El País ha publicado en su edición de este sábado un bochornoso artículo sobre el crecimiento de iglesias evangélicas en la zona de Carabanchel.
Si no conocemos la revolución práctica que inspiró el calvinismo tampoco nos conoceremos a nosotros mismos como pueblo ni sabremos nada de nuestros problemas históricos.
Montemolín ha sido fiel a su deber de conservar la memoria de uno de sus más egregios vecinos: Casiodoro de Reina.
En Nicea tenemos, siempre en mi opinión, el primer gran modelo de ejercicio y composición del poder terreno, usando medios imperiales y eclesiásticos: el trono y el altar, que tanto juego ha dado.
Un poco de camino: la Real Academia de Extremadura de las Letras y las Artes, Premio Unamuno amigo de los protestantes 2025.
Menospreciando lo que Dios dice sencillito en su Palabra, los sacerdotes infames han multiplicado los mandamientos y ritos de su tradición.
Los Padres fundadores lo tenían claro. Como esta república se convierta en imperio, a nosotros que nos borren.
Con John Winthrop (1588 [nació en enero, depende cómo se cuente]-1649) tenemos a un personaje formidable para estudiar, y una situación social y política digna de estudio.
El templo religioso y el palacio del poder civil tienen sus reliquias que los unen. Nosotros tenemos la cruz de la victoria sobre la muerte, y no es una reliquia.
Nos han puesto en bandeja, de plata, artística y sacra, la ocasión para trabajar y dar a conocer a nuestro Redentor y las circunstancias de sus redimidos.
Junto a la publicidad imperial también tenemos el buen trabajo, sin publicidad y medios de los medios, de gente en la universidad, en la investigación, etc., que proporcionan valiosos frutos.
Los que estamos en él lo estamos desde la eternidad. Nadie puede ponerse ahí su nombre, ni quitarse cuando está puesto.
Saber a Jesús Mesías crucificado es conocer y predicar todo el consejo de Dios, pero sólo su consejo, no el nuestro.
La vieja alianza, con sus leyes, santuario, sacerdocio, etc., ha quedado clausurada por la Nueva.
La predicación del Evangelio implica necesariamente el anuncio de la clausura del código legal levítico.
Ahora, cumplida la Promesa, en la obra y persona del Redentor, no tenemos templo o santuario terrenal. No existen sitios sagrados.
La adoración, lo mismo que la Palabra, el perdón, es nueva cada momento. Siempre brote fresco, y eso viene de Dios, que con el Primogénito nos lleva a su casa.
La ocasión del Senado ha sido modelo de la confusión entre acción política y doctrina religiosa. Ambas mezcladas como una “verdad”.
La Iglesia tiene una historia de paso, pero su existencia no está en esas pisadas, porque existimos en el futuro.
La presencia de reliquias es la negación del sacrificio de Cristo celebrado en la santa cena.
Los bulos del poder de las reliquias para salvar, o ayudar en el camino y ante el tribunal eterno, y de proteger en el tiempo presente son mentiras gordísimas.
El misterio de la iniquidad solo se derriba por la Espada del Espíritu, y esa la tiene y usa solo quien la tiene.
Se ha mostrado que precisamente el culto a las reliquias y a los santos es cosa de gente que conocía no solo la Biblia, sino bastante de la cultura del entorno.
Dios “nos confirmará hasta el fin, para que seamos irreprensibles en el día de nuestro Señor Jesús Mesías”. Sea eso lo que sea, así es para nosotros.
Muchos latinos están pasando delante de nuestra casa. Y muchos con disposición evidente de compartir las bendiciones del mismo Redentor.
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