El apego al ritual

¿Entienden muchos el cristianismo, la vivencia de la espiritualidad cristiana como un apego al ritual, como una práctica religiosa cúltica que tiene un fin en sí mismo? Muchos me dirían: ¡No, no, no! Sin embargo, yo creo que, en muchos casos, no entendemos bien lo que implica ser discípulo de Jesús. Ser seguidor de Jesús está por encima del ritual cúltico, aunque lo implique, está por encima de una ética de cumplimientos con la iglesia, aunque también podamos concluir que también lo implica.

Todo puede partir de la falsa creencia que se nos puede inculcar que ser discípulo de Jesús es ser religioso en el sentido más popular de la palabra. Caemos en una ética religiosa del cumplimiento: ir con regularidad a la iglesia —lo cual apoyamos totalmente y es loable—, comprometerse con sus actividades en el ámbito eclesial, acudir a otros servicios cúlticos y estudios, leer la Biblia, ofrendar, bautizarse y casarse por la iglesia y mantener una relación de fraternidad con los hermanos. Y todo eso es loable, está bien, pero nunca puede ser un fin en sí mismo. 

Nunca la finalidad de la vivencia de la espiritualidad cristiana se debe reducir al cumplimiento de prácticas religiosas, ni a una ética religiosa que nos ordena la vida en torno del ritual, ni a un seguimiento de normas o modelos de adoración o alabanza. Todo eso son medios que deben acercarnos a Dios, pero no sólo para gozarnos en el ritual, sino para ponernos ante Dios en compromiso de amor y servicio. Un servicio que, necesariamente, nos debe llevar a ponernos a disposición  del prójimo, fundamentalmente del que está en necesidad, convirtiéndonos en las manos y los pies del Señor en medio de un mundo de dolor.

La fe en Dios no es solamente algo que nos predispone al ritual, que sí puede existir, sino también algo que nos lanza a un mundo en dificultad “actuando a través del amor”. La fe no sólo debe ser activa en la práctica de ciertos ritos, sino en el compromiso de una vida transformada que me habilita para actuar en el mundo difundiendo los valores del reino, valores que también comporta toda una ética de la projimidad y un compromiso de vida en el compartir el pan, la vida y la palabra.

No. No os preocupéis. No vamos a criticar la observancia religiosa. El problema está cuando nuestras vidas se apegan a esa observancia pasando por alto el que debemos ser vidas transformadas comprometidas con el prójimo. Los muchos ritos, las excesivas prácticas religiosas, las actividades en torno al templo y otros cumplimientos no cumplen con su función si no nos comprometen con el mundo. 

Yo diría que la ética del amor y de la mano tendida en ayuda hacia el prójimo debe estar por encima de la ética de la observancia o del ritual. Es más: En los libros proféticos y en algunas de las palabras de Jesús, se nos indica el cese del ritual al que Dios no oye, si no se está buscando justicia y ejerciendo misericordia y amor hacia el prójimo en debilidad y en exclusión social. Dios no acepta nuestro culto ni nuestros rituales si no van precedidos de una ética de amor para con el prójimo que nos necesita. Al ritual se le caen los cimientos si no va precedido de la práctica de la projimidad.

Por tanto, en nuestro propósito en este artículo no vamos a criticar la ética de la observancia religiosa, ni el culto, ni las ofrendas o las alabanzas, pero sí afirmamos que si no van precedidas por un trabajo de justicia para con el prójimo marginado, por la práctica de la misericordia y la fe actuando por el amor, Dios no escucha el ritual ni se goza con él. 

¿Puede ser que el culto para que sea acepto a Dios tiene un condicionante? ¿Se puede aceptar la idea de que nuestras prácticas religiosas son vanas si no van precedidas por la práctica de la misericordia, la fe actuante a través del amor y la reconciliación con el prójimo que sufre al que hemos de ayudar antes y por encima del ritual? 

Uno de los peligros por el que han pasado muchos religiosos tanto en el tiempo de Jesús como ahora, es que la simple práctica del ritual, sin la práctica de la misericordia, el amor y la fe actuante, es nada menos que la hipocresía. Recordad la terrible frase de Jesús a los religiosos del momento: “Sepulcros blanqueados por fuera”.

Es posible que una trampa de siempre para los religiosos sea conformarse con la práctica y la comodidad del ritual en la que se sienten seguros y que les da una situación de falsa seguridad que, en el fondo, es tremendamente peligrosa. ¿Sabéis cuál era el mayor peligro de los religiosos en los Evangelios? ¿Sabéis cuál era la trampa de Satanás para ellos? Era ésta: Que al ser tan observantes, se creían mejores y despreciaban a los otros. Así, la realidad bíblica es que donde no hay amor y búsqueda de la justicia para los marginados, pobres y sufrientes de la tierra, puede surgir el desprecio: “Gracias porque no soy como éste”. 

Ayúdanos, Señor, a ser canales de amor, de misericordia y búsqueda de justicia, a ser seguidores tuyos que aman y sirven al prójimo, ayúdanos a captar cómo debe ser la auténtica vivencia de la espiritualidad cristiana, la que tú nos enseñaste con tu ejemplo.