La conclusión de este catecismo, que va a tener una influencia extraordinaria sobre el destino del cristianismo, es que solo Cristo es sacerdote.
El catecismo de Ginebra (o si mejor les gusta, “de Calvino”) es siempre un buen lugar de encuentro para encontrar lo útil y ver cómo se han llenado de palabras inútiles los púlpitos.
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Existe una versión castellana de 1550 (editada facsímile por la Fundación Fliedner en 2016) y otra de 1559. (El sacerdote especialista Dr. Luis Resines Llorente tiene estudio de lectura sobre estas “dos versiones del Catecismo de Calvino”, 2009. -También sobre “la primera edición castellana del catecismo de Heidelberg”, 2003. Me pasó la documentación, aquí lo agradezco-.)
“La revolución práctica de Calvino tuvo una gran dimensión popular [negritas mías] porque la estructura teórica de su pensamiento quedó definida de forma certera en una serie de catecismos que alcanzaron un indudable éxito en la formación de una nueva conciencia religiosa.
La dimensión unitaria, y profundamente católica, del calvinismo reside en que esto catecismos se inspiraron todos en el Catecismo de Ginebra, la obra personal de Calvino que tuvo varias ediciones en vida del reformador.
La primera, de 1536, estaba muy inspirada en la edición príncipe de la Institución, y no tenía la estructura dialogada final de la segunda de 1541, ya más pedagógica. Fue esta la que se editó en latín en 1545.” (Villacañas, 2025. Todas las citas entrecomilladas son del parágrafo El catecismo de Calvino. pp. 387-401)
“Desde los tiempos del propio Calvino, la enseñanza de los fieles jóvenes se hacía en público, en la Iglesia, ‘a medio día’, cuando ‘se ayunta el pueblo en los Templos’. [Se usa la traducción castellana del francés de 1550.]… Esta enseñanza tenía lugar durante el tiempo tasado de una hora cada domingo… En la epístola del autor a la traducción española de 1550 se reconoce que esta institución forma parte del ‘orden público de los templos’, y debía hacerse al margen de la educación en el seno de la familia.”
“El traductor, recién llegado a Ginebra aunque procedente de una ‘larga ausencia que yo he hecho de España’, queda impresionado por la disciplina social y obtiene de este espectáculo una ‘consolación’, que se torna tristeza ante el pensamiento del estado de la ‘nación española’…
“Es por eso que emprende con vivo contento la traducción de esta obra con la esperanza de que con ella mejore su patria. Comprende que es una acción de caridad traducir el catecismo, pero también una acción patriótica, el cumplimiento de ‘la obligación que como español les tengo’…
“Se trata, y el propio traductor lo reconoce, de ofrecer un instrumento de gobierno, dotado de una ‘regla infalible’ de la fe. No podemos ignorar la dimensión a un tiempo política y religiosa, ni olvidar el vocabulario de Modernidad que preside la obra.”
“La estructura del catecismo de Calvino, si la comparamos con el catecismo aprobado en Trento, no resulta muy diferente… Mucho más importante es la naturaleza misma de este catecismo frente al calvinista… Su imponente presencia ofrece lo que necesita saber un clérigo que, como persona sagrada, administra la gracia en la medida que comparte el saber de una institución milenaria…”
“Sin esta comprensión de la persona sagrada del clérigo, dotada de un carisma del cargo que tiene que ser acreditado desde un saber corporativo sagrado, no tiene sentido este catecismo. Su finalidad no es formar al pueblo, sino al burócrata de la sagrada institución… Con este catecismo se tiene que examinar al sacerdote como persona sagrada, no al rebaño.”
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“Nada de todo esto se aprecia en el catecismo de Calvino, que tiene apenas un centenar de páginas y que se organiza mediante preguntas y respuestas muy sencillas, ya que está presidido por la idea del pastor, no como hombre sagrado, sino como maestro del pueblo…
Este catecismo está pensado para la juventud, y por eso se pone en lugar de los ‘muchachos’ y sus inquietudes.”
“Cuando el catecismo católico analiza la fe, se lanza a disquisiciones filosóficas cuya finalidad es que se acabe considerando sagrada la palabra que brota del sacerdote. ‘Por tanto, los fieles deben recibir la predicación de sus pastores, no como una palabra humana, sino como la palabra divina del mismo Jesucristo’. [¡Que esto lo pone el catecismo de Trento! Hoy te lo puede reclamar cualquier pastor evangélico.]
“Esta divinización del sacerdote falta por completo en la propuesta de Calvino, cuyo pastor no está pendiente de abrumar al fiel con su saber, ni de identificar un esquema corporativo de proceder, sino que manifiesta la voluntad de entregarse a un diálogo capaz de identificar los puntos fuertes en los que el catecismo puede organizar la existencia del joven.”
“Por supuesto, las infinitas notas eruditas de la tradición teológica están descartadas. Solo están permitidas las invocaciones de los pasajes de la Escritura en los que se basa la doctrina. La relevancia existencial es lo buscado. La primera palabra del catecismo romano es sobre la necesidad de la fe, lo que se responde con todo el saber de la tradición teológica. La primera pregunta del catecismo de Calvino va al grano de forma directa y fulminante. ‘¿Cuál es el principal fin de la vida humana?’…
“El joven, tras la primera pregunta, tiene que pensar en su existencia en su totalidad… El pastor lleva al joven a la cuestión del ‘soberano bien del ser humano’…
“Es el ‘muchacho’, y no el pastor quien ofrece las respuestas decisivas.”
