El País ha publicado en su edición de este sábado un bochornoso artículo sobre el crecimiento de iglesias evangélicas en la zona de Carabanchel.
Inclinemos nuestros oídos a los consejos de Dios, deseemos beber de la fuente de agua viva y doblemos nuestras rodillas en oración.
Hasta aquí tu voz me confortó indicándome el camino a seguir, me mostró una senda diferente.
En cuanto uno de tus pies pise la orilla del río, las aguas serán abiertas. En el instante preciso que decidas cruzarlo, Él separará milagrosamente las aguas.
¿Soy realmente el reflejo de Dios o simplemente un insinuante brillo que se camufla entre los fuegos de artificio de este mundo?
El amor de Dios se muestra a través de nuestra renuncia.
Anhelo hallar en la ternura de tus manos las caricias que han de mermar mi inquietud, el bálsamo preciso para paliar mi dolor.
Existen mujeres que pelean cada mañana contra el cruel adversario de la tristeza y que haciendo de tripas corazón esbozan una sonrisa franca y pura que nos permite seguir creyendo en la humanidad del ser humano.
Y allí vuelvo a encontrarte, sorteando los obstáculos, permitiéndome abrazarte.
Esta humanidad nuestra, esta carne que nos mantiene unidos a la carne hace que seamos presos de sentimientos y lloramos por aquellos que se marchan.
La muletilla que está más de moda es “yo siempre digo”. Una aparente seguridad… que no deja espacio al otro.
Podía haber decidido alejarse de todo, huir, esconderse y dejar pasar aquella copa. Pero resolvió hacer la voluntad del padre, seguir el camino trazado y derramarse para dar vida.
He mirado con ojos pesarosos el extremo del sendero y conociendo el espacio actual admiro sus vértices, irreconocibles, lejanos, aristas lamidas por el tiempo que me devuelven aromas del pasado.
Un poema de Marisi Moreau Tamayo, del poemario De estas vías mis sueños.
He vuelto a recordar aquel hermoso eslogan y he pensado en lo mucho que deberíamos ponerlo en práctica.
Somos profesionales en detectar defectos ajenos. En cambio, carecemos de pericia para detectar virtudes.
Dios está dispuesto a releernos una y otra vez con entusiasmo la parábola del hijo pródigo que vuelve a casa y recibe caricias en vez de azotes.
Comprendió que ya iba siendo hora de abandonar ese disfraz de autosuficiencia y comenzar a pensar por sí misma y en sí misma.
Las cosas especiales vienen envueltas en atavíos muy humildes.
Son tus palabras envueltas en pausas las que han de barnizar este corazón tan presto a la huida.
Ofrendémonos en este nuevo año al Dios que hace nuevas todas las cosas.
Deseo que Dios te conceda infinitas razones por las que sentir alegría, por las que luchar, motivos por los que despertar cada mañana con la esperanza enarbolando tu mirada.
Son tus palabras envueltas en pausas las que han de barnizar este corazón tan presto a la huida.
Mientras la calle se va llenando de lluvia, la niña sigue contemplando desde una ventana discreta como el otoño se prepara para su relevo, portando su valija de transición.
En este mundo nuestro, loco y acelerado, nos hace falta imitar algunas conductas de estos amigos de cuatro patas.
Puede que nos cueste soltar amarras pero debemos extendernos hacia aquello que nos aguarda.
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