Bergoglio dice que “no es lícito convencer de tu fe”, palabras que han causado perplejidad a algunos católicos. ¿Dónde están los límites?
En su viaje a Georgia el papa Francisco hizo las siguientes declaraciones (RD, 1.10.16):
«Hay un grave pecado contra el ecumenismo: el proselitismo. Jamás se debe hacer proselitismo con los ortodoxos. ¡Son hermanos y hermanas nuestros, discípulos de Jesucristo! Que por las situaciones históricas tan complejas hemos terminado así. Sean ellos, seamos nosotros, creemos en el Padre, en el Hijo y en el Espíritu Santo, creemos en la Santa Madre de Dios. ¿Qué tengo que hacer? No condenar, no puedo. Amistad, caminar juntos, orar unos por los otros, rezar, y hacer obras de caridad juntos, porque se puede. Esto es el ecumenismo. Pero jamás condenar a un hermano o una hermana, jamás dejar de saludarlo porque es ortodoxo.»
Unos días después, en un encuentro con peregrinos luteranos que acudieron a Roma, afirmó que «el proselitismo es el veneno más fuerte contra el camino ecuménico», y añadió: «La última cosa que tienes que hacer es ‘decir’. Tú debes vivir como cristiano elegido, perdonado y en camino. No es lícito convencer de tu fe». Aconsejó «preparar la tierra para el Espíritu Santo, el que trabaja en los corazones. Él debe decir, no tú» (Zenit, 12.10.16). Estas declaraciones de Bergoglio se suman a varias anteriores en las que también rechazaba el proselitismo.
Sobre el asunto del proselitismo cabría hacer algunas precisiones y preguntas:
1. En el trasfondo de las declaraciones de Bergoglio en Georgia está el largo conflicto entre las iglesias ortodoxa y católica en las repúblicas surgidas tras la disolución de la URSS, especialmente en Rusia. Desde la caída del comunismo, la libertad religiosa en estos territorios ha favorecido la implantación de iglesias diferentes a la ortodoxa. Cuando la Iglesia Católica Romana organizó diócesis en Rusia, la Iglesia Ortodoxa acusó a los católicos de “proselitismo”; se generó así un conflicto que no se ha resuelto. En la base del mismo está la histórica concepción religioso-político-territorial de ambas iglesias, según la cual todos los habitantes de una diócesis, independientemente de sus convicciones, dependen espiritualmente de la autoridad religiosa correspondiente. El restablecimiento del poder de la Iglesia Ortodoxa en Rusia ha resucitado esta concepción, y el patriarcado de Moscú ve incompatible la superposición de diócesis ortodoxas y católicas.
2. En el Nuevo Testamento el término “prosélito” aparece cuatro veces y se refiere a los gentiles que se convertían al judaísmo, sin matiz despectivo, aunque la referencia de Jesús en Mateo 23 supone una condena implícita de la coerción para la conversión.
3. Pero hoy el término “proselitismo” es confuso y tiene unas connotaciones muy negativas. Se suele asociar el término con las estrategias agresivas o incluso engañosas que algunos creyentes utilizan para incitar a otras personas a convertirse a su religión. Sin embargo, el Diccionario de la Real Academia Española lo define simplemente como “celo de ganar prosélitos”, y “prosélito” como “persona incorporada a una religión” o “partidario que se gana para una facción, parcialidad o doctrina”.
4. Las declaraciones de Bergoglio no ayudan a un uso preciso del término: él lo asocia con “condenar” o con “dejar de saludar” a una persona de otra iglesia. ¿Tiene eso que ver con coaccionar a los de otras creencias? También es cierto que al menos en una ocasión Francisco de algún modo sí precisó a qué se refería: en una declaración conjunta con el patriarca ortodoxo de Moscú emitida en febrero de 2016 se excluía «cualquier forma de proselitismo» y a continuación se hacía referencia a «medios desleales para incitar a los creyentes a pasar de una Iglesia a otra, negando su libertad religiosa o sus tradiciones». (Habría que precisar que negar o cuestionar las tradiciones de otros, siempre que se haga de forma respetuosa, no es un medio desleal y de ningún modo implica limitar su libertad religiosa).
5. Siempre ha habido y siempre habrá personas que cambian de convicciones, sean estas religiosas o no. Y muchas veces ese cambio de ideas (que suele ir acompañado de un cambio de “militancia” religiosa, política, ideológica…) se produce por el contacto con personas de otros colectivos que influyen en quien cambia de posición. Pero Bergoglio dice que “no es lícito convencer de tu fe”, palabras que han causado perplejidad a algunos católicos. ¿Dónde están los límites? Si nos dejáramos llevar por el pensamiento políticamente correcto dominante en estos días, cada vez que una comunidad acoge -con toda legitimidad– a personas que proceden de otras creencias (o “increencias”) se levantaría automáticamente la sospecha de que ha ejercido “proselitismo”.