“Conocer a Dios como soberano bien en nosotros, tiene una consecuencia decisiva y fundamental para este catecismo. La meta del ser humano es que Dios sea glorificado en cada fiel…
Este hecho distingue la vida de cada uno en una importancia insustituible, propia, que caracteriza el fiel con un brillo que se refleja de la gloria que da Dios, que tiene que manifestarse ante todos…”
“Gloria, como sabemos por la monumental obra de Hans Urs von Balthasar, es una categoría estética que hace referencia al aura que recibe toda la creación cuando está en contacto con su creador. En el calvinismo se centra en el brillo de la propia comunidad y se distribuye entre los fieles dotando a su vida de una estilización que es ciertamente portadora de aura…
Esta es la meta. Dado que el mundo entero en su belleza es la gloria de Dios, esa misma belleza es la que debe brillar en la conducta del ser humano de forma especial si ha de pertenecer a la comunidad cristiana…”
“Esta afirmación vital capaz de estilizar la conducta de cada fiel no es la aspiración del catecismo romano, que solo quiere conformar la autopercepción corporativa del párroco…
En el catecismo de Calvino se forma sobre todo la autoconfianza del joven… Su existencia no solo tiene sentido, sino que ese sentido debe ser apreciado por el mundo, brillar en él, ordenar la totalidad de su conducta…”
“El efecto central de esta distinción y brillo, que refleja la gloria de Dios, es la confianza, una sensación que, elevada a condición de vida, tiene los mejores efectos sobre cualquier joven…
Esta es una doctrina que ha sido establecida expresamente por Calvino: no hay elemento de Su gloria que no implique algo saludable y provechoso al ser humano.”
“Como vemos, todo está diseñado para lograr la ‘certidumbre’, pero también ‘dulcedumbre y graciosidad’. El fundamento de esta confianza es que la omnipotencia de Dios es inseparable de su ‘soberana’ bondad y de su misericordia ‘hasta mil generaciones’…
Por eso la conciencia del o de la joven debe restar en reposo, y estar tranquila, pues sabe que Dios tiene ‘las riendas’ del mal y ‘promete defendernos y ser nuestro protector’…
“Calvino ha fundado en su catecismo una confianza que jamás desespera, que no ve el mal como irreversible… Sin embargo, todos estos elementos no forjan la mentalidad de un estamento, ni de una corporación, sino de un pueblo…
Todo el catecismo de Calvino aspira a dotar a la juventud de la seguridad de la actitud benevolente de Dios hacia el ser humano porque Dios se conoce en Cristo, y esa feliz despreocupación y serenidad que Cristo muestra tantas veces en el Evangelio es el fundamento de la confianza…”
“Es increíble la innovación pedagógica de este escrito, que se olvida de aquel modelo platónico del esclavo que es dulcemente llevado por Sócrates y, sobre todo, del apabullante saber teológico del clérigo católico, para hacer del mochacho un verdadero maestro…
Todo está al servicio de aquello que ya vimos en la Institutio, la capacidad de producir el olvido de Dios, que hace la vista gorda sobre nuestros pecados, que cubre nuestras imperfecciones. Dios condona todas nuestras deudas. Esa es su misericordia. No hay memoria de ellas en la mente de Dios, confiesa el avispado zagal… El efecto de liberación de la conciencia que esta tesis produce no puede medirse lo suficiente…”
“La clave del poder pastoral calvinista la da esta sencilla divisa: ‘Dios nos gobierna por su Espíritu’. Esta es la más poderosa legitimidad del hecho de que los seres humanos solo se gobiernen por la palabra, por el Espíritu, y no tanto por el derecho o la ley. La dimensión preferente del Espíritu es la Palabra que el propio Dios nos envía y nos exhorta a que la escuchemos. Esa Palabra se distribuye con sus bienes y promesas ‘extendidas por todo el mundo’. Sobre esta imagen se despliega el ministerio de la palabra del pastor.”
“Esta fortaleza mental, que brota del núcleo más básico de la persona, esta concentración atenta en la propia conciencia segura, es la base del estilo de vida que fomentará el calvinismo, y su mayor éxito es la autoconciencia sencilla con la que expresa este ideal, frente a las infinitas discusiones de la metodología escolástica…”
“La conclusión de este catecismo, que va a tener una influencia extraordinaria sobre el destino del cristianismo, es que solo Cristo es sacerdote. Solo él celebra su único sacrificio. Solo él justifica al género humano. Solo él, por su obediencia, nos hace obedientes, como si su gesto fuera el propio nuestro, pues en él obra toda la humanidad. Solo él es sacerdote eterno. Solo él es una persona sagrada. Los demás son pastores y solo tienen una función , ‘el cargo publico de enseñar’…
Toda la estructura privilegiada del clero romano se desmorona… Es el propio Cristo a través del Espíritu Santo quien vincula a las almas…”
Y ya no les pongo más por hoy. Con alegría y tristeza, como el anónimo traductor al castellano del catecismo. Alegría por lo que se ha escrito, del máximo rigor y del máximo nivel académico en la España de hoy. Tristeza, porque eso no está en nuestra España, aunque, con la mentalidad de victoria del muchacho, hay que recordar que esto se hace en nuestra España. Hay futuro, seguro.
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