La perspectiva de que la resurrección es necesaria para restablecer la justicia, no la debemos olvidar nunca.
Si cuando hablamos de la crucifixión podemos hacerlo desde perspectivas diferentes, igual con la resurrección. La pasión de Jesús, su crucifixión y muerte lo solemos ver, casi exclusivamente, desde el punto de vista de un Dios, el Hijo de Dios, que tomó esta opción para darnos vida, para salvarnos de la muerte eterna. Nos refugiamos ahí y nos gozamos disfrutando ya del don de Dios, de su dádiva y promesa de vida eterna. Esto no sólo es bueno, sino verdadero. Dios muere para darnos vida y, por tanto, tampoco hemos de ver la pasión y muerte del Señor con tintes oscuros, de tragedia, de luto eterno.
Sin embargo, otra perspectiva sería mirar este evento redentor desde puntos de vista humanos que nos hacen ser solidarios con el prójimo sufriente. Esta forma de ver la crucifixión sería el considerarla como un crimen, una ejecución injusta, una persecución hasta la muerte de aquel de aquel que anduvo por el mundo haciendo bienes, el único sin pecado, el justo. Los poderes políticos, religiosos, económicos y el odio de los poderosos de este mundo en general mataron al dador de la vida.
Aunque la perspectiva de excelsitud sea la primera, ¿tiene algo que aportar esta segunda línea de pensamiento? ¿Quizás lo mataron por tener un duro mensaje ligado a favor de los pobres, de los oprimidos, de los débiles y marginados del mundo mientras que se criticaba a los ricos acumuladores y despojadores egoístas? Pensar en esta línea de la crucifixión, nos va a llevar a pensar en la muerte injusta, pensar en un mundo en donde una gran parte de la humanidad está muriendo en la infravida de la pobreza extrema. Quizás el pensar en la muerte de Jesús como un crimen nos va a llevar a pensar en las causas de esa muerte, en el porqué de tanto sufrimiento injusto. Esto nos acercará también al prójimo sufriente, nuestro hermano que, de manera injusta, está en la infravida. Un prójimo con el que Jesús se siente vinculado de una forma especial. Recordad el “por mí lo hicisteis” y en el “por mí no lo hicisteis” de Mateo 25.
Algo similar ocurre con las perspectivas en las que podemos considerar la resurrección. La podemos considerar como un acontecimiento glorioso y gozoso que avala nuestra inmortalidad, el gozo de ver que la muerte puede ser vencida y como la base de nuestra fe. Recordad lo que decía el apóstol San Pablo: “Si Cristo no resucitó, vana es nuestra fe”. ¿Dónde está tu victoria, oh sepulcro? La muerte ha sido vencida y la resurrección de Jesús es garantía de nuestra propia resurrección. Es lo que llena de contenido y fundamenta nuestra fe.
Sin embargo habría otras perspectivas de contemplar la resurrección en nuestro aquí y nuestro ahora mundano, verla en el momento en el que el Señor nos ha puesto en el mundo. Una de ellas sería el reflexionar en la resurrección como un aval de la justicia. O sea, todos sabemos que en el mundo hay buenos y malos, opresores y oprimidos, enriquecidos y empobrecidos, acumuladores y despojados. Sería una injusticia que todas estas situaciones anómalas con las que muchos sufren y viven en el no ser de la pobreza o de la opresión, acabaran con la muerte. Al final todos igual sin que nadie tenga la última palabra. Sería una situación de injusticia que provendría de un mundo injusto.
Es verdad que la Biblia dice que no hay bueno ni aún uno, pero las propias escrituras hablan de la opresión y despojo que muchos hacen en la tierra como un plus pecaminoso que necesita castigo y ser erradicado de la tierra quizás con la puesta en práctica de los valores del Reino. La Biblia dice que muchos de los injustos necesitan ser avergonzados y confundidos. También dice que todos seremos despertados del polvo de la tierra, pero unos para vida eterna y otros para vergüenza y confusión eterna. Los justos, los oprimidos, los pobres que han sido vejados y maltratados pueden llegar a resplandecer como las estrellas a perpetua eternidad. Ahí es donde vemos la segunda perspectiva de la resurrección al ser asociada a la idea de justicia. Así dice Jesús en el Nuevo Testamento: “Los que hicieron lo bueno, saldrán a resurrección de vida; mas los que hicieron lo malo, a resurrección de condenación” (Jn. 5:29).
Por eso la perspectiva de que la resurrección es necesaria para restablecer la justicia, no la debemos olvidar nunca. La resurrección como balanza de justicia. Los malos no prosperan para siempre. Las líneas de solidaridad humana de Jesús para con los pobres, marginados, débiles, oprimidos e injustamente tratados triunfan con la resurrección. La resurrección avala el concepto de projimidad. Jesús no podía quedar en la tumba porque la resurrección es también un asunto de justicia.
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