6. Si se etiqueta como “pecado” una práctica (que además no se ha definido con precisión), y máxime si lo hace alguien tan influyente como el jefe de la Iglesia Católica Romana, se señala dicha práctica como socialmente inaceptable. ¿Se limitaría esta condena al proselitismo religioso, o se consideraría también inaceptable animar a otras personas a abrazar convicciones de otro tipo (políticas, ideológicas…)?
7. Si no solo se ve como pecado, sino también como algo inaceptable, ¿se podría llegar a proponer legislar en contra del “proselitismo”? ¿En qué términos?
8. Seguramente en el mundo son muchos más los católicos que se hacen evangélicos que viceversa. Si el jefe de la Iglesia Católica rechaza todo “proselitismo”, no solo está diciendo a sus fieles que detengan cualquier intento de convertir a los protestantes a su fe, sino que también desautoriza las iniciativas protestantes dirigidas a los católicos.
9. Un editorial de Protestante Digital (30 de mayo de 2006) se cuestionaba si «llegará el momento en que sea políticamente correcto que todas las religiones callen, “respetando” las creencias de los demás, porque nadie tiene derecho a decir que posee o conoce la verdad. Ni siquiera a decir que alguien políticamente incorrecto como fue Jesús afirmó “Yo soy el camino, la verdad y la vida; nadie va al Padre sino por mí”». Este es uno de los peligros del modelo de ecumenismo dominante hoy.
10. El artículo 18 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos (DUDH) sostiene: «Toda persona tiene derecho a la libertad de pensamiento, de conciencia y de religión; este derecho incluye la libertad de cambiar de religión o de creencia, así como la libertad de manifestar su religión o su creencia, individual y colectivamente, tanto en público como en privado, por la enseñanza, la práctica, el culto y la observancia». Sobre esta base, diversos autores han analizado con rigor el uso del término “proselitismo” (p. ej. la profesora católica María José Ciaurriz).
11. Pero, como ocurre con otros conceptos demasiado desgastados y connotados (p. ej., “secta”), quizá lo más conveniente es evitar el término. Eso se hace en la declaración interconfesional sobre este asunto de la Asociación Internacional para la Libertad Religiosa (a pesar de lo cual no pudieron evitar usarlo en el título). En este documento se establecen unos principios muy bien planteados que vienen a desarrollar lo que sostiene la DUDH:
–«Derecho de intentar convencer a otros de la verdad de su creencia» y de «cambiar su religión o creencia sin coerción y de acuerdo con los dictados de su conciencia.»
–Conveniencia de «cultivar relaciones mediante contactos y conversaciones, manifestando sus convicciones con humildad, respeto y honestidad.»
–«Tomar en cuenta la dignidad inviolable de las personas.»
–«Ser veraz y justo hacia las otras religiones y creencias», comparando «los ideales de la propia comunidad con los ideales de las otras comunidades, y no con las supuestas fallas de los demás.»
–«Protegerse tanto los derechos de la mayoría como los de la minoría.»
–«Usar una terminología respetuosa y no ofensiva.»
–Desligar «las actividades sociales y humanitarias» de «la diseminación de la fe o creencias.»
–«Obtener información objetiva» acerca de las religiones «con el fin de evitar la difusión de juicios mal fundados y prejuicios generalizados.»
–No recurrir a la «coerción física o psicológica» ni forzar a nadie «a romper los lazos naturales con su familia.»
–Rechazar «valerse del poder político o económico o facilitar su difusión con el pretexto de diseminar la fe religiosa o creencia.»
–«Unirse en esfuerzos destinados para mejorar la justicia, el bienestar y la paz entre los pueblos y las naciones».
–Finalmente, se insta a que «cuando surjan conflictos con respecto a la diseminación de la religión o creencias, las comunidades implicadas deberían comenzar un proceso de conciliación».
Creo que estos principios concretan y centran el tema y son una buena base para las relaciones entre personas y comunidades de distintas convicciones.
Simón Itunberri es profesor de enseñanza secundaria. Escribe sobre Libertad de Conciencia en Religión Digital y en laexcepcion.com.
Publicado con permiso del autor. También disponible en Libertad de Conciencia y en Religión Digital.
Nota: Todas las negritas y cursivas de las citas son añadidas.
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