El País ha publicado en su edición de este sábado un bochornoso artículo sobre el crecimiento de iglesias evangélicas en la zona de Carabanchel.
Ambas facetas, lo cúltico y la práctica del amor al prójimo, forman parte esencial de la vivencia de la espiritualidad cristiana.
De la Biblia dimana toda una ética social a la que, a veces, no prestamos demasiada atención.
En la Biblia se nos afirma de una y otra manera que la fe sin acción ni compromiso es una virtud que acaba por morirse y dejar de ser.
La felicidad no está en el poseer cosas que, una vez poseídas, se desvanecen en nuestras manos.
Los cristianos somos ciudadanos de dos mundos y en este mundo material en el que nos movemos, también tenemos múltiples compromisos.
Los escritores bíblicos que vivían en una región en donde el agua era escasa y la sequía una continua amenaza para la vida elevan su significado. En la Biblia aparece de tres maneras principales: como una fuerza cósmica; como una fuente de vida y como un agente limpiador.
Si la iglesia quiere ser seguidora de su Maestro debe mostrar las mismas prioridades que tuvo Jesús.
Esta nueva Misión Evangélica Urbana genera una expectativa de bendición para la obra social en nuestros ámbitos evangélicos.
En el fondo de los sepulcros están las figuras fantasmales del mal aunque nos esforcemos para cubrirlas con mantos farisaicos.
¿Será que presentamos el Evangelio de la gracia y nos olvidamos del Evangelio de la misericordia?
Es imposible buscar el rostro de Dios dando la espalda al rostro de los sufrientes de la historia, dando la espalda al hombre.
Es necesario salir a los cruces de los caminos, allí donde se mueven los proscritos de nuestra historia. Dios invita.
El hombre no puede estar vacío interiormente y su tendencia a lo espiritual le lleva a enredarse a veces en resurgimientos de espiritualidades falsas y vanas que nada tienen que ver con el cristianismo.
Aprendamos del Maestro. Sus estilos de vida, sus prioridades, sus formas de relacionarse, sus formas de acercamiento al prójimo despreciado por muchos de los religiosos.
Un grito que debió impactar y con el que se deben identificar todos los abandonados del mundo hoy.
El silencio de los cristianos, el mirar como simples espectadores, no creo que sea la mejor solución.
No nos dejemos llevar por los valores de las sociedades de opulencia en las que vivimos.
Ladrones que están negando la vida y la solidaridad entre los hombres, niegan el amor y la preocupación por el prójimo.
No es de extrañar que tantos ciudadanos del mundo hoy estén de espaldas a los discursos religiosos. Quizás es que no ven en ellos la coherencia necesaria.
“¿Por qué me llamáis, Señor, Señor, y no hacéis lo que yo digo?”. El grito de Jesús tiene vigencia hoy, sigue sonando.
El miedo nos impide asumir riesgos, tener gestos de valentía y solidaridad. Nuestra fe no actúa a través del amor.
Habría que retomar el mandato de Dios a sus profetas de que gritaran a voz en cuello poniendo voz a la denuncia y al grito de los pobres.
No se ve de una forma nítida la levadura de los cristianos que debería leudar la masa social y cultural con nuevos valores.
El auténtico lugar sagrado por excelencia para Dios es el hombre mismo. Y nosotros, los cristianos, lo deberíamos tener en cuenta.
En la filosofía humana fuera de Dios, en la experiencia existencial que no puede agarrarse a lo eterno, al Eterno, sólo se ve la perspectiva de la muerte.
Las opiniones vertidas por nuestros colaboradores se realizan a nivel personal, pudiendo coincidir o no con la postura de la dirección de Protestante Digital.