de forma totalmente egoísta. No sé si un asunto de confesión de pecado ante Dios o de sillón de psiquiatra.

Stop. Es mío, únicamente mío. El rico de la parábola sólo hablaba con el uso del posesivo: “Mis graneros, mis frutos, mis bienes… mi alma” a la que le dice enfáticamente que puede reposarse, comer, beber y regocijarse de espaldas al grito de dolor de los otros, de los hambrientos del mundo, de los empobrecidos de la tierra. ¡La cúspide del egoísmo humano!

Un Stop de muerte. Ese uso de los posesivos y ese egocentrismo eran una gran señal que indicaba que debía detenerse todo el que quisiera inmiscuirse en su bienestar privado. Es lo mío, es lo mío, es lo mío. ¡Detente, Stop, todo esto es mío! Asunto propio, bienestar exclusivo.

Stop a los débiles, a los que se han dejado despojar, a los oprimidos, a los excluidos de los bienes del planeta tierra. Paraos, deteneos, no avancéis, es inútil. Todo está guardado y bien guardado. El bienestar es un asunto privado que sólo se concede a algunos privilegiados de la historia que se asientan sobre la miseria de otros llenando el mundo de cierto olor a podrido, de cierta sensación de robo, de despojo, de miedo, de muerte.

Stop. Parad. Bienestar privado. Ya hemos privatizado lo que pertenece a todos. Son mis frutos, mis bienes, mis posesiones, mi dinero. Además, a veces parece que la privatización del bienestar no tiene otra salida y queda en manos de unos pocos. El ochenta por ciento de la humanidad, en menos o mayor grado hasta llegar al mundo de los hambrientos, ha sido despojado, robado. Tienen prohibido el participar de los bienes de un planeta que también es de ellos.

Stop, parad, deteneos. Se ha privatizado la opulencia, anuncia la voz de los acumuladores del mundo. La privatización del bienestar no tiene fin, aunque se extienda sobre ella cierto olor a muerte. Los graneros de algunos se pueden ampliar hasta el infinito aunque dentro de ellos resuene el llanto de los niños con hambre y la muerte de los debilitados por la escasa alimentación que les pone el Stop a seguir viviendo. Un mundo lleno de insensatos, de necios, de egoístas, de acumuladores, de ladrones, de locos… de pecadores.

Stop, nos dicen. Así, el mundo huele a hambre, a pobreza severa y a escasez de agua potable. Huele a la injusticia de los que viven la infravida de la escasez de recursos, no sólo de alimentos, sino de medicinas, de recursos culturales y de capa citación. Stop, nos dicen a pesar de todo. Mi bienestar es mío, míos son mis graneros, míos mis bienes, mía mi alma.

¡Cambiemos ese Stop! Stop a vosotros, privatizadores del bienestar. Vuestra alma, al menos, puede que no sea ni siquiera vuestra. Quizás esta noche os la van a pedir, a demandar. Quizás hoy se os pregunte por justicia. Quizás moriréis. El tiempo es corto. ¿De quién será lo que habéis almacenado?, nos dice la parábola. ¿Es que, acaso, no conocéis los valores, demandas y mandamientos bíblicos? ¿Es que, acaso, no los escucháis?

¡Cambiemos la dirección del Stop! Stop, paraos, deteneos todos. Sí todos. Quizás se refiere a nosotros mismos. Yo también. Tú también. Parémonos.  La llamada va también para todos nosotros, integrados en las sociedades de consumo pero que no se nos conoce como de entre los ricos de este mundo.

La llamada, el Stop para reflexión también va para nosotros. Párate y reflexiona. Quizás también tengamos puesto un Stop en la puerta de nuestra casa, una señal que nos convierte también en destinatarios de los adjetivos “necio, egoísta, insensato, insolidario”… Y no lo sabemos, ni somos conscientes de ello. Nadamos a favor de la corriente impregnados de valores antibíblicos sin que ya nuestra conciencia nos interpele. Te dejo otra señal de atención: ¡Cuidado!

Stop. Párate. Parémonos. Reflexionemos. No nos dejemos llevar por los valores de las sociedades de opulencia en las que vivimos. Sociedades en las que contemplamos no sólo el conseguir la abundancia de lo que necesitamos, de lo necesario, sino que buscamos también la abundancia de lo innecesario.

Pues bien. Haz un Stop. Eso no es vivir de acuerdo con los valores bíblicos, los valores del reino que irrumpe entre nosotros con la venida de Jesús al mundo. Podemos aceptar estilos de vida tan lejos del de Jesús que se transformen en una carga que impidan el seguimiento del Maestro. Es entonces cuando nos ganamos el calificativo de necios sin darnos cuenta de que, quizás, ya estén golpeando a las puertas de nuestra alma para pedírnosla… para siempre. ¿Qué dirás? ¿Qué diremos?